51. Todo se vale en la guerra y el amor
Indra.
Me fue imposible entender cómo mis ojos aún producían lágrimas después del eterno tiempo que sentí haber pasado.
El helicóptero literalmente se había detenido en medio del mar, sobre un enorme barco de cuatro plantas modernas, llenas de lujo. Y armas.
Luka me ayudó a quitarme los arneses en medio de la ventisca que aún sacudía las alas del helicóptero.
Solté un chillido al ver de nuevo mis muñecas en carne viva por culpa de esas estúpidas esposas que iba a odiar el resto de lo que me quedaba de vida.
Lula tiró el metal ensangrentado por la borda del barco, en medio de la noche, las esposas se hundieron como lo había hecho mi esperanza y mi futuro.
"Y aquí vamos de nuevo", pensé, patéticamente.
Pero muy dentro de mí no quise aceptar la idea de que esta vez ya no habría retorno.
No habría un Fausto moviendo cielo, mar y tierra por mí... Porque yo lo quise así.
Porque así tenía que ser.
Solo esperaba que mi bello hombre pudiera perdonarme algún día. Tal vez éramos almas gemelas,