La mañana del viernes amaneció con un aire pesado. Clara, acostumbrada ya a las rutinas tranquilas con Mateo antes de salir de casa, se sintió diferente ese día. Había algo en el ambiente, como si las paredes mismas guardaran un secreto que todavía no se revelaba.
Bajó temprano a revisar el correo del edificio. Entre facturas habituales y revistas promocionales, un sobre sin remitente llamó su atención. Era blanco, sencillo, con su nombre escrito en tinta azul, la misma caligrafía que ya había aprendido a temer.
Clara sintió cómo su respiración se agitaba. Miró a su alrededor. El pasillo estaba vacío, pero el silencio se volvió un eco opresivo. Con manos temblorosas abrió el sobre.
Dentro había una hoja doblada en dos.
"El amor verdadero no se destruye, Clara. Puedes jugar a ser feliz, pero en el fondo sabes que me perteneces. Nadie te entenderá como yo. Nadie te hará sentir lo que yo te hice sentir. Pronto lo recordarás."
La firma estaba reducida a una inicial: F.
El papel le r