—Eres un perro con suerte, claro que sí. Un perro con mucha suerte —murmuró Johannes.
Terminó de vestirse ante la atenta mirada de Varo, el perro asustadizo que ya llevaba tres años con ellos.
Le puso su arnés y fue con él hasta la puerta.
—¡Cariño, ya estamos listos! —avisó a Estefanía—. Estamos ansiosos por nuestro paseo —agregó para sí, mientras Varo meneaba la cola, como si estuviera de acuerdo.
Ella llegó con un vestido ligero que se amoldaba a la perfección a su cuerpo, recuperado en su totalidad. Calzaba unas sandalias y completaba su atuendo con un sombrero de ala ancha, que protegería su rostro y hombros del sol de la playa.
Varo fue a recibirla. Lo premiaron con un beso en la cabeza y regresó muy feliz junto a Johannes, presumiendo su logro.
—¿Vamos a un concurso de belleza y no me avisaste? —le preguntó a Estefanía, quien rio, halagada.
Lo premió con un lento beso en la boca que arrancó suspiros a ambos. Habían logrado, pese a la rutina, que cada beso siguiera