La piel desnuda de Johannes erizaba la de Estefanía, que sonreía entre sus brazos.
La magnífica noche había comenzado con un espectáculo en la cocina, donde lo había visto desplegar sus habilidades culinarias.
Continuó en el comedor, donde disfrutó de la espléndida cena en una mesa maravillosamente servida. Ella no era una reina, pero él bien podía ser un príncipe, con sus modales y gustos refinados.
Luego, la diversión se trasladó al dormitorio, y allí el elegante príncipe se convirtió en una bestia sucia. Ella sabía que el caballero que era Johannes en público ocultaba ese lado conscupiscente que se reservaba para Danae y las mujeres que consideraba sus sumisas.
La había tratado con una rudeza exquisita, que la hizo sentir poderosa en su rol de receptora de un placer que podía medirse en litros.
Su cama era un asco, pero ella reía porque él había llegado con su cactus, para que conociera a Spike.
Luego de su fantástico despliegue amatorio, él se durmió y ella lo observó hasta dor