—Andreas —dijo, retomando—. Voy al balcón. Necesito aire dos minutos, Luego quiero la lista de abogados de guardia del juzgado de turno, y quiero que alguien hable con la familia de la mujer herida. No me importa si hay que pagar una clínica mejor, y consigue el metraje completo de la tienda; completo significa todo.
—Sí, jefa.
—Y una cosa más —agregó, mientras empujaba la puerta del balcón—. Difunde sin firma, entre nuestros amigos, que, si alguien toca mi puerta esta semana, no estaré disponible, que Enzo se haga cargo de todo y se apoye de Tony el gordo…
Salió al balcón y la ciudad le lanzó su rumor como un mar que no termina nunca.
El viento tibio le levantó una hebra de cabello y la pegó otra vez a la sien.
Se permitió llorar.
Lloró dos minutos exactos, mirando hacia un punto absurdo en el horizonte, como si la línea del mar pudiese devolverle al hombre que acababan de dejar en una celda con luz mortecina.
No había nadie para verlo, nadie para decirle eres fuerte.
Se limpió con e