Mundo ficciónIniciar sesiónEn la noche de la Luna de Sangre, Lyria Moonvale es humillada y rechazada públicamente por su pareja destinada, Kael Blackfang, el Alfa Supremo del Territorio Norte. Acusada de una traición que no cometió, su vínculo es roto, su nombre manchado y su destino sellado con el destierro. Convertida en una loba sin manada, Lyria es arrojada a un mundo donde la debilidad significa muerte. Pero el rechazo no destruye su espíritu… despierta algo antiguo en su sangre. Un poder prohibido que ha dormido durante generaciones y que ahora responde al dolor, a la rabia y a la traición. Mientras Kael lucha contra las consecuencias de una decisión que podría condenar a su territorio, un enemigo emerge desde las sombras: Darian Nightclaw, el Alfa renegado, el hombre al que todos temen… y el único que ve en Lyria no una traidora, sino una reina nacida del caos. Marcada por el enemigo de su manada y perseguida por aquellos que desean su muerte, Lyria se ve atrapada entre dos alfas, dos destinos y una verdad capaz de destruir el orden de los clanes. Porque la luna no siempre elige al más fuerte. A veces, elige a la más rota. Y cuando una loba rechazada reclama su verdadero poder, ninguna manada está a salvo.
Leer másLa luna de sangre se alzaba sobre el Claro del Juicio, enorme y despiadada, tiñendo el bosque de un rojo antinatural. El aire olía a hierro y resina, a destino y condena. Todas las manadas del Territorio Norte estaban reunidas, formando un círculo perfecto alrededor de la piedra sagrada.
Allí, de rodillas, estaba yo.
El vestido ceremonial blanco se me pegaba a la piel por el frío nocturno. La tierra húmeda manchaba el dobladillo, pero no me moví. No podía. El vínculo ardía en mi pecho como una herida abierta, latiendo al ritmo de un corazón que ya no me pertenecía del todo.
Kael Blackfang estaba frente a mí.
Mi alfa.
Durante años había imaginado este momento: la luna revelando nuestro lazo, su mirada suavizándose al sentirme, el reconocimiento que toda loba espera. Soñé con orgullo, con pertenencia, con hogar.
Nada de eso ocurrió.
—Lyria Moonvale —pronunció el Anciano Mayor, su voz temblando con la gravedad del ritual—. La luna ha hablado. El vínculo ha sido revelado. Es momento de que el alfa decida.
Un murmullo recorrió la multitud. Sentí cientos de miradas clavarse en mí: curiosidad, desprecio, lástima. Los omegas bajaban la cabeza. Los guerreros observaban con dureza. Nadie sonreía.
Kael dio un paso al frente.
Su presencia aplastó el aire. Alto, imponente, con ojos negros como una noche sin estrellas. Era el hombre al que había amado en silencio desde que tenía memoria. El hombre que me había salvado una vez, años atrás, cuando era solo una loba torpe atrapada en una tormenta.
Pero el Kael que me miraba ahora… no era ese hombre.
—Antes de que este vínculo sea aceptado —dijo, con voz firme—, hay asuntos que deben ser juzgados.
Mi corazón dio un vuelco.
—¿Qué asuntos? —pregunté, incapaz de contenerme.
El anciano frunció el ceño, pero Kael levantó la mano para silenciarlo.
—Lyria Moonvale —continuó—, te acuso de traición contra tu manada.
El mundo se inclinó.
—¿Qué…? —Mi voz salió rota—. Eso no es verdad.
—Se encontraron pruebas —intervino uno de los consejeros—. Mensajes. Rutas. Información entregada al enemigo.
Negué con la cabeza, desesperada.
—¡Eso es mentira! Nunca haría algo así. Esta es mi manada. Es mi hogar.
Busqué los ojos de Kael, esperando ver duda. Confusión. Algo.
No encontré nada.
—Tres patrullas emboscadas —dijo él—. Guerreros muertos. Todo después de que tú tuvieras acceso a los mapas.
Cada palabra era un golpe.
—Alguien me está incriminando —susurré—. Kael, por favor. Tú me conoces.
Por un instante, algo pareció cruzar su mirada.
Pero desapareció tan rápido como llegó.
