Dante Coello es un hombre inteligente, frío, despiadado y cruel. Es el jefe de la mafia y próximo jefe de todos los clanes. La ambición y el poder lo rodea por completo. Por una traición por parte de su primo, Dante perdió a la mujer que más amaba. Para vengarse de él busca casarse con la mujer que ama su primo. Aurora Greco es una doctora apasionada por salvar vidas y ayudar a los demás. Es inteligente, hermosa y carismática. Sueña con casarse con el hombre que para ella es perfecto. Desafortunadamente su vida cambia drásticamente cuando se cruza con un hombre peligroso quien la va a usar para cumplir con su propósito de recuperar todo lo que le pertenece. Un matrimonio forzado que los une desatando rivalidad, deseo y pasión. ¿Podrá el amor nacer entre Dante y Aurora a pesar de todos los obstáculos que hay entre ellos?
Leer másEl sudor de su frente bajaba lentamente por su rostro, era como si el tiempo se hubiese detenido en ese mismo momento.
Su cuerpo dolía como nunca, los golpes en sus costillas hacían que Dante se retorciera de dolor, aún así su mandíbula seguía tensa, y con la firme intención de salir de ahí con vida.
Dante alzó su mirada, y vio una vez más el azul celeste de los ojos de sus amada cerrarse por última vez, la mujer de su vida, maldijo internamente, porque el día que se suponía que iba hacer el más feliz de sus vidas… se había convertido en un completo infierno.
—¡Jamás pensé tener tanta suerte en esta vida!, y vaya que siempre he sido un hombre con mucha suerte!, ¿Acaso no lo crees primito? —exclamó Antonio tomando fuertemente la mandíbula de Dante, él tenía su mirada fija en Eva, quien yacía inerte a un lado de sus pies.
Dante apretó un poco sus manos, la impotencia era evidente, solo quería soltarse y correr a los brazos de su amada, poder salvarla, poder estar ahí para ella.
—Disfruta el momento m*****a sabandija, pero ten por seguro, que así sea en esta vida o en la otra te buscaré y haré que me supliques de rodillas por tu vida —musitó Dante.
Antonio dejó salir una enorme sonrisa llena de satisfacción, él siempre había sido la sombra de Dante, solo que hoy era un día diferente, hoy por fin quitaba de su camino a su primo, hoy tomaba el poder de absolutamente todo.
—¡Acaben con él!, después échenlo a los perros, ah y el cuerpo de esta mujerzuela quemenlo, no quiero ver a este par de basuras en mi nueva casa —ordenó Antonio con prepotencia.
—¡Señor!, yo no puedo matar al señor Dante —dijo uno de los hombres agachando su cabeza.
Antonio se giró y con una sonrisa fingida caminó hacia el hombre quien todavía seguía con su cabeza abajo.
—Está bien, no lo mates, yo lo haré por ustedes —exclamó Antonio palmeando sus manos en las mejillas del hombre, mientras sacaba su arma y dejaba salir un disparo en la cabeza del hombre.
—Si alguno tiene sentimientos encontrados, pueden decírmelo, yo los sabré entender —advirtió Antonio mientras caminaba hacia la salida.
Dante movió una vez más sus manos con mucha más fuerza, un suspiro de alivio salió de su boca al darse cuenta que él nudo de sus manos ya no estaba.
Dobló sus piernas, estiró una de sus manos y tomó el tubo que estaba a su lado.
Él esperó unos segundos a la espera que alguno de los dos hombres que estaban de espaldas se acercara a él y sin dudarlo un segundo, se puso de pie, alzó sus manos y golpeó a los dos hombres que aún seguían decidiendo quien de los dos lo mataría.
Dante, tomó una de las armas, acarició por última vez el rostro de Eva y salió de ahí. Conocía perfectamente todos los pasadizos de aquellos calabozos, era hora de salvar su vida y poner todo en orden.
Él llevó una de sus manos a su abdomen y trató de hacer presión a su herida, y así poder contener la sangre que salía sin piedad alguna de su abdomen.
Sus pasos eran cada vez más lentos, su pecho subía y bajaba con gran fuerza, todo, absolutamente todo le dolía, incluso su corazón.
Una luz al final del túnel hizo que Dante llevará sus manos a su rostro, dió varios pasos hasta detenerse por completo.
Las voces de varios de lo que alguna vez fueron sus hombres, daban aviso de su huida.
