La tarde era luminosa, el aire fresco entraba por la ventana de la sala mientras Emilia, Lucas y Sofía compartían café y galletas caseras. El ambiente se sentía distinto: más relajado, más esperanzador. Ya habían pasado las tormentas más duras, y ahora podían sentarse a hablar de algo que durante mucho tiempo había parecido un sueño imposible: la boda.
Lucas, con su mirada atenta, fue el primero en romper el silencio.
—Entonces… ¿Cómo imaginas nuestro matrimonio? ¿Quieres algo íntimo, sólo con familia cercana, o una gran ceremonia en la iglesia?
Emilia sonrió, jugueteando con la taza entre sus manos.
—Siempre soñé con algo hermoso, Lucas, pero sobre todo quiero que sea un momento lleno de fe. No me importa si es grande o pequeño, lo que me importa es estar frente a Dios contigo y con nuestro hijo presente.
Sofía, apoyada en el respaldo del sillón, arqueó una ceja con complicidad.
—Ya me imagino ayudándote a elegir el vestido, y a Lucas desesperado porque no puede verte antes de la