37. Gracias al universo por mis amigos
Indra.
Intenté hacer el menor ruido posible cuando me levanté de la cama.
Me tuve que morder fuertemente los labios cuando el dolor me recorrió todo el magullado cuerpo.
Me las ingenié para salir del cuarto en completo silencio después de poner almohadas alrededor de los gemelos, los cuales estaban privados en medio de los ronquidos de Dante.
Cerré la puerta con todo el cuidado que pude y solté un ligero suspiro al ver el silencioso amanecer desde el gran ventanal, como si fuese un nuevo día ajeno a los hechos del día anterior.
Serenidad. Sentí un minuto cuando mis pies descalzos anduvieron por toda la alfombrada sala.
El olor a comida que provenía de la sofisticada cocina me hizo acercarme despacio y calladamente, ahí donde Dasha parecía hacer demasiadas tortitas de huevo con jamón. La distraída rusa ya llevaba una torre de doce tortitas y contando.
—Dash —le murmuré a la mujer de cabellos rojos, y ella dio un respingo, sorprendida de verme de pie. Yo también lo estaba.
—Indra... bue