Los medios estallaron.
En la celda de espera, Valentín Moretti observaba el televisor pequeño empotrado en la esquina del techo. Su rostro, habitualmente estoico, esbozó una sonrisa apenas perceptible cuando vio la imagen del fiscal esposado.
Los justicieros no se escapan de la justicia del pueblo —murmuró para sí mismo, antes de recostarse contra la pared con los ojos cerrados, disfrutando del eco mediático alrededor de su caso.
Mientras tanto, Andreas, en la mansión Coral Gables, soltó una carcajada sarcástica al ver el rostro de Ulrich en las noticias.
—Touché, jefa... touché —dijo, alzando su copa en dirección al despacho de Alma.
“¡Última hora! Ulrich Belvedere, fiscal del caso Moretti, detenido con 30 kilos de droga.”
“El juicio de Valentín Moretti podría colapsar por corrupción.”
“Ulrich Belvedere, ¿justiciero o criminal encubierto?”
Las cámaras captaron a Ulrich esposado, con la camisa arrugada y la mirada perdida, entrando a la sede de la DEA. El mismo lugar donde planeaba en