Indra.
Entreabrí los ojos ante el asqueroso olor a alcohol. —Indra— una mujer pronunció mi nombre pero yo volví a cerrar los ojos ante la intensa iluminación blanca. Quería seguir durmiendo. Estaba tan cansada. Alguien abrió uno de mis ojos y me hecho una luz directo contra la pupila que me hizo cerrar los ojos de golpe. El ligero gruñido de molestia brotó de lo profundo de mi maltratado pecho. Escuché el resoplido de alguien y luego dejaron de jugar con mis ojos en un intento de despertarme. Gracias. Solo déjenme dormir. Solo quiero eso. Alguien jalo suavemente mi cuerpo hacia una esquina de la cama pero no me pude molestar en hacer nada. El cuerpo me seguía pesando de una manera incomprensible. Unas finas y frías manos comenzaron a tocar mis ante brazos y yo suspiré. Todo era tan frío aquí. Fue último que pude pensar antes de volver a ladear la cabeza hacia la oscuridad y la ausencia de sueños y pesadillas. Sin previo aviso sentí las arcadas desde lo profundo de mi estómago. A penas y logré incorporar el torso hacia el suelo de madera cuando la bilis subió por mi garganta en un vómito que me causó dolor en toda la garganta. Antes de que el vómito tocara el suelo un bote de basura fue extendido hacia mi. La suave mano de Dasha se colocó en mi espalda en un intento de regularme. ¿Pero qué pasó? Voltee a ver a Dasha pero no pude hablar cuando otra tanda de bilis salió de mi cuerpo. Me lleve las huesudas manos a mi boca para intentar limpiarme. Uno de mis brazos tenía una larga intravenosa que acaba en un suero de color amarillo arriba de mi. Mis ojos se llenaron de lágrimas y la sensación de horror se apodero de nuevo de mi. ¿Dónde estoy? ¿Qué es lo último que recuerdo? Extrañas luces y flashbacks sin pies ni cabeza me inundaron cuando sollocé. ¿Cuánto tiempo había pasado? —Está bien Indra. Está bien— Dasha habló buscándome la mirada. Sus fieros ojos azules intentaron comunicarse con más palabras de las que sus labios podían decir en mi idioma. Solté el aire de golpe y un hilo de baba cayó de mi rostro. ¿Seguía siendo yo? Mire de nuevo mis manos la piel pegándose a mis huesos y marcando absolutamente todas mis venas. No podía ser esta persona yo. A través del gran ventanal del cuarto se Dante solo se reflejó la oscuridad de la noche. ¿Qué día era hoy? —Baño...tienes que bañarte— me suplicó Dasha extendiéndome una bonita mano repleta de anillos. Otra mano varonil y el olor a café taladraron en lo profundo de mi alma. Esto era un cruel chiste. Otro sollozo brotó de mi cuando apreté mi diminuta mano con la suya. El fuerte brazo me ayudó a levantarme. Mi mundo entero se fundió en mareos y la figura de Fausto se mezcló extrañamente con la de Dasha creando un híbrido de colores y voces. —Indra— susurraron Fausto y Dasha ambos al mismo tiempo. —Estás bien— repitieron y yo tontamente les creí cerrando los ojos de nuevo. Lo que creí un segundo después abrí de golpe los ojos y ahogue un grito ante la helada agua. Estaba dentro de la tina de Dante con potentes aromatizantes. Mis dientes castañearon, busqué con la mirada a la mujer de cabellos rojos la cual estaba terminando de inyectar algo en mi suero. —Lo siento, no te levantas...despierta tienes que estar— dijo viendo directo a mis ojos. La tristeza fue incomprensible para mí. Dasha retiró la mirada de mi para tomar la gran toalla de color negro. Con todo el cuidado del mundo ella me ayudó a salir de la tina y luego me envolvió en la toalla para después ir en búsqueda de ropa de Dante. La única que se me permitía portar. Me atreví a ver mi reflejo por primera vez en el espejo del baño. La toalla cayó al suelo de mi impresión. Los labios blancos y partidos, las enormes ojeras, los ojos secos y los pómulos tan realzados me devolvieron la muerta y pálida mirada. Cada vez que respiraba podía ver mis huesos marcarse perfectamente. Mis piernas parecían las de una niña pequeña. No tenía ni un solo gramo de músculo o grasa en mi. ¿Esta era yo? El cabello negro ya me cubría toda la cabeza. Como si un corte militar se hubiera adaptado a mi. Solté un suspiro al llevarme una mano a la parte trasera de la nuca. Al menos ya no tendría que tener miedo de ver accidentalmente la marca en mi. Dasha me separo del gran espejo para quitarme la intravenosa, vestirme con un juego deportivo para frío asombrosamente de mi talla y regresarme a la cama como si se tratase de una pequeña niña. Sentada en la esquina de la cama tratando de absorber mi nueva realidad Dasha me colocó unas gruesas calcetas en los pies. ¿Donde estaba Dante? ¿Donde estaban mis esposas? Las marcas alrededor de mis manos parecían estar en carne viva. Pero eran gruesas cicatrices de mi cárcel. Otra mujer con una máscara de la película de Silent Hill entró al cuarto depositando una gran bandeja de comida sobre una mesa antes de desaparecer de la escena. —Comer. Debes comer— Dasha me invitó a ir a la mesa cuando extendió las manos. Solté todo el aire retenido. Estaba exhausta. Mental y físicamente. ¿Cuál era el chiste de comer? Negué suavemente con la cabeza sin moverme de mi posición. Dasha dejó escapar un largo suspiro. —¿Por qué yo?— pregunté al aire. Mi voz rota y sin esperanza fue extraña. Me llamó Indra fui secuestrada... Torturada... Inmediatamente volví a juntar mis brazos como si aún tuviera las esposas y baje la vacía mirada. —Lo siento— el sollozo no provino de mi. Lentamente voltee hacia Dasha la cual tenía la cara bañada en lágrimas y la fina nariz roja. Tengo una familia... ¿Me recordarán? ¿Me amaran aún sabiendo en lo que me he convertido? Dasha quiso tomar mi mano y por inercia hice mi maltrecho cuerpo hacia atrás. —No te me acerques— dije con la fuerza suficiente que no sabía que tenía aún dentro de mi. Ya no quería ser el títere de nadie. Ser manipulada por alguien más. —No es... no es contra ti. Malo no es— Dasha intentó explicarse en mi idioma. Estoy consciente lo mucho que le costaba encontrar las palabras en otro idioma. Intentar explicarse en medio de una lengua desconocida y una cultura diferente. Dasha se limpió el rostro dándose por vencida y en cambio dio media vuelta hacia el sillón más cercano. Dasha no pudo sentarse porque en ese instante la puerta se abrió con un fuerte estruendo que me hizo temblar el pecho entero.