LEV
Desayuné en silencio. Pan negro, huevos duros, café sin azúcar.
Fui al armario. La ropa estaba doblada en la parte baja. Elegí una camisa negra, una de las que no tienen etiquetas. Me senté frente al ordenador del despacho. Activé el sistema. Tres cuentas bloqueadas por revisión. Dos transferencias pendientes. Moví fondos, confirmé accesos, reenvié informes al banco con instrucciones claras: revisar autorizaciones externas. Nada debe salir sin mi firma.
Los correos llegaron al minuto. Uno desde Zurich, otro desde el Báltico. Contesté. Precisión, sin saludos. Los números debían cuadrar. Siempre.
Después fui al baño. Saqué la máquina de cortar y unas tijeras. Me miré rápido al espejo, sin pensar demasiado. Corté los lados, dejé el largo necesario arriba. Me pasé la máquina dos veces, luego las tijeras para dar forma. Limpio, eficiente. Me metí en la ducha. Agua caliente. Nada más.
A las ocho y veinte estaba vestido y saliendo de la casa. Velvograd aún dormía a esa hora, o fingía hac