El sonido del despertador rompió el silencio de la habitación. América se incorporó de inmediato, sabiendo que aquel día tenía examen de matemáticas. La certeza de que no le iría bien le pesaba en el pecho: no había estudiado, había preferido salir con Jader lo cual sin duda fue pésima decisión.
—¡Dios! —murmuró al verse en el espejo—. Parezco la llorona...
Sus ojos estaban hinchados y rojos, marcas claras de una noche más llorando. Desde la muerte de su madre, las lágrimas se habían convertido en rutina, pero últimamente lloraba con más frecuencia, con más dolor. La carga emocional de esos días la obligaba a usar cada vez más maquillaje. Lo que antes era un simple retoque ahora era una máscara. Y con esa máscara había llegado algo peor: inseguridad cuando no la llevaba puesta.
Entró al baño y dejó caer agua fría sobre su rostro. Todos preferían el agua caliente, pero ella encontraba en el frío un consuelo, como si pudiera congelar los males que llevaba dentro.
Mientras el agua recorr