30. Finalmente

Indra.

La respiración se me aceleró cuando comencé a seguir a todos por la planta baja del hotel.

Las puertas de cristal de la entrada ya habían sido cerradas oficialmente.

Las cortinas de satén dorado nos resguardaron de los ojos curiosos que pudieran pasar.

Todos los pasillos inferiores estaban alfombrados en tonos oro.

Veinte personas vestidas de negro revoloteaban alrededor del círculo íntimo de Fausto.

Pero por más que miraba, no lograba divisar a mi prometido.

¿Le gustaría cómo me veía hoy?

Quería estar a su lado. Solo Fausto podía calmar el torbellino de nervios que se alzaba en mi garganta.

Enzo y Kimberly cuidaban el velo mientras Vladimir me ayudaba a bajar los escalones hacia la parte trasera del hotel, por la zona de servicio, para que los invitados no nos vieran antes de la gran entrada.

Sentí los temblores empezar a manifestarse en mis manos, Vladimir me apretó con suavidad, intentando calmarme. Intentando regresarme a la tierra.

El maquillista me quitó los tacones e
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