Mundo ficciónIniciar sesiónMarcada desde a infância por um sinal que o povo acredita ser obra do demônio, Helena foi acusada de bruxaria e forçada a viver isolada no fim do vilarejo. Sua única conexão com o mundo são os feridos que aparecem à sua porta, desesperados por cura, mas sempre prontos a desprezá-la depois. Quando Tristan, um cavaleiro marcado pela brutalidade da guerra, surge ferido em sua vida, ela não tem escolha senão cuidar dele. Ele nunca acreditou no amor. Ela nunca esperou ser salva. Mas conforme os dias se tornam semanas, Tristan percebe que Helena enxerga além de suas cicatrizes e pecados. Só que a guerra não espera, e quando o dever chama, Helena terá que tomar a decisão mais difícil de sua vida: fugir e salvar a si mesma ou lutar ao lado do homem que prometeu nunca amar.
Leer másContinuación de mi primer libro Alfa King...
—¡Feliz cumpleaños!
Sentí como Jeremy me jalaba.
—¡Despierta!
—¡Jeremy todavía es de noche!—me destape para mirarlo furiosa.
—¡Quiero que veamos el amanecer!, Mañana me voy y quiero pasar el mayor tiempo contigo—me miró con cara de cachorrito.
—Está bien—dije vencida—. Me voy a vestir rápido.
Salimos de hurtadillas del palacio, afuera nos esperaba José con dos motos.
—¿De dónde sacaste esas cosas?—le pregunté a José preocupada.
—Las tomamos prestadas de Alan y Alex—me contestó José.
Jeremy se subió a una, me indico que me subiera detrás de él y me sujetara fuerte
—¿Estás seguro de que Alan sabe de esto?.
—No, las tomamos sin permiso alguno—habló Jeremy—, pero las devolveremos a tiempo.
—¡Nos van a matar!—Alan se pondrá furioso.
Jeremy arranco la moto a toda velocidad arrancándome un grito
Paseamos por la ciudad, las calles estaban desiertas y todo se veía hermoso, nos debíamos hacia la playa.
—Ya va amanecer— dijo José sacándose el casco
—Ven Rosali.
Jeremy me jalo del brazo y me arrastró hacia al mar.
—¡O por dios!—exclamé y abrace a Jeremy—. Esta hermoso.
Un poco alejada de la orilla estaba escrito ¡Feliz cumpleaños Rosali! con caracolas.
—Si lo sé, soy el mejor hermano del mundo—se le inflo el pecho.
—¿Y a mí no me agradeces?, ¡Yo también ayude!—se quejó José.
—Muchas gracias José.
Me separe de Jeremy, abrace muy fuerte a José y le bese en la mejilla
—Te voy a extrañar demasiado a ti también—lo mire afligida.
—Y yo a ti mi caramelo—mi corazón se estremeció al escuchar ese apodo, solía decírmelo cuando éramos novios—, fuiste mi primer amor y nunca lo olvidare—me beso en la frente.
—ejem ejem—Jeremy fingió toser—, les recuerdo que estoy aquí.
—Cómo olvidarlo—sonrió José—. Eres como la garrapata de Rosali, ¡Apuesto que es un alivio para ella librarse de ti!
—¿Perdón?, ella me adora, ¡me idolatra!, ¡sufrirá un infierno sin mí!, ¿verdad Rosali?—Jeremy me abrazo dramáticamente.
—No exageres—le dije riendo.
—¡Ya siéntense!, que va a amanecer—nos indicó José.
La vista era hermosa, el sol salió con todo su esplendor alumbrando toda la playa y haciendo que las caracolas tomaron un brillo hermoso, saque mi celular para tomarle foto.
—¡¿Trajiste tu celular?!—gritó Jeremy espantado.
—Si, ¿por qué?
—Rosali, me acabas de besar la mejilla y yo te bese la frente, ¿no te trae un recuerdo a la mente?
¡Oliver seguro lo sintió!
—¿Creen que estará furioso?—les pregunte.
