11. Clark & Co
Devoró los pasillos de su rascacielos con zancadas largas, su mente en una vorágine de rabia y pánico. La imagen de Isidora riendo con Amy en la foto de Lucía, y el mensaje final —*Sé qué hacer para que te suplique que la rescates*—, habían pulverizado su autocontrol.
No era amor. Era posesión. Isidora era su contrato, su solución, y Lucía, en su desesperación, acababa de convertirla en un objetivo.
Salió del edificio. Su coche, un deportivo negro, lo esperaba. Le dio la dirección del café cerca del puerto a su chófer, pero luego lo despidió.
—Vuelve a la mansión. Yo conduciré.
Necesitaba el control. Necesitaba la velocidad. Necesitaba que la rabia se concentrara en el volante y no en la idea de que su prometida estaba en peligro, o lo que era peor, divirtiéndose en su ausencia.
Mientras conducía, el teléfono vibró. Era una llamada de Franco Oviedo, su mejor amigo.
—Matteo, ¿qué m****a pasa? Los directivos de Apollo salieron de la reunión pareciendo que acababan de ver un fantasma. ¿Sa