La celebración en la mansión Thoberck había sido un éxito: risas, brindis y abrazos por la nueva vida que Lucas y Emilia compartían junto al pequeño Ezequiel. Sin embargo, ni Emilia ni Lucas podían borrar la inquietud que les había dejado la desaparición del camarero misterioso que rondaba la fiesta. Algo en su instinto les gritaba que aquella noche no había terminado con simples brindis.
Horas más tarde, cuando los invitados ya se habían marchado y el silencio cubría la casa, Sofía pidió revisar la lista de personal contratado solo para la velada. La niñera, con el bebé dormido en sus brazos, se acercó con evidente nerviosismo.
—Señora Emilia… —murmuró—. Ese camarero… me preguntó dónde dormía el niño.
El rostro de Emilia se heló. Lucas, a su lado, sintió que la furia se le subía a la sangre.
—¿¡Cómo se atrevió!? —esbozo enojado, intentando controlar su tono para no despertar a Ezequiel.
Sofía sacó su celular de inmediato. Unos minutos después, recibió la información de sus compañero