Capítulo 7

Natalie ingresó a la cabaña grande cuando el sol ya se había ocultado, había pasado todo el día con Magnus, recordando travesuras que incluso a ella se le habían olvidado, no pudo contener un suspiro de alivio al ver el espacio amplio y acogedor. La cabaña era un verdadero refugio, con techos altos y ventanas grandes que dejaban entrar la luz natural. El mobiliario era lujoso, con sofás de cuero y alfombras de lana que cubrían el suelo de madera, se sentía en casa, en verdad, no era como esa vez que se mudó a la mansión de Maicol, donde el suelo pulido blanco y las paredes del mismo color sumado al minimalismo la hacía sentirse en un hospital.

Aquí en cambio había hasta, una chimenea de piedra en la sala de estar, y una cocina equipada con electrodomésticos de alta calidad, la decoración era rústica, pero con un toque de elegancia que hacía que la cabaña se sintiera como un verdadero palacio en la montaña.

De repente, una voz interrumpió sus pensamientos.

— Bienvenida a su nuevo hogar, señorita Natalie. — dijo Nilda, una mujer de mediana edad con una sonrisa forzada en el rostro. — Espero que se sienta cómoda aquí. — Natalie se volvió hacia la empleada, notando los ojos críticos que la miraban, no recordaba que Nilda fuese así, aunque claro, ella solo tenía 8 años cuando dejo de verla.

—Gracias. — respondió, tratando de ser amable, tal vez su madre le había hecho algo, y es que no sería ni la primera ni la última persona que desquitara en ella, algo que su madre había hecho. — Es una cabaña hermosa. — agrego tratando de entablar una conversación, antes de agradecerle por los alimentos que había llevado a la despensa de la casa, ya que Marcus insistió en que se sintiera cómoda, y no tuviera que depender de ir a la pequeña mansión que era la gran cabaña del dueño del rancho, pero Nilda solo asintió y su mirada se detuvo en los moretones que Natalie tenía en la cara.

— ¿Qué te pasó? — preguntó, con un tono de burla en la voz. — ¿Un accidente de automóvil, quizás? — Natalie se sintió incómoda, tratando de esquivar el tema.

— Sí, eso es lo que pasó. — respondió tratando de sonar convincente, pero Nilda se rio, un sonido hiriente que hizo que Natalie se sintiera aún más incómoda.

—Sí, claro. — murmuro la empleada, con un tono de sarcasmo. — Eso es lo que dicen todas las mujeres golpeadas. 'Un accidente de automóvil' es el eufemismo del siglo.

— No es asunto tuyo, lo que me sucedió, ahora retírate. — ordenó con voz firme, cayendo en cuenta que nada sería tan simple como ella creía, habría problemas, estaba segura de ello.

Al fin la noche había caído sobre el rancho, y Malakai estaba haciendo un recorrido para asegurarse de que nadie se pasara de listo, ya que muchos lobos no estaban contentos con la decisión de que Natalie se quedara, ya que eso significaba que no podrían transformarse en lobos en su presencia. Malakai sabía que era importante mantener la paz en el rancho, y por eso estaba allí, vigilando y, disfrutando del aire fresco y la tranquilidad del campo. De camino al picadero, escuchó el relinchar del potro salvaje que le habían traído para amansar, por lo que, intrigado por el sonido, se acercó sigilosamente para no asustar al animal, pero al llegar al picadero, se quedó sin aliento al ver a una mujer montando al potro, ese mismo que él no había podido enlazar, porque se notaba que era indomable, pero mas que eso, sus ojos agudos, estaban en la joven que supuso era Natalie, su pelo largo y oscuro ondeando al viento mientras se movía al ritmo del caballo, lo estaba montando, y Malakai no pudo evitar hacer la comparación de quien le parecia mas salvaje, si el potro o la joven de dulces curvas, el vaquero quedó embobado, viendo cómo el caballo ejecutaba una serie de giros y movimientos precisos, no sabría decir si lo hacia para deshacerse de Natalie, o si queria que la joven sintiera todo lo que podía hacer, y a la vez, ella… esa mujer que ondeaba su cuerpo, de forma sexi y audaz, tanto asi que al mayor sus testículos se le pusieron pesados y su vara dura, por solo verla de esa forma, simplemente salvaje.

Pero de repente, el caballo sintió el olor de Malakai, un hombre lobo, y ante el peligro, se alteró, no sin antes relinchar, como queriendo avisar a su audaz jinete de que no estaban solos, aun asi, su naturaleza lo venció y se levantó en sus dos patas traseras, relinchando con fuerza, y Natalie perdió el equilibrio, fueron segundos o milecimas de estos, cuando Malakai reaccionó instintivamente, usando su habilidad sobrehumana para correr y saltar las vallas del picadero, en un movimiento fluido, Malakai llegó hasta Natalie justo cuando estaba a punto de tocar el suelo polvoriento del picadero y de dañarse de gravedad, y la tomó en brazos, sosteniéndola con fuerza. Fue el primer momento en que se vieron de cerca, y Malakai sintió una conexión intensa con ella, algo tan extraño, que por escasos segundos creyó que era su compañera, pero, aunque olfateo el aire, Natalie parecía no tener un aroma en particular, mientras la joven lo miró a los ojos, sorprendida y agradecida, Malakai se perdió en la profundidad de su mirada, como si el tiempo se hubiese detenido, por un instante, el mundo del lobo se detuvo.