—Lo estará más cuando valla a buscarte en tu habitación y encuentre mi nota—respondió Jeremy
—¿Qué nota?—Preguntó José ganándome la palabra.
—Una donde escribí haciéndome pasar por Rosali.
—¿Y qué escribiste?
Mi celular empezó a sonar y apareció el nombre de Oliver en la pantalla.
—"Querido Oliver, cambie de parecer, me voy con mi hermano y no pienso volver jamás lo siento mucho" y no me acuerdo que más escribí—dijo Jeremy.
—¡Estás loco!—gritamos José y yo a la vez.
—No es para tanto, en unas horas volveremos al palacio, tú te comportas como que no sabías nada y pensabas que ellos sabían que pasarías la mañana conmigo y yo le diré que fue una broma pesada de mi parte ¡problema resuelto!—hablo despreocupado—. Además solo serán un par de horas.
—El estará muy angustiado.—Dije enojada.
—Dylan sabe de esto—sacó unos frascos de su bolsillo—. Me dio esto para tapar nuestro olor, además él sabe que si Oliver se descontrola demasiado puede decirle que es una broma de mi parte y que volveremos en la tarde.
Mi celular seguía sonando, Jeremy me lo arrebató, lo apago y se le guardó en el bolsillo.
—Más rato te lo devuelvo—me dio el frasco—. Tómatelo
Me tome la poción de mala gana y rece para que esto no se descontrole
—¡Para eso querías la pelucas, ¿verdad?!—José sacó de su mochila las pelucas que un año atrás usamos para escapar de los chicos.
—Aun las tienen.—Dije poniéndome la mía.
—Con esto no nos reconocerán en la ciudad—hablo Jeremy—. Dylan me dijo que hay un restaurante en la ciudad que hacen unos panqueques espectaculares.
—Pues vamos—dijo José subiéndose a su moto—. Antes que nos encuentren.
****
—¿Ósea que tú fuiste quien le dijo a Susy que me acosara?—se sorprendió José—. ¡Ya ves Rosali!, yo no era el que coqueteaba con ella.
Jeremy contaba sus fallidos intentos de separarnos años atrás cuando José y yo éramos novios.
—Quería que Rosali se separa de ti sin meterme yo, pero como no lo hacían ...
—Impusiste tu voluntad,—lo golpee en el brazo—y al pobre José lo golpeaste.
—¿Y desde cuándo lo sabías?—preguntó José—. Porque nosotros fuimos muy cuidadosos.
—Cómo un mes y medio antes de que terminaran.
—Wow, yo estuve con José un año, así que te diste cuenta muy tarde— me burlé de él.
—¡Un año!—se sorprendió Jeremy.
—De mucho esfuerzo—se quejó José —, no podía llamarla, ni buscarla en su casa, en la calle íbamos disfrazados como ahora ¡era estresante!
—No es irónico todo esto—hable yo— , que estemos aquí sentados los tres conversando y ahora que los dos seamos buenos amigos de José.
—¿Qué hubiera pasado si no los hubiera separado?— pregunto Jeremy.
—Hubiera sido a mí y no a ti, a quien Oliver golpeara aquel primer día de escuela—dijo José.
—Y pensar que ese día empezó todo—suspire—. Oliver se veía tan guapo ese día vestido como adolescente.
—O por dios ¡cállate!—gruño Jeremy.
José y yo nos burlamos de los celos de Jeremy
Nuestra orden llegó.
—Esto esta delicioso—José se devoraba los panqueques—. Menos mal pedí doble.
—Nada mal—hablo Jeremy.
—Pero no se comparan a los tuyos—bese la mejilla de Jeremy—. Eres el mejor cocinero hermanito.
—Lo sé—dijo vanidoso.
—Se imaginan lo molesto que debe estar Oliver—dijo José.
—No tienen idea—escuche una voz detrás de nosotros.
Volteo y me encuentro a Jaime.
—Feliz cumpleaños, Rosali—me saluda Jaime.
—Gracias.
