Tania Mercier, es forzada a casarse con un hombre que no quiere y desesperada por poner fin a su matrimonio con Adriano Borbon, un hombre bastante guapo, pero es misterioso, frio, celoso, posesivo y con un temperamento horribles. Tania recurre a su prima Mía con una propuesta arriesgada. Le pide que seduzca a Adriano, con la esperanza de que una infidelidad evidente sea la chispa que necesiten para darle fin a su matrimonio. Mía, aunque se niega al principio y con un secreto que la atormenta, acepta ayudar a su prima, movida por la lealtad familiar y la promesa de una recompensa económica. Mía, quien nunca ha estado con un hombre y guarda su virginidad con recelo, se siente nerviosa y vulnerable ante la tarea que le han encomendado. Sin embargo, comienza a acercarse a Adriano, utilizando su encanto natural y su inteligencia para captar su atención. Adriano, quien se siente atrapado en un matrimonio sin amor, encuentra en Mía una frescura y una pasión que creía perdidas. Lo que comienza como un juego calculado pronto se convierte en algo más profundo para ambos.
Leer más—¿Qué opinas sobre un compromiso entre mi hija y tu hijo? —soltó sin hacer tantos rodeos.
El señor Felix se queda callado mirándolo con incredulidad a la vez que frunce el ceño pensando en lo que su socio le acaba de decir. Entiende que tal vez lo este usando para saldar la deuda que tiene. —Explícame por qué debería de aceptar: ¿qué tiene tu hija que pueda saldar tu deuda? —preguntó el señor Borbon, muy curioso de lo que él tiene que decir. —Quizá nada que no pueda encontrar en otra mujer, pero si mal no recuerdo, me comentaste que querías que tu único hijo se hiciera responsable y se preparara para dejarle tu imperio —hace una pausa Baltasar mirando al señor Felix, esperando que él entienda su indirecta, pero no lo hace, así que continúa—. Pues se me ocurre que se case con mi hija para que se haga responsable, además de que te beneficia a ti que sea con mi hija porque ella no lo conoce, así que no sabe la situación en la que está tu hijo, porque el inconveniente que tuvo hace un año muchos de los otros socios todavía lo recuerdan. Felix se queda callado al oír que Baltasar ha tocado ese tema que es delicado y es que después del trágico incidente con la ex pareja de su hijo, casi ninguna chica ha querido salir con él debido a eso… Incluso hasta perdió algunos amigos y socios importantes por esa razón. Así que también por eso él está más empeñado en que su hijo se case y pueda limpiar su nombre. Tal vez la propuesta que le está dando el señor Mercier no sea tan mala; sin embargo, tiene que averiguar con exactitud qué es lo que quiere, porque sabe que él no es un hombre cada recto. —¿Si aceptará eso que quieres a cambio? —indagó Félix entrelazando sus manos, mirando con detenimiento a su amigo. —Solo que te olvides de la deuda que tengo contigo nada más —contestó Baltasar y es que, si bien pudo pedir más, sabe que no puede arriesgarse tanto. Felix sabia bien que pediria eso. —Me parece bien; solo que hay un pequeño problema. —¿Qué problema? —preguntó Baltasar. . —Que quizá tú puedes manipular a tu hija de esa manera, pero sabes bien la relación que hay entre mi hijo y yo, así que no creo que vaya a aceptar hacerlo —mencionó Felix mirando con atención a su amigo. —Eso es fácil. —Te escucho —habló Baltasar. —Dile a tu esposa lo que piensas hacer, bueno, omitiendo ciertas cosas y ella, al estar enferma, obvio que tu hijo no le negará nada a su madre moribunda —le cuenta el plan. —¡Hey, te prohíbo hablar así de mi esposa! —vociferó Felix, poniéndose de pie, tomando el arma—. Ten cuidado de cómo le hablas a mi familia, o no habrá trato y te mataré aquí mismo —lo amenazó molesto al oír cómo la llamaba. —Lo siento —se disculpa Baltasar bajando la vista. Felix se tranquiliza dejando nuevamente el arma en la mesa, y es que si piensa mucho en esa propuesta, sabe que quizá sea la última oportunidad para su hijo. —Está bien, aceptó el trato; sin embargo, la boda debe de ser en una semana —dijo Felix, más calmado, y Baltasar sonrió satisfecho—. Pero te advierto que si tu