Roman Baker’s es un genetista dueño de una clínica con fama a nivel internacional. Tiene éxito y dinero. Los reconocimientos hablan por si solos. Entonces, no entiende porque su esposa se fue dejando atrás a su hija. Román no reconoce en lo que se ha convertido su dulce hija. Y, por más que intente ayudarla, le es imposible. El problema, es que las niñeras que contrata no duran mucho gracias a las travesuras de su hija. Román espera encontrar una que dure más de un mes. Cuando Davina llega a su casa para el puesto, no espera sentirse atraído por la mujer. Su carisma y dulzura lo atrapan. Pero, ella parece inmune a sus encantos. O tal vez no.
Ler maisHouston, Texas.
El sonido de la ciudad despertando se filtra por la cornisa de mi habitación mientras aún estoy en la cama. No es como si estuviera durmiendo y fuera un amanecer donde levitamos con la sensación de que será un espléndido día.
No.
Me quedo mirando el techo de mi habitación y cierro los ojos cuando la decepción de otra mañana sola, me hace recordar mi realidad.
Ofuscada conmigo y con la vida salgo de la cama, apago el despertador que debería haberme despertado dentro de un par de horas más. Después de una parada en el baño, bajo hasta la cocina donde enciendo la cafetera y me quedo mirando la nada un momento.
Hoy. Hace tres años que mi vida cambió radicalmente.
Cierro los ojos y reprimo las lágrimas que quieren brotar en el silencio de mi solitaria casa.
Flashback.
—Hoy. Quiero agradecer a todos los presentes por reunirse con nosotros en este lugar para homenajear un logro más de mi esposo—Digo mirando a Mike que está a mi lado. Me ve con una sonrisa—Sé que tuvimos tiempos difíciles, pero la dedicación de mi esposo ha rendido sus frutos.
El pequeño restaurante estalla en aplausos y chiflidos de nuestra familia y amigos.
—Te lo mereces Mike— Alaba mi hermano Dorian.
—¡Viva mi papi! —Secunda nuestro hijo Jeremy, de seis años, ganando risas de todos, incluida la mía.
—Bien.
Continuo. Levanto la copa y miro los ojos negros de Mike. Esté me guiña
—Quiero desearte todo el éxito por haber conseguido ser socio en la firma de abogados Philips. Te mereces eso y más—Se pone de pie y me da un suave beso en los labios.
—Gracias, cielo—Susurra pegado a mis labios antes de mirar a los presentes.
—Sin dudas, esto no sería posible sin la ayuda de mi esposa. Davina es la que me impulsa a continuar con todo esto y espero que hoy sea el comienzo de una nueva vida—Sus ojos me miran con amor.
Fin de flashback.
Ahogo un sollozo cuando la cafetera comienza a llenar mi taza y enojada, limpio mis lágrimas.
—Cuánta razón tenías, Mike—Susurro—Ese día fue el inicio de una nueva vida.
Me siento en el sofá del salón mientras sorbo mi café y espero paciente a que mi timbre suene como lo hace en esta fecha y me sumerjo en mis recuerdos.
Flashback.
—Mami. Estoy cansado—Mi hijo Jeremy llega hasta donde estoy sentada hablando con mi madre, en el restaurante después de comer el almuerzo de celebración por el ascenso de Mike.
—Vamos a preguntarle a papá si nos vamos— Comento y me mira con sus ojitos de cachorro iguales a los de su padre.
—Ven con la abuela tesoro—Mamá lo toma de mis brazos y lo sienta en su regazo para así poder buscar a Mike. El restaurante es pequeño y es propiedad de un amigo de la familia y lo cerró para nosotros esta tarde. Por lo tanto, solo hay conocidos. Camino por el lugar y las risas en la parte trasera llaman mi atención, así que voy a ver.
Encuentro a Mike junto a un compañero de trabajo que no conozco. Voy a hablar cuando veo que Mike se inclina sobre una de las mesas traseras y aspira algo de ella.
Incrédula, veo que su amigo hace lo mismo y es cuando me doy cuenta de que están esnifando cocaína.
—¡Mike! —Mi voz suena irritada cuando camino hasta ellos.
—Bebé—Comenta como sí no lo hubiera visto.
—Se puede saber ¿Qué m****a te pasa? —Demando—¿De verdad estás consumiendo cocaína con este idiota?
—Un poquito más de respeto—Réplica el idiota, pero lo callo con una mirada asesina. El hombre al ver mi expresión se levanta de la silla y entra al restaurante dejándonos a solas con mi esposo.
—No hagas un drama de esto—Espeta mi esposo una vez solos.
—Verte esnifando cocaína no es un drama.
Mike pone los ojos en blanco antes de mirarme serio.
—Me relaja y alivia el estrés. Llámalo, medicinal.
—Medicinal ¡Una m****a! Mike Thompson ¿Desde cuándo consumes?
Resopla y me mira ofendido.