—Jaime el susto me diste—habló José—. Pensé que eras Oliver.
Jaime se sentó en nuestra mesa.
—Fueron fácil de encontrar, claro por mí, los demás fueron al aeropuerto— hablo muy serio como siempre.
—¿Cómo sabías que estábamos aquí?
—Primero, si querían escapar no hubieran dejado su ropa, segundo, Rosali no hubiera dejado una nota tan simple y patética; y tercero, no se hubieran ido sin su mama.
—¡Es cierto!, Me olvide de mama—Jeremy se golpeó la cabeza.
—Además conociendo su voraz apetito, sabía que estarían desayunando en algún restaurante de la ciudad—hablo Jaime.
—Jeremy le está haciendo una broma a Oliver, yo no sabía nada—hable.
—Lo supuse, además vi las preciadas motos de Alan y Alex, yo no me preocuparía tanto por Oliver, sino en lo que les va ser Alan cuando se entere. —En su rostro se dibujó una pequeña sonrisa fugaz que me pareció algo siniestra
—¡Lo sabía!, Y yo que me alejo de los problemas con él, Jeremy—José miró molesto a Jeremy
—Nadie se quiere meter en problemas con el suegro—Jaime sonrió nuevamente.
Jaime sonriendo dos veces en el día, esto es extraño.
—¿Con quién?—de qué hablan estos.
José lo miraba espantado y Jeremy mudó de color.
—¿Cómo lo supiste?—le preguntó José con la voz muy baja.
—Lo sospechaba, pero cuando vi unas lágrimas caer de tus ojos cuando cierta niña lloraba por tener fiebre lo confirmé.
—¿Me pueden explicar de qué hablan?—preguntó alarmada.
—Así que solo se lo contaste a Jeremy, ¿por eso se quisieron ir tan rápido cierto?
—Si, solo nos quedamos por el cumpleaños de Rosali un mes más— hablo Jeremy.
— ¡¿De qué hablan?!—grite molesta—. No entiendo nada de lo que dicen.
—¿Puedes guardar un secreto Rosali?—José se veía muy afligido.
—Lo que quieras, pero explícame que pasa...
—Mi mate es la hija de Alan. — Se explicó José.
—¡O por el amor de dios!, ¿Tu mate es la pequeña Gabriela?, oh dios, oh dios, si Alan se entera...—mire al pobre José—, ¡Oh dios!.
—Por eso tienen que partir pronto si no quieren que Alan se entere, apuesto que Dylan ya tiene sus sospecha—dijo Jaime.
—Es por eso por lo que nos vamos mañana—se explicó mi hermano—, por favor Jaime no se lo digas a nadie.
—Cuentan con mi discreción—hablo Jaime.
—Yo tampoco diré nada—afirme.
—Bueno—Jaime se levantó de la mesa—. Con su permiso me retiro a la biblioteca, le diré a Oliver que estoy buscando en la ciudad sin encontrarlos, así les daré más tiempo.
—Gracias—le sujeté la mano—. Eres un increíble amigo.
Se despidió con un gesto con la cabeza y se fue.
—Cuanto lo siento José— le dije—. Si hubiera sabido que pasaba, no los hubiera obligado a quedarse tanto tiempo en la isla.
—No es tu culpa Rosali—me sonrió José.
—Bueno olvidemos los problemas e intentemos pasar una bonita mañana les parece—dijo Jeremy.
Caminamos por la ciudad que recién abría sus puertas a tan tempranas horas de la mañana, entramos a un museo que habría temprano, pasamos varias horas ahí, después fuimos a pasear por un centro comercial, donde Jeremy me compro mucha ropa y nos divertimos mucho; fuimos almorzar y después al cine, cuando me di cuenta ya eran las 4 de la tarde.
—¿No les parece que deberíamos volver?—les pregunté.
—Si creo que ya deberíamos—dijo José.
—Pues vamos—confirmó Jeremy.
