Mundo ficciónIniciar sesiónAriana enfrenta una realidad desesperante: su padre, un alcohólico adicto a las apuestas, trabaja con gente peligrosa, mientras su hermanita de cinco años sufre de un trastorno de nacimiento que hace que sus huesos sean extremadamente frágiles. La situación empeora cuando descubre que su amada abuela, quien siempre ha cuidado de ellas, padece cáncer de pulmón. Sin saber a dónde acudir, su amiga le sugiere que lo único de valor que tiene es su juventud y belleza, y que debe aprovechar eso. Decidida, Ariana toma la dolorosa decisión de vender su virginidad. Entra a un club exclusivo donde los hombres pagan por el amor de jóvenes mujeres, en busca de una solución a sus problemas. Es allí donde su destino se cruza con Axel, un hombre que vivido entre lujos y caprichos, acostumbrado a obtener todo lo que desea. Nieto de un poderoso mafioso alemán e hijo de un influyente funcionario del gobierno, su vida cambió drásticamente tras perder al que creía era el amor de su vida en un accidente automovilístico. Desde ese trágico momento, Axel nunca volvió a ser el mismo. Ahora, en un intento por llenar el vacío que lo consume, busca mujeres que le recuerden a su examor. Cuando Axel ve a Ariana, su deseo y obsesión se desatan. El beso que comparten en ese club de lujo enciende en él una sed insaciable de control. Lo que ninguno de los dos sabía es que este encuentro desencadenaría una tormenta mucho más oscura. Ariana, en busca de una solución, se verá atrapada en los retorcidos juegos de un monstruo envuelto en dinero y poder. Axel, se sumergirá en su propio abismo, persiguiendo una obsesión que solo lo conducirá a mayores sombras. ¿Es posible que, entre tanto dolor y lágrimas, pueda florecer un destello de amor?
Leer másAl fin, mañana es el día que he esperado durante tantos años. No puedo contener la emoción de salir de aquí, del infierno que es este orfanato. Este lugar, donde lo inimaginable ocurre, está oculto tras la sotana de un cura. Desde que empecé a crecer, comprendí que las cosas no eran normales.
Aquí nos encontramos los hijos de padres fallecidos o simplemente abandonados, como yo. En mi caso, fui hallada en la entrada del orfanato, sin ningún vínculo con una familia, apenas una bebé de unos días. Sin embargo, eso nunca me ha importado. Desde que empecé a crecer, lo único que he deseado es que llegue el momento de marcharme. El orfanato se encuentra a las afueras del pueblo, en medio de un campo. Desde el exterior, parece hermoso, rodeado de un extenso jardín lleno de flores, un bosque de pinos y, cerca, un pequeño lago donde me gusta ir a leer y estudiar. Pero, lamentablemente, la belleza de este lugar es solo superficial; dentro se esconde un verdadero infierno, uno que las personas de afuera ni se imaginan. El supuesto cura encargado no es más que un estafador que se roba el dinero donado para los niños, que debería destinarse a alimentos, ropa y gastos médicos. Como se queda con todo, estamos obligados a usar los mismos harapos y ropas viejas, comemos cosas horribles, a veces incluso podridas, y cuando nos enfermamos, contrata a un médico de quinta que dudo que sea realmente médico. A causa de esto, más de tres niños han muerto por intoxicación. Los que se atreven a rebelarse son brutalmente golpeados, sometidos a castigos horribles e incluso dejados sin comida y agua durante días. La razón por la que he sobrevivido aquí ha sido, sin duda, mi astucia. No me quejo de las cosas; la comida que me dan apenas me la trago, aunque luego la vomite, lo que me ayuda a evitar las enfermedades. Siempre he sido bastante sana. Como no suelo comer mucho en el orfanato, en los momentos libres que tenemos para pasear, me alimento de algunas frutas silvestres, lo que me mantiene alimentada. Además, aprovecho mis tiempos libres para estudiar y leer. Así he pasado estos 18 años de mi vida. Pero mañana, por fin, todo esto acabará. Seré libre de irme y empezar una nueva vida. Todos estos años de estudio me han servido para mucho. Apenas salga de aquí, buscaré un trabajo y una casa donde vivir, y simplemente me olvidaré de toda esta porquería. Termino de leer mi libro y levanto la vista hacia el cielo. El sol se oculta en la llanura, y