El sonido del mar me despertó, un murmullo suave y rítmico que se sentía como una caricia en el alma. No estaba en mi apartamento, ni en la casa de mis padres, ni en el apartamento de Dumas. Estaba en una playa, en una casa de playa. Hacia unos días Dumas me habia invitado a viajar unos días a una casa de playa, sin embargo, no me dijo si era de él, si era de sus padres, si la había alquilado, sólo viene con la promesa de estar unos días con la maravillosa vista del mar, un momento a solas, lejos de la empresa y mi taller.
Abrí los ojos lentamente, y el olor a sal y al mar me llenó los pulmones. Estaba en la cama con una vista espectacular a la playa y al mar. El sonido del mar, que había sido una melodía en mi mente, ahora era una realidad.
Me levanté, el sol que se filtraba por las cortinas era un hilo dorado que me hizo sonreír. Me di un baño, me puse un vestido que Dumas me había regalado, uno que se sentía como una segunda piel, y me dirigí a la cocina. Dumas estaba allí, con un