****
—¿Dónde m****a estaban? ¿Y que carajo hacen con esas pelucas? — nos saludó de una manera muy tierna Alan en la puerta
—Es cierto, las pelucas—dije quitándome y dándosela a José para que la guarde en su mochila.
—Solo nos fuimos a pasear—explicó Jeremy—. Quería jugarle una broma pesada a Oliver.
—Pues creo que te pasaste un poco—hablo Alan.
—¿Por qué lo dices?—dije angustiada.
—Averígüelo ustedes mismos, yo iré a ver a mis bebés, el pequeño Bael está que hace sufrir a su madre así que iré a ayudarla.
Alan se fue y nosotros entramos al palacio.
—Al fin chicos—encontramos a Dylan adentro del palacio—. Ya estaba a punto de decirle a Oliver la verdad, acaba de encerrarse en su habitación ¡es todo un dramático!
—Yo iré verlo rápido.
—Te acompaño para explicarle—me dijo Jeremy.
—No te preocupes, él lo entenderá.
—Rosali, él está muy enojado—me dijo Dylan—y triste
—Yo lo calmare, si ve a Jeremy se le irá encima.
Salí corriendo a su habitación.
Cuando llegue toque la puerta, pero nadie habló, cuando toqué de nuevo escuche su voz.
—Lárguense—gritó Oliver.
—¡Oliver soy yo!—grite—Rosali...
Escuche sus pasos apresurados y abrió la puerta rápidamente, Oliver estaba despeinado y con los ojos amarillos ¡su lobo!
—¡Cómo pudiste dejarme!—me sujetó del brazo y me llevó adentro se cuarto—. ¡Me prometiste que no te irías!¡me juraste que no podías vivir sin mí!
Su habitación estaba destruida.
—Mi amor, nunca quise dejarte, Jeremy te jugo una broma y me escondió todo el día—le dije cariñosamente.
—¡Mientes!—gritó y me zarandeo, sentía como sus garras me lastimaban los brazos.
—Cariño no, escúchame...
Me beso a la fuerza mordiéndome el labio
—Oliver me haces daño.
El me arrincono a la pared sin escapatoria.
—¿Con quién te besaste?—su cara era de desquiciado y sus ojos seguían amarillos.
—Solo fue un beso en la frente de José, no fue en la boca.
—¡Tú eres mía y de nadie más!, ¡nadie puede tocarte!
—Oliver yo...
Me sujeto fuerte y me empezó a morder el cuello.
—¡Oliver no...!
El dolor era infernal, sentía como el dolor se esparcía por todo mi cuerpo
—Mia—escuche que decía antes de perder la conciencia.
Três luas haviam passado desde a fuga.O tempo, tão cruel outrora, agora era gentil. Já não os perseguia — apenas os embalava, dia após dia, como um velho amigo. A primavera havia florescido inteira sobre as colinas da nova terra, e a brisa que descia do alto trazia o perfume de lavanda, hortelã e terra molhada.A nova casa se erguia sólida no alto de uma elevação suave, cercada por campos verdes e uma floresta distante ao fundo. Era grande, feita de pedras claras e vigas firmes de madeira escura. Dois andares, quatro janelas na frente, uma varanda larga com bancos de madeira, onde o vento dançava com as cortinas leves. O telhado era inclinado, coberto por telhas vermelhas queimadas de sol, e chaminés lançavam para o céu espirais de fumaça suave, com cheiro de pão assando.Ao lado da casa, um grande curral coberto, dividido em alas para cada tipo de animal. Os cavalos tinham baias espaçosas e limpas, com feno fresco empilhado nos cantos. As galinhas ciscavam livres em um cercado abert
A estrada se alongava diante deles, serpenteando entre colinas douradas e campos silvestres. O cavalo trotava devagar, como se também sentisse o cansaço que pesava nos corpos de Helena e Tristan. Eles haviam deixado para trás o mundo que os feriu — a vila, as chamas, os gritos. Agora, seguiam em direção ao desconhecido. Mas o desconhecido não os assustava mais. O passado havia queimado, e com ele, parte das correntes que os prendiam.A brisa era diferente naquela nova terra. Trazia o perfume das flores do campo e de árvores que Helena não reconhecia. As cores pareciam mais vivas ali — o céu mais azul, a relva mais verde. Talvez fosse apenas o alívio, a liberdade pintando o mundo com tintas mais suaves.Tristan cavalgava em silêncio, o olhar atento à estrada. Mas de tempos em tempos, seus olhos deslizavam para Helena, que segurava firme sua cintura, o rosto apoiado nas costas dele. Estava pálida, os traços marcados pelo trauma recente, mas havia serenidade em seus olhos, como se a próp