el agua del lago adquiere una tonalidad naranja, bañada por los rayos del ocaso. La brisa suave y fresca despeina mi largo cabello. Cierro los ojos e inspiro profundamente el aroma a pinos y flores que trae el aire. Tal vez una de las razones de mi alegría es precisamente que mañana me voy; mi maleta ya está lista y espero con ansias el amanecer que traerá consigo mi libertad y emancipación. Saco mis pies del agua tibia del lago y me levanto, recojo mi libro del suave césped y me dirijo hacia el orfanato. A mitad de camino, me encuentro con Elena, una pequeña que llegó aquí hace un tiempo. Tiene apenas cinco años, es pura, inocente y hermosa. En este tiempo, nos hemos hecho muy cercanas; es para mí como una pequeña hermana, o incluso una hija. Siento una profunda necesidad de protegerla, y por alguna razón, eso se ha convertido en uno de mis objetivos de vida. Se lo prometí, no solo a ella, sino a mí misma. La sacaré de aquí un día y la llevaré conmigo. —Hola, Liz —saluda, corriendo a abrazarme. —Hola, pequeña —la abrazo de igual manera y tomo su mano para continuar caminando. —Liz, si te vas mañana, me quedaré muy sola. —Oh, no estés triste, pequeña —me arrodillo para quedarme a su altura y la miro a los ojos—. Te juro que te sacaré de aquí. Apenas encuentre un trabajo y una casa, te adoptaré y te llevaré lejos. Mientras tanto, debes ser fuerte y esperar por mí. Es mi promesa, y mi objetivo es darte una mejor vida, y lo cumpliré. —Gracias, Liz —se lanza a abrazarme con fuerza. Sinceramente, amo a esta pequeña de ojos avellana. Cuando me pongo de pie nuevamente, un intenso dolor en el abdomen me hace caer de rodillas. Empiezo a retorcerme y gritar, mi vista se nubla. —¡Liz, qué te pasa! —grita Elena, pero su voz parece distante. —Elena... busca... busca ayuda. Rápido. La pequeña comienza a correr en dirección al orfanato. El dolor se apodera de mi cuerpo y pierdo el conocimiento. ...... Empiezo a abrir los ojos lentamente, con pesadez. Me duele la cabeza y estoy algo aturdida. Miro a mi alrededor y analizo la situación. Me encuentro en un cuarto de hospital. A mi lado está el cura, responsable del orfanato. Cuando logro estar completamente consciente, me siento despacio en la camilla. —¿Cómo te encuentras? —pregunta con un tono amable, lo cual me sorprende, ya que acostumbra a ser muy agresivo con nosotros. —Bien, o eso creo —me paso las manos por el rostro—. ¿Qué me pasó? —Te desmayaste. Elena vino a avisarnos, te encontramos inconsciente en el campo. Al parecer, tienes apendicitis. —Lo dudo. —¿Qué has dicho? —su desagrado es evidente. —Nada, lo siento. ¿Puedo ir al baño? —Sí, claro, pero con cuidado. Caminé hasta el baño y cerré la puerta con seguro. Toqué alrededor de mi ombligo y en mi abdomen, presioné y no sentí dolor. Es imposible que tenga apendicitis. Es cierto que sentí un fuerte dolor en el bosque, pero estoy segura de que no fue eso. Me asomo por la ventana del baño, observando los pasillos del hospital. El lugar es muy lujoso, podría decirse que es una clínica de ricos. ¿Entonces por qué estoy aquí? Ese cura tacaño jamás pagaría por un lugar así solo por una apendicitis; es algo que cualquier hospital podría atender a un costo mucho menor. Además, estoy segura de que no tengo apendicitis. ¿Entonces, por qué todo esto?Gracias a todos por leer. Una disculpa, no hay excusa ni pretexto que valga. Pero les aseguro que retomaré las actualizaciones de esta historia lo antes posible. Gracias 😊
Todo se desvaneció, y la imagen de Alana se desdibujó, tan semejante a las sombras que desaparecen ante la luz.Ariana despertó con las mejillas mojadas por sus lágrimas y el corazón roto.Se quedó un largo rato en la cama, con el cuerpo agotado, con la mente aún atrapada en ese sueño. En su pecho, el vacío se hacía cada vez más grande.Su cabeza pensaba y pensaba en alguna solución. Algo que pudiera hacer con tal de que su hermana regresara a su lado....Frida Falkenberg se encontraba en la oficina de un lujoso hospital privado, un espacio alejado del ambiente clínico de los pasillos.Allí, el aire no olía a desinfectante ni se escuchaba el constante pitido de los aparatos médicos.Su piel de porcelana brillaba bajo la luz suave, y su semblante era estoico, casi aburrido. Fría, calculadora y absolutamente decidida a cumplir con su cometido.—La orden del señor Bianchi fue otra… —dijo el encargado de supervisar el hospital, vacilante, bajo la mirada penetrante de la mujer.Falkenberg