—La luna no se equivoca —declaró—. Y yo no puedo permitir una traidora a mi lado.
El vínculo ardió con violencia, como si mi lobo gritara dentro de mí.
—Por el poder que me otorga mi sangre y mi posición como alfa —anunció Kael, alzando la voz—, te rechazo como mi pareja destinada.
El dolor fue inmediato.
No fue solo emocional. Fue físico. Brutal. Sentí como si me arrancaran algo del pecho, como si mi alma se desgarrara en dos. Grité. No pude evitarlo. Mis manos se clavaron en la tierra mientras lágrimas ardientes corrían por mi rostro.
Mi lobo aulló en mi mente, herido, confuso, furioso.
La multitud observaba en silencio.
Nadie intervino.
—Desde este momento —continuó Kael, con una frialdad que me heló la sangre—, Lyria Moonvale queda desterrada del Territorio Norte. Sin manada. Sin nombre. Sin protección.
El anciano golpeó la piedra con su bastón.
—Así se ha decidido.
Caí hacia adelante, vencida. El mundo se volvió borroso. El rojo de la luna parecía sangrar sobre nosotros.
Pensé que ese sería el final.
Pero no lo fue.
Algo se movió dentro de mí.
Una sensación distinta al dolor. Más profunda. Más antigua. Un calor oscuro que despertó en mis venas, respondiendo a la humillación, a la injusticia, a la traición.
La luna de sangre brilló con más intensidad.
Un viento extraño recorrió el claro, haciendo que los árboles crujieran. Algunos lobos retrocedieron, inquietos.
Desde el borde del bosque, entre las sombras, unos ojos plateados observaron la escena.
No eran de un lobo común.
Eran conscientes. Calculadores.
Y una voz grave, cargada de promesas y peligro, susurró en la oscuridad:
—Una loba rechazada… es la más peligrosa de todas.
Yo aún no lo sabía.
Pero mi verdadera historia acababa de comenzar.
El bosque estaba irreconocible. La luz de la luna roja se filtraba entre las ramas quebradas y los troncos caídos, iluminando un terreno convertido en un campo de caos. Los híbridos habían vuelto a aparecer, más numerosos y feroces que antes, avanzando en formación perfecta. Cada uno de ellos parecía haber sido entrenado para anticipar mis movimientos, para neutralizar el poder que brotaba de mi interior.Mi corazón golpeaba con fuerza en el pecho, mezclando miedo y adrenalina. Mi lobo no estaba solo despierto; estaba hambriento, ansioso, listo para devorar cualquier amenaza que se atreviera a acercarse.—¡Lyria! —gritó Darian, empujándome hacia un lado mientras un híbrido saltaba hacia nosotros—. ¡Usa tu poder con control!Intenté concentrarme. Inspiré profundo, sintiendo cómo la energía dentro de mí fluía como un río salvaje. Cada golpe de mi corazón enviaba ondas de fuerza por mis venas, y cada respiración conectaba con los latidos de los lobos antiguos que me observaban desde la s
El bosque temblaba bajo nuestros pies. Los aullidos de los cazadores, mezclados con los gritos de los Silenciosos y los rugidos de Kael y Darian, llenaban la noche de un caos casi tangible. El aire estaba cargado de electricidad, de poder antiguo, de muerte cercana. Cada hoja, cada rama, parecía vibrar con una energía que no pertenecía al mundo humano ni al territorio de los lobos comunes.Mi corazón golpeaba con violencia contra mis costillas, y mi respiración se había vuelto irregular, corta, casi dolorosa. No solo estaba herida físicamente; mi espíritu estaba al borde del colapso. Sin embargo, en medio del dolor, sentí algo despertar dentro de mí: un fuego oscuro, primitivo, imposible de ignorar. Mi lobo interior ya no estaba escondido.—¡Lyria! —gritó Darian, lanzándose a mi lado—. ¡Controla tu poder!Intenté obedecer. Cerré los ojos, respiré hondo, e intenté calmar el caos que crecía dentro de mí. Pero fue inútil. Cada pensamiento sobre Kael, sobre el rechazo, sobre la traición,