O mundo parecia suspenso no tempo enquanto o casal cavalgava lentamente pela estrada de terra batida. O céu estava tingido de tons suaves de cinza e azul, como se o próprio horizonte estivesse em silêncio, respeitando a dor e o alívio que os dois carregavam nos ombros. A floresta já havia ficado para trás, e agora o caminho se abria em campos ondulados, pontilhados por flores silvestres que dançavam ao vento.Tristan segurava as rédeas com firmeza, mas seus olhos estavam pesados. As mãos estavam marcadas de sangue seco, os músculos doíam como se cada nervo do corpo tivesse sido retorcido. Helena se apoiava contra ele, os braços ao redor de sua cintura, tentando absorver dele um pouco da força que sempre a salvara — mas também querendo dar a ele um pouco da sua.O silêncio entre eles não era vazio. Era cheio de significados, de memórias recém-gravadas e feridas ainda abertas.Quando finalmente pararam sob a sombra de uma árvore frondosa, ambos desceram do cavalo com dificuldade. Helena
A vila estava em ruínas.O céu parecia desabar em cinzas, o fogo consumindo o que um dia fora lar, mercado, capela. O estalo das chamas misturava-se aos gritos dos feridos, ao ranger de madeira cedendo, ao tilintar de espadas ainda em choque por aqui e por ali. O caos reinava — um caos sem glória, nascido do ódio, da injustiça e da retribuição.Tristan segurava Helena firme contra si enquanto avançavam pelas ruas sujas de sangue e fuligem. Ambos estavam cobertos de marcas — cortes, fuligem, poeira — mas vivos. Vivos e juntos.— Por aqui! — gritou Bryn ao longe, abrindo passagem entre destroços com sua lâmina. — A trilha leste está livre!Tristan montou rapidame
A vila ardia em sombras e fumaça.Casas fechadas, portas escancaradas com pressa, barris tombados, sangue misturado à lama — tudo era sinal da guerra silenciosa que se espalhava como praga. Os gritos haviam diminuído, mas o ar ainda tremia com a tensão de algo prestes a explodir.Padre Mathias corria por vielas estreitas, a batina rasgada pela pressa, o rosto suado e manchado de fuligem. Seus olhos se reviravam de um lado para o outro como os de um rato encurralado.— Eles vão me matar… eles vão me matar… — murmurava para si, tropeçando nos próprios pés.Passou por trás da capela, onde alguns fiéis mortos jaziam. Evitou olhar. Sua fé agora era apenas medo. Fé de que pudesse escapar.Mas o destino já o observava.
A multidão rugia como um mar em fúria. Gritos e vaias se erguiam na praça, o cheiro de fumaça já presente no ar. No centro, a estrutura da fogueira se erguia como um altar grotesco — troncos empilhados, trapos embebidos em óleo, cordas apertadas com brutalidade. E ali, amarrada, com os cabelos desgrenhados e a pele suja de terra e sangue seco, estava Helena.Os olhos dela varriam a multidão com um desespero surdo. O coração batia tão alto que era como se o mundo inteiro ouvisse. Mas ninguém ouvia. Ninguém via. Para eles, ela não era Helena. Era um monstro. Uma bruxa. Um espetáculo.O padre Mathias erguia os braços e gritava passagens sagradas, cuspindo condenação entre cada palavra.— Qu










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