El caballo relinchó de nuevo, como queriendo hacer notar su presencia, aun asi no se acerco, era un animal listo, él a diferencia de Natalie, sabía que no estaba frente a un simple humano, sin embargo Malakai no lo escuchó, porque solo estaba consciente de la mujer que tenía en sus brazos, y de pronto un instinto de protección desperto en él, recordó que estaba en el picadero y sin perder tiempo cargo a Natalie estilo princesa, y la saco de allí, aunque no deseaba soltarla, lo tuvo que hacer, mientras ella aun lo veía aturdida.

— ¿Te encuentras bien? — dijo desconociendo su propia voz.

— … ¡Si! sí. — la joven trato de caminar lejos de ese hombre que de pronto le hizo latir el corazón hasta el punto de dolerle y Malakai notó que estaba cojeando ligeramente, y que tenía moretones en la cara, algo que casi lo hace gruñir, pero se pudo controlar, no tanto asi sus manos que de pronto fueron garrras, pero gracias a que las ocuto tras su espalda y que Natalie estaba aturdida, no las noto, no entendía por qué se sentía así, ya que habitualmente evitaba a las humanas. Pero había algo en Natalie que lo hacía sentir... inquieto.

Y nuevamente Malakai comenzó a olfatear el aire, tratando de entender qué estaba pasando. ¿Podría ser su compañera? Esperaba que no, pues la idea lo hizo sentir incómodo, ya que no quería estar atado a una humana, ignorante de lo que él era, ya conocía la historia de Nero y él jamás le pediría a un cachorro suyo que abandonara su hogar solo porque a su compañera le diera repelús saber que era mitad lobo, pero el olor de Natalie lo envolvió, y Malakai se sintió confundido, no olía como su compañera, pero aun así... lo atraía, lo excitaba como jamás lo creyó posible.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó el mayor, tratando de sonar calmado.

— Solo estaba... paseando, y vi el potro y… — no podía hilar ideas, nunca había sido una mujer audaz, u osada, incluso su exesposo la acuso de ser una mojigata que no servía ni para la cama, pero allí estaba, sentía su piel arder y la humedad entre sus piernas, deseaba a ese hombre cerca suyo, muy cerca suyo, mas precisamente, dentro de ella. — Solo lo monte.

— No deberías estar sola en la noche, menos dentro del picadero sola, no es seguro. — aseguro, mientras unas ganas locas de cargarla sobre su hombro y palmear ese gran trasero lo incitaba a pasarse de la raya, debía recordar algo con respecto a ella, pero justo en ese momento no lograba saber que era.

— Puedo cuidarme sola. — rebatió con esa fibra suya que hacía mucho se había dormido y que sin embargo desde que había dejado la ciudad estaba despertando.

— Sí, seguro que puedes con todo. — dijo Malakai más para él que para ella, pues se la estaba imaginándola, montándolo a él y seguro que podria seguirle el ritmo y ante aquel pensamiento, su pene se elevó cual mástil en sus pantalones, provocando una sensación casi dolorosa. — Será mejor que te acompañe a tu cabaña.

Y sin más tomo la mano de la joven, sin darle oportunidad de negarse, porque en el fondo sentía que Natalie era como ese potro del picadero, alguien indomable, mientras Natalie lo seguía como si estuviera hechizada, y algo en su interior la llevara a desear pegarse a ese hombre del cual no sabia ni su nombre, pero había algo en él, su aroma tan varonil, además de ese leve olor a pachuli que la hacía sentirse mareada.

— Será mejor que te des un baño y te quedes dentro. — dijo cuando llego fuera de la cabaña grande, maldiciendo el haber llegado tan rápido, porque su mano hormigoniaba con solo tocar la piel de la pequeña mano de la mujer. — No es bueno que alguien tan bella como tú, deambule sola en el rancho, Magnus matara a alguien si algo te sucede, Natalie. — la joven temblor en su lugar por solo escucharlo decir su nombre.

— ¿Sabes mi nombre? — pregunto casi sin aliento, se desconocía, quien la escuchara, seguro pensaría que estaba tratando de seducir al buen vaquero que estaba frente a ella, tomando el pomo de la puerta de su “nuevo hogar” y abriéndolo como si él fuese el dueño.

— Lo siento, creo que no me presente, soy Malakai… — al mayor se le olvido lo siguiente que iba a decir, estaba seguro de que era algo referente a Magnus, pero en ese momento solo podía oler el dulce aroma a excitación de Natalie, como si hubiera miel en el aire.

— Malakai.

Repitió la joven y fue cuando todo se salió de control.

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