Sasha se aseguró de que todo estuviera en orden antes de retirarse.
Recorrió la casa en silencio, revisando cada cámara de seguridad una por una desde la tablet. Había orden en el perímetro. Sin actividad sospechosa. Los hombres asignados a la guardia mantenían las rutas de ronda sin desviaciones.
No había pasado nada raro en los últimos días.
Entró en la habitación de Anya sin hacer ruido. Ella dormía, acurrucada bajo la sábana, la pierna aún vendada. La herida cicatrizaba bien, sin signos de fiebre ni hinchazón. Sasha dejó el frasco de pastillas sobre la mesita, junto con un vaso de agua por si en la noche ella tenía dolor. No dijo nada. No la tocó. Se limitó a observar durante unos segundos para ver que todo estuviera en orden y luego apagó la lámpara del pasillo.
Llevaba días cuidando de ella. Días de una rutina absurda. Desayuno, medicamento, cambio de vendaje, silencio. Ella no hacía preguntas. Él no ofrecía respuestas. Cumplía las órdenes de Lev: protegerla, vigilarla, evitar c