Dante se inclinó, y espero que pasarán casi a centímetros de él, sabía que los podía matar perfectamente, pero no era hora de ser valiente, su cuerpo estaba bastante lastimado, su pecho latía con menos fuerza, aún así, las ganas de vengarse crecían más en su corazón.
—¡Maldita sea!, quiero que lo encuentren y me lo traigan en pedazos, a este par los quiero muertos por dejar que Dante escapara —exclamó Antonio.
Todos estaban tan cerca de Dante que ninguno se daba cuenta que él los escuchaba perfectamente.
Dante siempre había desconfiado de Antonio, él siempre había anhelado tener el poder de todo, así que Dante se cercioró de mandar a construir un túnel, por supuesto mató a cada uno de los que habían construido el túnel, así, solo así, él sería el único que sabía del túnel, y lo utilizará en caso de emergencia.
Dante rasgó un poco su camisa, amarró su abdomen y siguió caminando a paso lento.
Sus ojos se abrieron de par en par, al notar que un auto venía lentamente hacia su dirección, respiró profundo y negó repetidas veces, no podían ser sus hombres, o lo que alguna vez fueron sus hombres, definitivamente no podrían ser ellos.
Entre tanto, Aurora movía sus manos libremente mientras tarareaba su canción favorita, las llantas del auto rechinaron y sus ojos se abrieron de par en par al ver a un hombre tirado a la mitad de la vía.
—¡Díos!, ¿me bajó o no me bajo?, Aurora por favor, es un hombre que posiblemente está herido y tú juraste defender la vida ante todo —exclamó Aurora para sí misma.
Sus manos se movieron torpemente y abrió la puerta, se bajó y caminó hacia el hombre que estaba tirado en el piso.
—¡Señor!, ¡Señor!, ¿Está usted bien? —cuestionó Aurora moviendo al hombre con una de sus piernas—. ¡Díos!, ¿Por qué precisamente hoy?, abuelo perdóname llegaré un poco tarde —dijo Aurora dejando salir un resopló.
Se inclinó y movió al hombre con una de sus manos y así constatar que estuviera con vida.
—¡Súbeme al maldito auto!, y deja de hablar sola —exclamó Dante colocando el arma que sostenía en sus manos en la cabeza de Aurora.
El pecho de Aurora empezó a subir y bajar con gran desesperación, sus piernas estaban congeladas, al igual que su voz.
—¿Qué te pasa, niña estúpida?, ¡Súbeme al maldito auto!, ¡Ya!..
El sol de media mañana caía con dulzura sobre el campus universitario. Bella, con sus largos rizos oscuros atados en una coleta alta y su mochila colgando de un hombro, se acomodó en el asiento trasero de la camioneta negra blindada. Sus dos guardaespaldas, vestidos con trajes grises, se sentaron al frente. Uno conducía, el otro vigilaba por la ventana. No era raro para ella, hija de Dante y Aurora, estar siempre bajo resguardo.—¿Lista para tu primer día, señorita Isabella? —preguntó Mario, el más veterano de sus escoltas.—Listísima —respondió ella con una sonrisa, sacando su cámara análoga de la mochila—Hoy quiero capturar el alma de este lugar.La camioneta avanzaba lentamente por la avenida principal de la ciudad cuando, al llegar a una intersección, un deportivo negro se cruzó de forma imprudente. El frenazo fue seco. Bella se aferró al asiento. El guardia del copiloto se bajó rápidamente y Mario hizo lo mismo.—¿Está ciego o qué? —gritó el guardaespaldas de Bella al joven del
Veinte años después Veinte años habían pasado desde aquel día en que el mundo pareció tambalearse y todo encontró finalmente su lugar. Veinte años desde que el caos, el amor y la sangre se entrelazaron para formar una sola familia, una historia escrita con cicatrices, promesas y nuevas vidas. El sol caía con lentitud sobre la playa privada de la costa amalfitana, tiñendo el cielo de un dorado melancólico mientras las olas lamían suavemente la arena.La mansión frente al mar que había hecho casi con sus propias manos, estaba ese día llena de risas. En ella crecieron sus hijos: Luca, el mayor, ya convertido en un hombre íntegro y noble, Isabella, a quien todos llamaban Bella, una joven risueña y apasionada por la fotografía, Serena, con 17 años, y Luna la última en llegar, con apenas 9 años y una energía imparable que llenaba la casa de luz.Aquella tarde, las risas infantiles flotaban en el aire como notas de una melodía infinita.—¡Te dije que no se lanzara sin flotador! —gritó B
