La noche había caído serena sobre la ciudad, como si incluso el cielo hubiera decidido concederles un respiro. Emilia regresó a casa junto a Lucas, todavía con el pulso acelerado por la operación de aquel día. Había sobrevivido a la trampa, y aunque estaba exhausta, la calidez del hogar la envolvió de inmediato.
En la sala, la mesa estaba preparada con una cena sencilla pero especial. copas de vino esperando, compañeros y jefe de la agencia, familia de Lucas, Sofía y su novio sentados en la mesa con una sonrisa cómplice.
—No podía perderme esto —dijo levantando su copa apenas los vio entrar—. Hoy celebramos más que una misión cumplida: celebramos la vida.
Lucas se adelantó y tomó la mano de Emilia. Ella se dejó guiar hasta la cabecera de la mesa, con el bebé durmiendo en su cuna a pocos metros. La visión del pequeño Ezequiel Efraín, respirando tranquilo, era un recordatorio poderoso de todo lo que estaba en juego.
—Hoy entendí algo —dijo Emilia, rompiendo el silencio—. No importa c