El sol dorado se reflejaba sobre el océano mientras las olas murmuraban dulcemente en la orilla.
La brisa cálida acariciaba los rostros de los presentes, trayendo consigo un aire de serenidad y emoción.
La familia estaba reunida en la casa de Arly y Ryan, un paraíso junto al mar, para celebrar el bautizo de los gemelos de Mia y Eugenio.
La ceremonia era íntima, solo la familia y el sacerdote que oficiaría la bendición.
Mia sostenía con ternura a Ángel en sus brazos, mientras Eugenio tenía a Jesús. Los bebés, vestidos de blanco, parecían ángeles caídos del cielo, con sus manitas inquietas y sus ojitos curiosos.
A su alrededor, el amor se manifestaba en cada mirada.
Mila y Aldo sostenían a su pequeño Terrius con orgullo; Vivian cargaba a la pequeña Ely, con una sonrisa que reflejaba todo su amor maternal, y Arly acunaba a su hija Aimé, cuyo rostro reflejaba la pureza de la infancia.
El sacerdote comenzó la ceremonia con palabras solemnes, evocando la importancia del amor, la protección y