La puerta del salón se cerró tras él con un clic seco. Afuera, la noche de Velvograd era una masa densa y azul.
La reunión con sus hombres había durado más de lo previsto, pero valía la pena: todos estaban motivados, incluso eufóricos, como si la inminente guerra fuera una bendición. La derrota pública de Dmitri y su solicitud del strelka les había devuelto la fe.
A veces solo necesitaban este tipo de cosas para regresar los ánimos, la confianza en el líder y continuar con los planes como buenos soldados.
Eran buenos soldados.
Al menos lo eran desde que Nikita salió de la boca de todos. Esas tensiones nunca son buenas y solo llevaban a la traición.
Él lo sabía. Pero le había costado tanto desprenderse de Anya, que a veces sentía vergüenza de su dependencia. Pero, ¿qué había de malo en buscar afecto, atención, amor? Eso no tenía nada de malo, lo malo y peligroso en la vida de Lev… era creer que hallaría eso en una mujer como Nikita. Y sí, lo halló, pero ¿a qué costo?
Estaba ahora en un