hija no llega a la boda, te buscaré hasta por debajo de las piedras y te arrancaré la lengua y se la daré de comer a los perros. ¿¡Entendido!? —Sí, y no te preocupes, yo me encargaré de que mi hija esté ese día —confirmó Baltasar—. ¿Una cosa más: la familia del novio se encargará de los gastos de la novia? —curiosea, y es que la verdad no quiere gastar el poco dinero que le queda en algo tan insignificante. —Sí —aceptó Félix, disgustado de ver que ese hombre es más tacaño que nada. —Perfecto, entonces me retiro; tengo que ir a avisar a mi hija de su compromiso —dijo Baltasar. El señor Borbon solo le hace una señal con la mano, indicándole que se vaya. Oportunidad que él no desaprovecha, saliendo como alma que la lleva el diablo. El señor Borbon espera un par de minutos antes de salir de su pequeño despacho, se guarda el arma en la parte trasera de la pretina de su pantalón y sale del lugar caminando por los pasillos de la enorme mansión. Se dirige hasta el jardín donde ve a su esposa sentada en una silla con un vestido blanco y usando una tela que cubre su cabeza. Le duele verla así y es que la ama demasiado. Pero su enfermedad la ha deteriorado demasiado haciendo que su corazón se apachurre. Dejó salir un suspiro, armándose de valor y caminando hasta ella. —Hola, mi amor. ¿Qué haces? —saludo dándole un beso en la mejilla mientras ve cómo teje algo… —Hola, mi vida, solo hago un abrigo para un futuro nieto, por si acaso no lo llego a conocer, al menos tenga algo de su abuela —dijo la mujer con una voz débil mostrándole el hermoso tejido de color amarillo… —No digas eso, mi amor, tú conocerás a todos tus nietos —le dijo con una voz segura, pero la mujer solo ignora y es que ella sabe la gravedad de su enfermedad, y además de que tiene años con ella, entiende que quizá no sobreviva. Pero decidió cambiar de tema. —¿Ocurre algo, Felix? —preguntó Nadia y es que sabe perfectamente bien que algo ocurre. —Me conoces bien, si ocurre algo —aceptó Felix tomando asiento al lado de ella. —¿El señor Mercier no te quiso pagar? —No es eso —miente Félix, y es que si le dice a su esposa lo del dinero, sabe que no lo aceptará. —Entonces. —Baltasar me acaba de proponer que unamos a nuestras familias en un lazo matrimonial…P.O.V. Alexander Oigo el sonido del auto alejarse. Enfoco mi vista de nuevo en mi hermano y su familia. La sonrisa que tenía por jugar con Bastian se esfuma y es que verlos es un dolor insoportable para mí, un sabor amargo invade mi boca y un odio terrible crece en mi interior. No sé por qué sigo viniendo a este lugar si solo sigo lastimándome. Aunque averigüe algo muy bueno, esa pequeña al lado de Bastian, esos rasgos son idénticos a los míos no soy un tonto, quizá… No me quedaré con la duda, averiguaré quién es su madre. —Señor, tenemos que irnos; el jet nos espera —me avisa el hombre a mi lado. Veo por última vez a esa pareja; asiento con la cabeza y ambos nos dirigimos hasta llegar al auto, donde me ayuda a entrar y, minutos después, el auto se pone en marcha. *** Después de viajar en el jet, hemos llegado a Croacia, donde me reuniré con un importante socio para intentar convencerlo de aceptar mi mercancía; sin embargo, me han dicho que es muy estricto, así que espe
P.O.V. Bastian Desde la distancia veo a esa pareja conformada por ese español y esa linda melena castaña rojiza caminar por la playa, y a sus lados camina esa pequeña de cabello castaño claro. Que la escena me parece tan bonita, casi como sacada de una novela romántica, pero dejo de pensar en lo que nunca será para mí. Enfoco mi vista de nuevo en esa pequeña niña. Me hubiera gustado que tuviera el cabello de su madre, pero creo que es lo mejor, ya que, a final de cuentas, ella no será para mí y es muy pedófilo de mi parte pensar en eso. Ella es una niña y yo un anciano. —Papá, ella será mi esposa —oigo la voz de mi hijo que me saca de mi trance y de la cual agradezco mucho, ya que no puedo darme el gusto de pensar en esa niña porque nunca será para. Aunque no pueda superar a su madre, creo que nunca lo haré. —Sí, hijo, ella será tu esposa, bueno, solo si tú lo quieres, porque recuerda que si ella no se quiere casar contigo, no la vas a obligar —le recuerdo a mi hijo, porque
