XLV Una hora
Estacionada frente a la entrada del imponente edificio del grupo Mavke, Estefanía le escribió a Johannes para avisarle que había llegado. Mientras esperaba por él, un guardia se le acercó luego de observarla unos instantes. Le golpeó la ventanilla y ella bajó el cristal.

—Señorita, no puede estacionarse aquí. Debo pedirle que se retire.

—Estoy esperando a tu jefe, no debe tardar.

—¿A Manolo?

—No, a Johannes Williams. Si me muevo, tendrá que caminar más. No quieres hacerlo caminar, ¿o sí?

El hombre pareció perdido y dio un respingo cuando Johannes llegó junto a él.

—¿Todo bien? —preguntó Williams, paseando su mirada entre el guardia y Estefanía.

—Por supuesto —el hombre se quitó la gorra y le abrió la puerta del copiloto para que subiera.

—Gracias. Qué amable.

El guardia se despidió con la mano, agradecido de que Estefanía no hubiera dicho nada.

—Ese guardia es más simpático que el que estaba antes —comentó ella.

—¿Te refieres a Manolo? Lo ascendieron por controlar
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