El bosque no era solo un refugio; se había convertido en un campo de guerra. Cada sombra, cada susurro del viento, escondía un enemigo. Mi lobo rugía dentro de mí, desesperado, instintivo, recordándome que yo ya no era una loba común. Ya no pertenecía a ningún territorio. Ya no tenía manada. Ya no había reglas.—¡Lyria! —gritó Darian, su voz cortando la tensión como un cuchillo—. ¡Muévete!Corrí sin pensar. Cada paso levantaba hojas y polvo, mezclándose con la sangre que aún goteaba de mis manos arañadas por las ramas. Las Silenciosas me rodeaban, formando un muro protector, pero no eran suficientes. Los cazadores avanzaban rápido, silenciosos, como sombras letales que se adaptaban a cada movimiento.—No son lobos —dije jadeando, mientras mi corazón golpeaba contra mis costillas como un tambor de guerra—. Son… algo más.Darian asintió, apretando los dientes.—Híbridos. Criados para matar lo que tú eres. No sienten miedo, no sienten compasión. Solo obedecen la sangre y la orden.Mi est
El aullido desconocido se expandió por el bosque como una grieta en el mundo.No era solo un sonido.Era una orden.Los árboles se estremecieron. Las hojas cayeron en silencio, como si la naturaleza misma se arrodillara ante aquello que acababa de despertar. Mi aura seguía latiendo a mi alrededor, negra y plateada, viva, respirando conmigo.Yo no podía moverme.No por miedo.Sino porque algo me estaba reclamando.Kael fue el primero en reaccionar. Retrocedió un paso, instintivamente, como si su cuerpo entendiera antes que su mente que estaba frente a algo que no podía dominar.—Eso no es posible… —murmuró—. Ese poder fue erradicado.Darian no apartó los ojos de mí.—No —corrigió—. Fue ocultado.Mi respiración era errática. Cada inhalación me quemaba los pulmones, como si el aire ya no me perteneciera. Mi lobo no gemía ahora. Observaba. Despierto. Atento. Antiguo.—Lyria —dijo Darian con voz firme—. Mírame. No dejes que te consuma.Intenté enfocarme en él.En sus ojos plateados, que re
La noche pareció contener el aliento.Los aullidos se acercaban, cada vez más claros, más cercanos. No necesitaba olerlos para saberlo. Conocía esas voces. Había crecido escuchándolas, luchando junto a ellas, confiando mi espalda a esos mismos guerreros que ahora venían a cazarme.Mi antigua manada.Mi lobo se encogió dentro de mí, herido, confundido. El vínculo roto volvió a arder, como si Kael estuviera demasiado cerca. Demasiado consciente de mí.Darian seguía frente a mí, inmóvil, su mano extendida como una promesa peligrosa.—No tienes tiempo —dijo con calma—. Ya cruzaron el límite del bosque.Mis dedos temblaron.Si huía sola, moriría.Si iba con él… todo lo que me habían enseñado decía que era peor que la muerte.—¿Por qué? —pregunté, con la voz rota—. ¿Por qué ayudarme?Los ojos plateados de Darian se clavaron en los míos.—Porque el poder que despertó en ti no debería estar en manos del Norte —respondió—. Y porque alguien quiere verte muerta antes de que lo comprendas.El sue
El bosque me recibió sin compasión.Corrí.No porque alguien me persiguiera, sino porque quedarme significaba morir. Cada paso alejándome del Claro del Juicio era un latido arrancado de mi pecho. El vínculo roto aún ardía, pulsando como una herida que se negaba a cerrar.La noche me envolvía, espesa y cruel.Las ramas me arañaban la piel, el vestido ceremonial se desgarró al engancharse en los arbustos, pero no me detuve. No podía. El territorio neutral comenzaba más allá del Río Sombrío, y si no lo cruzaba antes del amanecer, cualquier manada podía cazarme sin consecuencias.Una loba sin manada no tenía derechos.Ni valor.Ni protección.Mi lobo gemía dentro de mí, débil, desorientado. El rechazo había dañado el vínculo, pero no lo había destruido por completo. Eso era lo peor. El dolor persistente me recordaba, con cada respiración, que Kael aún existía en algún rincón de mi alma.—No mires atrás —me obligué a susurrar.El viento cambió de dirección.Me detuve de golpe.El olor.No
Último capítulo