Dos extraños pasan una noche de sueños juntos, hasta que uno de ellos se va sin previo aviso a la mañana siguiente, confundidos por la conexión tan mágica que habían tenido. Ambos amantes de la moda, de embellecer su realidad con telas e hilos; Aina es una mujer apasionada y talentosa, que lleva su propio atelier; Dumas Laurent, el hombre que hizo soñar a Aina por una noche pero se reencontraran, despertando sentimientos entre ambos. Aina con su corazón remendado, no sabe si arriesgarse a confiar de nuevo, no solo en un hombre, sino en la posibilidad de un futuro que pensaba que ya no existía. ¿Podrán construir una base sólida para su relación, o las heridas del pasado y los problemas del presente los condenarán a ambos?
Leer másLa luz de la mañana se filtró a través de mis cortinas, un rayo de sol cálido que se estrelló directamente en mi cara. Mis ojos se abrieron de golpe, una sensación de pánico se apoderó de mí. Mi mente estaba en blanco por un segundo, luego el recuerdo de la tarjeta de Dumas y la reunión programada para hoy, lunes, se apoderó de mis sentidos. Mi corazón dio un vuelco. El reloj de mi mesita de noche brillaba, los números se veían enormes: 9:30 AM. La reunión con Dumas era a las 10:00 AM. Mi sangre se heló, un grito ahogado se formó en mi garganta.No, no, no.Salté de la cama como si las sábanas me quemaran, mi corazón latiendo furiosamente en mi pecho. Me había quedado dormida, y no solo eso, me había quedado dormida de una forma monumental, mi mente se inundó de imágenes de Dumas, su arrogancia, su sonrisa segura de sí mismo. Me había dicho que no me dejaría ir, que no me iba a permitir huir, pero yo había logrado hacerle algo peor: lo había hecho esperar. La vergüenza y el pánico se
—Acepto— dije, mi voz se hizo más fuerte. —Acepto ser tu empleada, y acepto tu ayuda.Mi corazón latía con una nueva fuerza, una que no había sentido en mucho tiempo. Era una mezcla de alivio, terror y una esperanza tan brillante que me asustaba, eran tantas emociones juntas que me sentí mareada. Dumas sonrió, y no era una sonrisa de triunfo, sino una de genuina satisfacción. Su mano, cálida y firme, se sintió como un ancla en medio de la tormenta que acababa de vivir. Él me miró por un momento, sus ojos escanearon mi rostro, buscando quizás algún rastro de la vulnerabilidad que había demostrado. Se giró, buscando en su portafolio que se encontraba en la mesa de corte y se lo puso debajo del brazo.—Sabía que dirías que sí— dijo, su voz con un tono que mezclaba la seguridad con una ternura inesperada. Se acercó a mí, y mi cuerpo se tensó por un momento. Sacó de su bolsillo interior una tarjeta de presentación y me la ofreció. Su mano rozó la mía, y la sensación fue como un chispazo qu
El aire se cortó con su presencia. Lucas. El fantasma de mi pasado, la razón de mis peores pesadillas, parado en el umbral de mi santuario. Mi cuerpo se puso rígido al instante, mis manos se bajaron de las de Dumas, rompiendo el hechizo que nos rodeaba. Dumas, con una rapidez sorprendente, se alejó un paso, su expresión de calidez y cercanía fue reemplazada por una de alerta. Mis ojos, que segundos antes habían estado fijos en los de Dumas, ahora estaban clavados en la figura de Lucas, su mandíbula apretada, sus ojos oscuros llenos de una furia familiar y peligrosa, mi corazón comenzó a latir tan fuerte que por un momento me preocupe que todos pudieran escucharlo. —Aina, ¿qué está pasando aquí? ¿Quién es él?— Su voz era grave, su tono posesivo. Era el mismo tono que había usado durante el tiempo que estuvimos juntos. Me hizo retroceder, el impulso de esconderme detrás de Dumas fue instantáneo. —Lucas, esto no es asunto tuyo— dije, mi voz más firme de lo que esperaba. Mi cuerpo, sin
El corazón se me detuvo por un segundo. La figura era alta, con hombros anchos que llenaban el marco de la puerta. A medida que se adentraba en el taller, la luz del sol lo iluminó por completo, revelando a un hombre con un traje impecable que parecía hecho a medida. No era uno de los típicos repartidores ni mucho menos un cliente, su presencia era demasiado elegante, demasiado segura. Llevaba el cabello castaño peinado hacia atrás y una barba de tres días que solo acentuaba una mandíbula fuerte y un aire de autoridad. Mis ojos se encontraron con los suyos, que tenían un matiz intenso y una profundidad que no pude descifrar de inmediato. Era él. Dumas Laurent. El nombre se agolpó en mis pensamientos, un golpe en la boca del estómago.Y de repente, el tiempo se detuvo. ¿Qué hacía él aquí?Layla, quien estaba al otro lado del taller ordenando una estantería de bobinas de hilo, se detuvo, sus ojos se abrieron de par en par. Su sonrisa se ensanchó de inmediato, una reacción que me pareció
Los días se me pasan uno a uno en la monotonía de mi taller, unos más lentos, otras un poco más rápidos por todo el trabajo que hay que hacer, sin embargo, hoy es un día lento, tan aburrido como cualquier otro, el reloj de pared marcada la hora como una sentencia de no estar haciendo lo suficiente, siempre está adelantado unos minutos adelantado, marcaba la una en punto, ni un segundo más y ni un segundo menos. El taller estaba iluminado por los rayos del sol que parecían llegar a todos los rincones, le daba un toque de diversión a mi día. Ya era la hora de la comida, un respiro en la jornada de trabajo alrededor y apenas me había dado cuenta del hambre que tenía. La máquina de coser, mi fiel compañera, dejó escapar un último zumbido mientras le daba los últimos toques a la última manga de un vestido de fiesta color crema. Me dolían la espalda y los dedos, un dolor familiar el cual me recordaba todo lo que había que hacer para mantener mi sueño en la realidad y no en mi cabeza. Me es
Último capítulo