Mundo ficciónIniciar sesiónEl dueño de farmacéuticas Bertram ha muerto y Sheily Bloom, su mano derecha, implacable, orgullosa y mandona, está lista para ocupar su lugar. Sin embargo, la llegada de Zack, el fiestero hijo del dueño, cambiará todos sus planes. Él tiene un objetivo que cumplir y ella un secreto que guardar: la dragona Sheily, a quien ningún hombre puede domar, se convierte en una humilde y sumisa ovejita cuando cruza las puertas de la iglesia Pacto divino, donde no va precisamente a rezar. Enemigos a muerte de día y… ¿amo y sumisa de noche? ¿Es acaso Zack quien se esconde tras la máscara del hombre que pone a Sheily de rodillas? El placer, el dolor, el poder y el perdón, se mezclarán en una excitante guerra donde sólo habrá un ganador. ¿Quién se rendirá primero?
Leer más—Eres un perro con suerte, claro que sí. Un perro con mucha suerte —murmuró Johannes. Terminó de vestirse ante la atenta mirada de Varo, el perro asustadizo que ya llevaba tres años con ellos. Le puso su arnés y fue con él hasta la puerta. —¡Cariño, ya estamos listos! —avisó a Estefanía—. Estamos ansiosos por nuestro paseo —agregó para sí, mientras Varo meneaba la cola, como si estuviera de acuerdo. Ella llegó con un vestido ligero que se amoldaba a la perfección a su cuerpo, recuperado en su totalidad. Calzaba unas sandalias y completaba su atuendo con un sombrero de ala ancha, que protegería su rostro y hombros del sol de la playa. Varo fue a recibirla. Lo premiaron con un beso en la cabeza y regresó muy feliz junto a Johannes, presumiendo su logro. —¿Vamos a un concurso de belleza y no me avisaste? —le preguntó a Estefanía, quien rio, halagada. Lo premió con un lento beso en la boca que arrancó suspiros a ambos. Habían logrado, pese a la rutina, que cada beso siguiera
Antes de que Johannes pudiera hacer algo y sin que Estefanía lograra disuadirlo, Alex apretó el gatillo y disparó sin fallar en su blanco. O tal vez sí, porque él quería darle directo en el corazón, pero Johannes se aferraba al vientre mientras la sangre se colaba a borbotones por entre sus dedos. El grito de Estefanía se atascó en su garganta, que se le apretó de golpe, dificultándole hasta respirar. Alex la jaló para llevársela. Más de alguien en los otros departamentos debía estar llamando a la policía y debían desaparecer lo más pronto posible. Pero Estefanía forcejeó. Tuvo que abofetearla, jalarla hasta del cabello mientras ella gritaba pidiendo ayuda. Nadie se asomó al pasillo, pese a que aguardaban tras las puertas, temerosos, atentos a cada sonido. Estefanía le dio un codazo en las costillas, lo que lo hizo doblarse. Se soltó de su agarre y corrió de regreso al departamento; él volvió a atraparla y la levantó de la cintura. Ella pataleaba. Desesperada al ver a Johannes d
Con el repiqueteo de las teclas, las palabras de Estefanía iban fluyendo, emergiendo del óxido que recubría sus recuerdos. La reciente invasión a su privacidad con la divulgación de aquellas fotografías fue la gota que rebalsó el vaso. Llegó a la estación de policía acompañada de Winter, Franco, Macarena y varios más que quisieron dar su testimonio y apoyarla en la denuncia. Jamás esperó aquello.—Somos un equipo —volvió a decirle Winter cuando terminaron las diligencias en la estación—. Puedes tomarte la semana; esto no es fácil. Regresa cuando te sientas mejor.Estefanía se despidió de sus compañeros de trabajo y subió a su auto. Y allí se quedó.¿Sentirse mejor? Para lograrlo, tenía que ser capaz de sentir y, actualmente, no sentía nada. No estaba asustada, no estaba horrorizada; no estaba enojada. Tal vez le extrañaba que algo así no hubiera sucedido antes, pero ahora el que estaba sintiendo mucho era Alex.Él debía estar asustado y también furioso con ella, y si ya había desc
La piel desnuda de Johannes erizaba la de Estefanía, que sonreía entre sus brazos.La magnífica noche había comenzado con un espectáculo en la cocina, donde lo había visto desplegar sus habilidades culinarias. Continuó en el comedor, donde disfrutó de la espléndida cena en una mesa maravillosamente servida. Ella no era una reina, pero él bien podía ser un príncipe, con sus modales y gustos refinados.Luego, la diversión se trasladó al dormitorio, y allí el elegante príncipe se convirtió en una bestia sucia. Ella sabía que el caballero que era Johannes en público ocultaba ese lado conscupiscente que se reservaba para Danae y las mujeres que consideraba sus sumisas. La había tratado con una rudeza exquisita, que la hizo sentir poderosa en su rol de receptora de un placer que podía medirse en litros. Su cama era un asco, pero ella reía porque él había llegado con su cactus, para que conociera a Spike.Luego de su fantástico despliegue amatorio, él se durmió y ella lo observó hasta dor
Estacionada frente a la entrada del imponente edificio del grupo Mavke, Estefanía le escribió a Johannes para avisarle que había llegado. Mientras esperaba por él, un guardia se le acercó luego de observarla unos instantes. Le golpeó la ventanilla y ella bajó el cristal. —Señorita, no puede estacionarse aquí. Debo pedirle que se retire. —Estoy esperando a tu jefe, no debe tardar. —¿A Manolo? —No, a Johannes Williams. Si me muevo, tendrá que caminar más. No quieres hacerlo caminar, ¿o sí? El hombre pareció perdido y dio un respingo cuando Johannes llegó junto a él. —¿Todo bien? —preguntó Williams, paseando su mirada entre el guardia y Estefanía. —Por supuesto —el hombre se quitó la gorra y le abrió la puerta del copiloto para que subiera. —Gracias. Qué amable. El guardia se despidió con la mano, agradecido de que Estefanía no hubiera dicho nada. —Ese guardia es más simpático que el que estaba antes —comentó ella. —¿Te refieres a Manolo? Lo ascendieron por controlar
La serena calma que había mostrado Estefanía durante el desayuno se desvaneció en cuanto llegó a su departamento. ¿Qué había hecho? Por fin había logrado salir de una relación del todo extraña y ahora regresaba lanzándose de cabeza. ¡Estaba loca! Sufrimiento. Eso era lo que le esperaba junto a un hombre reacio al compromiso y los afectos, que la veía como un mero fetiche. Más tiempo con él implicaba más apego, y la posibilidad de que de pronto se enamorara de ella era demasiado tierna e ingenua. Sufrimiento, eso le esperaba. Fue al clóset para escoger su atuendo. A mediodía, le envió un mensaje a Johannes. Estefanía: No iré a visitarte a tu casa, que sea en otro lugar. Se negaba a volver al hogar en el que habían convivido como si fueran más que meros amantes ocasionales. Ese engaño cruel se había terminado. Él le dijo que se encontraran en el penthouse. Estefanía llegó usando un vestido ajustado, sencillo y con tirantes. Los brazos delgados, pero torneados, evidenciaban sus
Último capítulo