El bufete parecía respirar otro aire. Tras semanas de reconocimiento por la inauguración del parque urbano, las llamadas de nuevos clientes no paraban de sonar. Los pasillos se llenaban de carpetas con sellos de proyectos ambiciosos, propuestas de inversión y bocetos que prometían cambiar la ciudad.
Raúl Zambrano, jefe del bufete, y Ernesto Aguilar, líder de ingeniería estructural, convocaron a una reunión general en la gran sala de juntas. La emoción flotaba en el ambiente: todos sabían que se avecinaba una etapa de grandes retos.
Raúl tomó la palabra con su voz firme:
—Estamos ante una oportunidad histórica. No se trata de un solo encargo, sino de varios proyectos en simultáneo: culturales, urbanos y privados. Nuestro equipo está en la mira de la ciudad y debemos responder con excelencia.
Los murmullos se expandieron, cargados de ilusión. Clara estaba sentada con su libreta de notas, la mirada expectante. A su lado, Mateo mantenía los brazos cruzados, escuchando con atención