La serena calma que había mostrado Estefanía durante el desayuno se desvaneció en cuanto llegó a su departamento.
¿Qué había hecho?
Por fin había logrado salir de una relación del todo extraña y ahora regresaba lanzándose de cabeza. ¡Estaba loca!
Sufrimiento. Eso era lo que le esperaba junto a un hombre reacio al compromiso y los afectos, que la veía como un mero fetiche. Más tiempo con él implicaba más apego, y la posibilidad de que de pronto se enamorara de ella era demasiado tierna e ingenua. Sufrimiento, eso le esperaba.
Fue al clóset para escoger su atuendo.
A mediodía, le envió un mensaje a Johannes.
Estefanía: No iré a visitarte a tu casa, que sea en otro lugar.
Se negaba a volver al hogar en el que habían convivido como si fueran más que meros amantes ocasionales. Ese engaño cruel se había terminado.
Él le dijo que se encontraran en el penthouse.
Estefanía llegó usando un vestido ajustado, sencillo y con tirantes. Los brazos delgados, pero torneados, evidenciaban sus