La luz del amanecer se filtraba tímidamente por los ventanales de la habitación, bañando las sábanas blancas con destellos dorados. Emilia abrió los ojos lentamente, con la respiración aún agitada, como si su cuerpo siguiera recordando la intensidad de la noche anterior.Lo primero que vio fue el pecho desnudo de Lucas, firme y cálido, a escasos centímetros de su rostro. Su brazo la rodeaba con fuerza, como si incluso dormido temiera perderla. Emilia suspiró quedamente, dejando que su mejilla descansara en esa piel que olía a deseo, a hombre, a refugio.Por un instante creyó que soñaba. Que todo había sido un invento de su mente cansada, un deseo prohibido hecho ilusión. Pero entonces, Lucas se movió, y sus labios rozaron su frente con un beso distraído, aún en medio del sueño.Ese gesto tan simple, tan íntimo, derritió a Emilia.Cuando él abrió los ojos, sus miradas se encontraron en un silencio cargado de electricidad. Lucas sonrió con esa mezcla de ternura y hambre que la hacía est
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