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17. Mi infierno tiene su nombre

Indra.

No sentía el cuerpo.

Era como si flotara, o tal vez me hundiera lentamente...

Frío.

Un frío que no dolía. Era más como un susurro que se iba comiendo todo.

Escuchaba voces. Lejanas. Borrosas.

Una mujer gritaba mi nombre... o tal vez no era mi nombre. ¿Cuál era? ¿Dónde estaba?

Todo fue tan blanco. Mantas. Tubos. Voces desconocidas.

—Presión inestable—. Dijo un hombre.

—Sigue bajando—. Respondió una suave voz de mujer como la de Dasha.

De pronto, una sombra. Alta.

Un rostro que conocía demasiado bien.

Fausto.

Pero no era mi Fausto. Era una estatua de mármol. Una escultura rota que se partía al verme.

Intenté hablar. Quise decirle que dolía, que tenía frío, que no quería volver a cerrar los ojos porque cuando lo hacía, lo veía a él.

No a Fausto.

A Él.

Al que me arrancó de mí misma. Al hombre de tatuajes y ojos verdes.

Muchos ojos esmeraldas por doquier.

Mi boca no se movió. Todo era tan blanco.

Blanco y rojo.

Alguien me tomó la mano. Sentí calor. Real, humano.

"Estás aquí." M
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