—¡Es mentira! —gritó Terrance con voz firme, su mirada fulminante—. Estás sembrando caos, puedo ver a través de ti. Sé que mientes.
Lilian sonrió con burla, inclinando apenas el rostro con una expresión de perverso placer.
—No miento… —susurró, disfrutando la duda sembrada en los ojos de Gabriel.
Terrance, sin perder el control, hizo un gesto con la mano y dos guardias se acercaron de inmediato.
Lilian intentó resistirse, pero la tomaron con fuerza y la ataron a una silla de metal.
—¡Pagarás por esto, Eastwood! —espetó, escupiendo al suelo.
Gabriel, con el pecho ardiendo de rabia, dio media vuelta y salió del sótano.
Sus pasos resonaban con furia en el piso de mármol. Terrance lo siguió.
—¡Gabriel! ¿A dónde vas? —lo alcanzó en la escalera, sujetándolo del brazo.
Gabriel se giró bruscamente. Su mirada estaba llena de odio, sus puños apretados.
—Voy a hablar con Vivian —gruñó entre dientes—. Ella va a confesarlo todo. ¡Si es una traidora, quiero escuchar de su propia boca por qué lo hizo