Minutos después, un taxi se detuvo frente al portón. Alma estaba en el cuarto de cámaras, siguiendo con la vista los cuatro monitores que mostraban ángulos de la reja, el jardín, la escalera, el canal.
Vio a Carolina bajar del taxi con una mochila pequeña, un vestido claro y esa belleza que a veces es solo una piel demasiado nueva.
Valentín la recibió en el zaguán; le dio la mano y ella, en un gesto más largo de lo necesario, le tocó el antebrazo con las dos manos mientras decía “gracias”. Valentín, sin darse cuenta, sonrió.
Carolina lo miró a los ojos un segundo de más.
Alma sintió la punzada en el estómago antes de que llegara la explicación.
Cambió de cámara.
Volvió.
Vio cómo Carolina se inclinaba hacia Valentín para oír algo y lo rozaba con el hom