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11. Tu eras tan buena para mi

Fausto.

Moscú, Rusia.

—¡Solo tenias una tarea Edmundo! ¡Mas te vale que encuentres una solución para cuando llegue a la Ciudad de México!— la furia y el estrés salieron de mi en un aullido cuando colgué la llamada.

Nadie iba a extraditar a mi padre a ningún puto lado. ¡Esa bola de cobardes solo esperaba a que me distrajera para intentar hacer movimientos a su favor!.

Tecleé ruidosamente cortos mensajes llenos de órdenes para Cesar respecto a la situación de nuestro padre.

Se que Vladimir y César ya estaban hasta el cuello de pendientes pero necesitaba que atendieran también esto.

No me podía partir en decenas de pedazos.

No cuando Emmett la mayor persona de confianza de Vladimir nos había hecho tomar un vuelo demasiado largo a la capital de Rusia.

La exhaustiva búsqueda de Indra se conformó con un reducido grupo de hombres de bajo perfil.

Cuando miré el amplio terreno que teníamos que cubrir un extraño pánico se apoderó en mi estómago. Jamás me había sentido así.

Vulnerable.
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