Dante.
Gruñi fuertemente al escuchar el estupido celular sonar en alguna parte de mi cuarto. Me tropecé con la alfombra. Ah... m****a creo que seguía pedo. Gracias a las cortinas negras la luz del día no entraba nunca en mi vida. De reojo volví la vista hacia la cama donde Indra dormía ajena a todo. Después del cóctel de drogas de ayer tardaría mucho en retomar la consciencia. Cómo mínimo dos días enteros. Johanna ya tenía en su poder los videos y fotos que su hermana Catalina había tomado en mi antro. Los videos ya habían sido programados para ser enviados a las cuentas de los aliados de los Villanueva. Tal vez no podría encontrar ni siquiera la cuenta de Hotmail de ese imbecil, pero me aseguré de no solo cazar a su pájaro dorado. Si no de infiltrarme lentamente entre su círculo más íntimo. Veo que tienes aliados. Y también los estoy localizando para poder cazarlos Fausto. Quise que interpretara con cada video que llegaba a una cuenta a la que se supone yo no tenía acceso y por supuesto menos idea de su existencia. Me encargaría de enviar prontamente el cuerpo de Indra hasta a puerta del mausoleo de su madre. Tal vez no pude matar a su madre en venganza pero Indra cabía a la perfección en ese molde ahora mismo. Iba a dejar en claro que Villanueva no era tan indestructible como se creía. Me convertiría en el enemigo al que más le temiera. Si estaba destinado a ir al infierno al morir. Me iba a asegurar de traer a Fausto conmigo. Encontré el iPhone en el suelo en medio de dólares tirados y botellas de alcohol desperdiciadas. Cuando me agaché el mareo fue a penas controlable. —¿Qué?— mi voz sonó ronca cuando logré estabilizarme de nuevo de pie. —Tenemos una situación, no puedes matar a Indra— bufé cuando escuché la voz de Luka a través de la bocina en alta voz. Chingada madre por algo había alejado a Luka de la casa durante todo este tiempo, para que no comenzara con sus estupidas clases de la moral y los inocentes. ¡También nosotros fuimos inocentes en el pasado! ¡Y aquí estábamos! ¡Ganando donde nadie más podría! —¿Quieres ver como si puedo?— susurre amenazante a Luka. Tome mi pistola dorada de uno de los cajones que tenía un reguero de ropa. Indra ni siquiera se movió cuando el cañon le tocó la frente. Estaba profundamente dormida. Ajena a toda esta situación, como lo había estado desde que llegó a mi casa a las fueras de Moscú, Rusia. Drogada. Intentando ser cuidada por la tonta de Dasha que había venido corriendo cuando la chismosa de "La peque" le contó todo mi plan que por supuesto quien se lo dijo a ella... Mi grandiosa mano derecha Luka. —Los hombres de Fausto lograron secuestrar a Habib y quieren hacer un intercambio en vez de matarlo— fruncí el ceño y le quité el seguro a la pistola. —Qué lo maten, me podría importar menos lo que le suceda a ese cabron— respondí pausadamente. No había modo de que entregara mi único trofeo de nuevo a Villanueva. Me quedó claro que a ese estúpido maricon le importada Indra. Lo había visto deshacer células enteras de su cartel para que buscaran a Indra debajo de cada piedra que había en México. Villanueva había perdido enormes cargamentos de dinero y de droga. Estaba desesperado por encontrarla. La quería. Y yo la quería el doble solo por eso. Todavía no entendía porque Villanueva la necesitaba tanto, si Indra no hacía otra cosa más que llorar y drogarse. Era inútil, sin una pizca de maldad y mucho menos valentía. —Lo secuestraron estando bajo tu mando, todo por ir a una estupida fiesta a la que ni siquiera te cercioraste que llegara Dante. ¿Sabes como vamos a quedar frente a todos si dejamos que lo maten en tu territorio?— gruñi al escuchar el regaño calmado de Luka y baje el arma realmente cabreado. Hijo de puta Villanueva. Había encontrado una manera de voltearme esta jugada. —¡Pues si ya sabes tu pinche trabajo para que me preguntas, arregla todo eso!— aun con mis gritos Indra ni siquiera parpadeo. Esas nuevas drogas sintéticas si que eran potentes. Con razón las ganancias en este país eran aún más que con la coca. —¡Y que crees que he estado haciendo mientras te la vives de peda!— Luka también me grito y luego me colgó abruptamente la llamada. Ahogue un grito del coraje y aventé la pistola al suelo. El celular también voló contra la pared en un intento de sacar mi rabia. No puede ser. Simplemente genial. Cálmate Dante. Hay mil modos de arruinar aun más a una persona. Aún viva, la cruda realidad era que esa mujer ya estaba marcada por el cruel destino de los carteles. Nunca mas iba a estar segura, ni siquiera bajo la protección de Villanueva. De eso me encargaría yo personalmente. Hay mil maneras de romper a alguien. Y ninguna tiene que ser la muerte. Fausto. Indra siendo drogada una y otra vez. Ella en una casa clandestina de apuestas, en medio de sillones dormida...no, drogada y repleta de billetes. La peluca y vestimenta fue una humillación aún más grande. Ella no era una prostituta. "—No soy tu dama de compañía Fausto—". El recuerdo de su voz fue un helado susurro que caló en mi pecho. Parecían haber pasado años de la cena de alianzas. Cuánto más había bajado de peso durante el lapso de las fotos ¿Cinco? ¿Seis kilos? Indra siendo apresada en los brazos de Salazar. Besada a la fuerza en medio de un estado de drogadicción casi como si estuviera muerta. No me atreví a seguir viendo el resto de las fotos que me había reenviado Kimberly. En cambio comencé a dar vueltas por toda la gran sala del departamento que Ulises había alquilado, bajo el nombre de Isabela mientras estábamos aquí para intentar calmarme. Había convertido todos los cuartos en centros de tecnología para que Emmett, el recién llegado Enzo y sus hombres pudieran trabajar hasta topar algo. El arabe fue un bonus muy bien atrapado porque el cartel del infierno había contestado nuestros mensajes tan solo un día después. Si habían aceptado el intercambio. Juro que en el momento que Enzo me dijo eso, sentí como si un extraño peso hubiese huido de mi pecho y con ello una profunda sensación de poder respirar bien se expandió en mi corrompida alma. Ahora mismo Ulises estaba recogiendo a Carlota del aeropuerto para explicarle la situación como el y yo habíamos acordado. Ulises tenía más tacto que yo para tratar a las mujeres, por lo que fue el colombiano y no yo quien estaba actualizando a Carlota sobre la situación ahora mismo. No me importó que mentiras tuviera que decir Ulises para que Carlota accedería a esto. Mientras tanto había autorizado al resto de mis células que estaban dispersas en casi todo el mundo regresaran a Mexico. Sobre todo a Quintana Roo para volver a poner orden, bajo el mando de Vladimir y Cesar el cual ahora mismo estaba en Portugal atendiendo negocios a los que yo debí haber acudido. Pero esta situación me había durado un mes y 1 semana y media. Era demasiado tiempo. Y más para alguien tan humana como Indra. Necesitaba distraerme con lo que fuera, no podía seguir pensando en todos los escenarios que estaría viviendo Indra o me volvería loco. Ella estaba sufriendo demasiado, todo por mi culpa. Fui el maldito mounstro que desgració su vida.