5. El Anuncio Humillante
El susurro de Clara golpeó a Isidora con la fuerza de un rayo, revelando la fragilidad de su última esperanza. Era una amenaza concreta sobre el convento. El miedo ya no era por ella, era por la idea de la paz que el convento representaba, una paz que Clara juraba destruir. Sor Mercedes y la comunidad no estaban a salvo si ella fallaba.Isidora no reaccionó. Su rostro permaneció intacto, pero el temblor casi imperceptible en la punta de sus dedos no pasó desapercido para Matteo, que la observaba con una curiosidad renovada. Ella no lloraba, no gritaba; solo se endurecía. La única forma de sobrevivir al fuego era convertirse en hielo. Clara se alejó con una sonrisa venenosa, dejando a Isidora sola bajo la metralla de flashes de los periodistas.Matteo se acercó de nuevo, su mano ahora en su cintura. Era un gesto posesivo y público, la declaración de un dueño. Su palma, grande y caliente, se sentía como una marca de propiedad. Él la obligó a girar levemente para una foto, el contacto fís
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