Pov Dante Nunca imaginé que el sonido de una risa pequeña pudiera cambiarme tanto. Tres años han pasado desde aquella noche en la playa, desde que tomé por el cuello a un idiota que se atrevió a acercarse a mi esposa, y sin embargo, esa furia que alguna vez me dominó hoy se ve opacada por una paz más profunda. Una paz que llegó con el cabello rizado de mi hija y sus ojos que son un reflejo exacto de los de Aurora.Luca ya tiene cuatro años. Y ahora tiene una hermana. Se llama Isabella. La llamamos Bella, aunque para mí, sigue siendo mi pequeña tormenta de luz. Llegó en pleno invierno, con un llanto fuerte que me desgarró y al mismo tiempo me reconstruyó por dentro. Aurora me miró con esos ojos agotados después del parto, y supe que todo valía la pena. Cada gota de sangre derramada. Cada traición. Cada noche sin dormir por la guerra que parecía no acabar jamás.Tres años. Parece una vida. Y también parece un suspiro.Vivimos ahora en la costa. No muy lejos de donde aquella villa que
La tarde caía con una brisa cálida sobre la costa Cala Brandinch. Las olas rompían suavemente en la orilla mientras el cielo se teñía de naranja y dorado. La playa privada donde Dante y Aurora habían decidido pasar unos días era un rincón apartado del mundo, donde el sol parecía acariciar con lentitud, donde el tiempo se diluía como arena entre los dedos.Dante conducía el todoterreno negro con el brazo izquierdo fuera de la ventanilla, el viento despeinando su cabello oscuro. A su lado, Aurora reía con Bianca, quien viajaba en el asiento trasero con Alonzo. Iban ligeros de equipaje, apenas lo necesario para unas noches de descanso, escapando del ruido, del peso de los apellidos y las decisiones difíciles. Detrás, en otro coche, Giuseppe y Francesco cargaban con Luca, dispuestos a cuidar del pequeño mientras los cuatro disfrutaban de algo que no habían tenido en mucho tiempo: libertad.El sol ya estaba bajo cuando llegaron a la villa frente al mar. Las paredes blancas reflejaban la ú
Aurora estaba frente al espejo, en una habitación luminosa del lugar. Su vestido blanco de encaje parecía tejido por las manos del tiempo, con detalles de perlas diminutas que recorrían su espalda y mangas como hilos de recuerdos. A su lado, Bianca la observaba con lágrimas contenidas, vestida con un diseño marfil de escote discreto, elegante y poderoso, como ella.—Estás hermosa —murmuró Bianca, colocando una rosa blanca en el cabello suelto de Aurora—. Dante no va a poder respirar cuando te vea.Aurora sonrió, nerviosa. Le temblaban las manos. No por miedo, sino por la magnitud del momento. Había cruzado tantas sombras para llegar hasta allí. Había sobrevivido a la traición, a la pérdida, a la guerra. Y ahora, estaba a punto de unir su vida nuevamente con el hombre que había sido su verdugo, su salvador, su amor.Francesco entró entonces, caminando con paso firme. Ya no quedaban rastros de los tubos ni las máquinas del hospital. Vestía un traje gris oscuro, sobrio, y en sus brazos,
La brisa suave de la noche se colaba por los ventanales abiertos del comedor. La casa, amplia, segura, casi sagrada después de todo lo que habían vivido, vibraba con una paz extraña, como si al fin, después de días de heridas, explosiones y secretos, se permitiera respirar en calma.La mesa estaba servida con platos italianos tradicionales: pasta al horno, vino tinto, pan recién hecho y risas. Muchas risas. Dante, de pie con una copa en la mano, estaba relatando con tono burlón cómo Giuseppe casi se había desmayado cuando vio a Bianca empuñar un arma. Bianca, con una ceja alzada y una sonrisa letal, se limitó a responder que si fuera por ella, ya sería jefa de un clan.—Yo nací para mandar, no para asustarme —añadió, guiñandole el ojo a Alonzo, que la miraba como si el mundo girara en torno a ella.Aurora rió, con las mejillas encendidas por el vino y por la calidez de la noche. Vestía un vestido de lino claro que le dejaba los hombros al descubierto, el cabello suelto y los ojos más
Último capítulo