Y entonces, el llanto desgarrador de Ariana llenó la habitación, un eco en cada rincón. El dolor, la rabia, la tristeza... todo se desbordó.Ariana podía estar segura de haber escuchado un crujir en su interior. Algo en su pecho se rompió un quiebre tan profundo y desgarrador que no le quedaba claro cómo seguía viva.El peso de la noticia, las palabras del médico, la cruel certeza de lo irremediable... Todo era demasiado para ella. Los recuerdos de Alana, de su risa, de sus pequeños gestos, el dolor de saber que ya no habría más de eso.De repente, no pudo sostenerse. Sus piernas flaquearon otra vez. Cayó al suelo, sus rodillas chocaron con el piso duro y frío de la habitación. No sentía dolor físico. Su cuerpo, se encontraba anestesiado por la angustia. Solo sentía una presión insoportable en el pecho, un dolor que la quemaba por completo.Sus muñecas, moradas, aún recordaban el último jaloneo que Axel le dio, antes de caer en ese extraño estado mental. Pero nada de eso importaba. E
Axel, inmerso en un caos emocional, no toleraba la jaqueca. Ese dolor lo envolvía, lo asfixiaba, sin embargo, su mente iba y venía entre la realidad y la ficción. Repetía una y otra vez fragmentos de ese fatídico día.Imágenes distorsionadas ante sus ojos, y entre ellas, Elisa. La veía llena de sangre, su cuerpo casi inerte, y él, incapaz de hacer nada por salvarla. Lo peor de todo no era la visión de su muerte, sino el peso de la culpa que lo aplastaba.«Por mi culpa», pensaba, «por mi culpa...».En un chasquido, la imagen del fantasma de Elisa se le apareció, con la piel pálida, casi verdosa, y un hedor que llenaba todo. Con una claridad espeluznante, escuchó sus palabras.—Fue por ti, por lo que hiciste... Nosotros morimos por tu culpa...Axel trató de apartar esa imagen de su mente, pero era inútil. Su cabeza se inundó de gritos, de llanto, de dolor, de recriminación.Todo se puso negro. La niebla envolvió su mente, y en ese instante, el recuerdo del accidente lo azotó. El coche,
—No puedo darle información sobre la paciente. Solo a familiares —dijo la mujer, luego de tragar saliva y fingir que la presencia de ese tipo no le erizaba, desagradablemente, los vellos del antebrazo. —Mi petición no fue opcional. Cumple tu función o haré que te echen y no vuelvas a encontrar trabajo, ni siquiera como limpiadora de baños —Axel empuñó las manos. Su corazón latía con tanta fuerza, por la preocupación y por la ira. —Señor, no puedo saltarme órdenes directas de la institución… —La chica había perdido la paciencia, pero tampoco era lo suficientemente temeraria para enfrentarse con un tipo como ese. Él apretó la mandíbula. —Te lo advertí, pequeña idiota —masculló, y sacó el móvil del bolsillo de su pantalón. No tardó ni diez minutos en presentarse uno de los encargados. La mente de Axel era a veces una cascada de recuerdos, y otras, un río seco. Lo primero que hicieron fue darle información muy breve sobre el accidente. Lo intenso y desalentador llegó al hablarle de
Luego de dejarle las cosas a la madre de Karina, se fue directo al hospital. Lo primero que le informaron fue que la taquicardia no había vuelto. Confundida, le preguntó a la enfermera a qué se refería. La mujer le contó, muy por encima, lo que padeció la paciente la noche anterior. Ariana apretó los labios. Se le apretujaba el corazón al imaginar la desesperación de su amiga. Anhelaba escuchar su voz, que volvieran a platicar de cosas banales: sobre algún programa de televisión o un peinado de moda. No lograba procesar la idea de verla postrada en una cama, con los labios partidos en lugar de rojos y cremosos. Su rostro pálido, enfermo, sin colorete, sin sombras coloridas que resaltaran sus hermosos ojos. Ariana la observó inconsciente. Daría lo que fuera con tal que su recuperación fuera más rápida. En un vasito de vidrio, que compró en una tienda de conveniencia, puso las tres rosas que consiguió de camino al hospital. ―Eres una mujer fuerte. Vas a ponerte bien ―le dijo,










Último capítulo