Ravi y Malú, en aquel momento, estaban totalmente ajenos al mundo exterior, envueltos en la dulzura de aquel beso y en la suave melodía de los latidos de sus corazones. Para Ravi, el mundo parecía haberse detenido, y lo único que existía era el calor de los labios de ella, la suavidad de su piel y la intensidad de aquella conexión que los unía. Pero, de repente, el celular de Ravi empezó a sonar en el bolsillo de su saco. Él soltó un gemido frustrado al sentir que Malú se tensaba, sus ojos abriéndose de miedo.
Ella se soltó de sus brazos y corrió, dejando a Ravi con los brazos extendidos, intentando detenerla.
— ¡Calma, Malú! —la llamó, con voz suave, pero llena de preocupación—. No voy a hacerte daño, te juro que jamás te lastimaría, linda.
Pero ella fue más rápida, escapando de sus brazos y corriendo hacia su habitación. Ravi quedó inmóvil, mirando la puerta cerrada, mientras murmuraba para sí mismo:
— Dios… qué dulces son esos labios… —Tocó los propios labios, todavía sinti