(Meses después)El tiempo ha pasado volando; la luna de miel fue muy agradable, aunque no del todo candente como quería debido al embarazo. Aunque ahora no tengo cabeza para pensar en eso, ya que las contracciones han empezado y, debido a sus enemigos de Adriano, tengo que parir en la casa para no correr ningún riesgo. Intento mantener la calma; sin embargo, no puedo decir lo mismo de mi esposo. Que camina de un lado a otro.—¡Max, dónde está el doctor! —grita con fuerza y sus gritos me alteran más de lo que ya me encuentro. —Adriano, cálmate, no porque estés gritando órdenes como loco y dando vueltas como gallina sin cabeza, hará que el doctor llegue más rápido. —Lo regaño y es que ya me desesperé verlo dando vueltas como loco. —Lo siento, amor, pero te veo con las contracciones que son cada vez más frecuentes y tengo miedo de que nazca el bebé antes de que llegue el doctor —me dice y, por lo que veo en su rostro, es verdad. Está igual de asustado que yo, pero a la bebé se le oc
Los sentimientos se apoderan de mí; las palabras que Adriano ha murmurado en mi oído son tan lindas que hasta me hacen sentir mariposas en el estómago. No sé si sea real o si sea mi pequeña que también esté emocionada por oír lo tierno que es su padre conmigo.La dieta de fuegos artificiales se ha terminado, dejándonos extasiados por tanta belleza; los invitados también están satisfechos por ver esa linda escena. —Y no es todo, mi amor, te tengo otra sorpresa —menciona Adriano tomando mi mano.—¿Otra? —preguntó, confundida. —Si ven —me lleva consigo mientras que los sirvientes llevan a los invitados de regreso a la fiesta. Ambos caminamos por el pasto que, la verdad, caminar con tacones es un tanto complicado porque a cada paso que doy mi pie se hunde o me tambaleo un poco, pero no caigo porque el tacón es pequeño. Salimos del jardín entrando a la casa que está completamente sola; nos dirigimos hasta la puerta de entrada donde Adriano se detiene.—¿Qué ocurre? —le preguntó.—Neces
P.O.V. MiaMi madre mejoró muchísimo en tan poco tiempo; fue como un milagro. Ahora entiendo que existen y le agradezco a Dios por eso, a pesar de haber cometido un pecado y, tal como Adriano lo dijo, él llegó al día siguiente a ese mismo hospital. Me encontraba muy nerviosa; no sabía cómo reaccionarían mis padres. Aun así, se los presenté. Mi hermana, ella se quedó en shock al ver al hombre del que me había enamorado; diría que quedó con la boca abierta y es que cómo no estarlo si Adriano es como una mezcla entre un actor y todo un dios griego con estilo de chico malo. Bueno, mis padres, ambos, tenían un semblante serio al ver a Adriano debido a lo que esa bruja de Tania les contó, pero él les explicó todo lo que ocurrió y les contó que ya no estaba casado. Él se inventó una gran coartada para decir que estaban muertos, que hasta yo me la creí. Al final, les pidió que quería su bendición.No entendí eso al inicio, pero en esa habitación de hospital se arrodilló sacando un hermoso a
P.O.V. Mia Tengo miles de sentimientos encontrados veo a mi madre en esa cama, mi padre a su lado y me da tristeza ellos son unos grandes padres y mira cómo les he pagado. Pero no debo de lamentarme intentaré arreglar todo esto que he hecho. Sin embargo tengo que hacer algo más importante. Mientras que mi padre y mi hermana se quedan en esa habitación haciéndole compañía, voy directo hacia el laboratorio porque le pedí a uno de los doctores si me podían hacer una prueba de embarazo. Me sacaron sangre y me dijeron que fuera por los resultados, que ya estaban listos. Voy por los pasillos hasta llegar al laboratorio, donde, al verme, el joven me reconoce de inmediato y me entrega un sobre blanco. Tomó asiento y abro esa hoja; leyendo con cuidado lo que dice, me quedo en shock un momento y después me pongo de pie, corriendo por el mismo camino de regreso a la habitación de mi madre, donde tomo su mano. Mi padre y mi hermana me ven extraño, pero tengo algo que decirle a mi mamá
Último capítulo