49. Mi vida por la tuya
Indra.
Seguí a Dante hacia el interior de la casa, repleta de portarretratos extremadamente en las paredes.
La bella adolescente de coletas rubias me regresaba la sonrisa en cada papel que adornaba el frío pasillo.
En la sala compartida con el comedor, Sofía me miró aterrada, dejando de acomodar los manteles para la comida.
Su rostro bondadoso y simétrico se torció como si hubiese visto a la mismísima muerte.
Emiliano se metió a la cocina, ajeno a todo para poder dejar las cosas, y yo me llevé las manos al cabello, intentando calmarme.
—¿Qué está pasando Dante? —Sofía me robó las palabras de la boca. Su sonido fue agitado y aterrado.
—Vamos a seguir jugando, Sof. Pon una pieza más en el tablero. ¿Por qué no le explicas a Indra cómo jugamos mientras tomo refresco? —dijo Dante con tono burlón—. Parece que tuve la carrera de mi vida yendo a recoger la pizza—.
Su tono no fue nada comparado con el horror que sentí al verlo caminar hacia la misma cocina donde mi hermano estaba.
Regresé