—Papi. Tengo sueño—La voz de Jeremy nos interrumpe. Este corre hasta su papá que lo toma en brazos.
—Vamos a casa —Anuncia.
—Nosotros nos vamos en taxi Hablo acercándome hasta él con la intención de tomar a Jeremy, pero Mike se aleja. Lo sigo con la mirada y me encuentro con mi mamá en la puerta.
—¿Todo bien, hija?
—No lo sé—Respondo en voz baja. Camino hasta ella y dejo un beso en su mejilla. —Te llamaré esta noche.
Ella asiente sabiamente.
Me despido de los invitados y camino hasta el estacionamiento con la intención de tomar a mi hijo y tomar un taxi, pero cuando llego Jeremy está en su silla y duerme profundo. La luz del día está desapareciendo para darle paso a la noche.
—Sube al coche Davina me ladra enojado Mike.
—Nosotros, no nos vamos contigo.
Resopla molesto y camina hasta la puerta del conductor de su coche.
—Vienes con nosotros o puedes irte sola—Habla molesto al igual que yo. Sin embargo, subo por Jeremy.
—No soy un drogadicto Davina—Sus palabras salen una vez emprendemos camino—Solo la consumo cuándo estoy muy estresado y lo he estado desde que trabajo para conseguir el puesto que quiero
—Eso no es excusa. Yo trabajo en el colegio y cuido de Jeremy, no por eso, me vez consumiendo drogas.
Me mira como si no entendiera su argumento.
—Estoy bien cariño. No pasa nada—Alega deteniéndose en una intersección que lleva a casa y me mira de lado con una sonrisa tranquilizadora.
—No está bien, Mike— Protesto. Miro a Jeremy que está profundo— Tienes que dejar esa m****a antes de que esto acabe con nuestra familia—Susurro. Miro a Mike que no dice nada durante unos segundos.
—Estás siendo paranoica, cariño—Dice al fin.
Se endereza en el asiento y el coche avanza antes de que el ruido de un claxon nos sobresalte.
—¡Mike! —Grito viendo el camión que se dirige a nosotros antes de que todo se vuelva negro.
Fin de Flashback.
Es irónico que la casa de Julia esté a menos de quince minutos de la de Román. Como una sombra que nunca desapareció del todo. Como un fantasma con piel de porcelana y voz manipuladora.Estaciono frente al portón y respiro hondo.Sé que lo que estoy a punto de hacer me va a doler más de lo que estoy dispuesta a admitir, pero también sé que es lo correcto. Por Paloma. Por Román. Por la familia que ellos han intentado construir entre las ruinas del pasado.Apago el motor. Mis manos no temblaban, aunque algo en el fondo de mi pecho vibra con la furia contenida de un volcán. Me bajo del auto. El aire caliente de Houston pega en mi rostro como un recordatorio de que la realidad es inevitable. Tocó el timbre y el portón no tarda en abrirse. Una mujer uniformada, con expresión neutra, aparece detrás de la reja negra. Me observa como si esperara que yo dijera una palabra clave para validar mi existencia.—¿Sí? —pregunta, sin amabilidad, sin hostilidad. Simplemente... ahí.—Buenos días. ¿La se
El silencio del despacho de Román tiene un peso distinto cuando él no está. Las cortinas están abiertas, dejando que la luz suave de la mañana bañe la alfombra color arena y acariciara el respaldo de cuero del sillón donde él suele sentarse. Puedo sentir su presencia incluso en su ausencia; en el orden meticuloso de sus carpetas, en el aroma a café que aún flota en el aire, en ese retrato de Paloma que siempre mantiene a la vista, como si su existencia dependiera de recordar por qué lucha.Entro despacio, cerrando la puerta con cuidado para que no suene. No tengo mucho tiempo. Paloma ya está en la escuela, y he visto a Román en el comedor terminando su desayuno; así que, tengo unos cinco minutos o diez si la suerte me favorece. Mis manos están heladas. Tal vez por el frío leve de la mañana o por el vértigo de saber que lo que estoy a punto de hacer no es del todo honesto. Pero lo necesitaba. Me acerco al escritorio y comienzo a revisar una a una las carpetas con etiquetas precisas. “G
El lápiz de Paloma se mueve sobre el papel con la precisión de quien intenta resolver un problema y no quiere equivocarse. Está tan concentrada que frunce el ceño, y yo, sentada en la butaca junto a la ventana de su estudio, la observo mientras finjo leer un libro que no ha pasado de la misma página desde hace veinte minutos.La luz del atardecer se cuela por las cortinas y le da a la habitación ese aire cálido y falso que tienen los días antes de que llegue la tormenta. Porque lo sé. Algo viene. Lo intuyo en cada poro de mi piel. En cada silencio que ha llenado esta casa desde que Román cerró la puerta esta mañana, con las manos nerviosas y la mirada tensa, como si llevara una sentencia escrita entre los párpados.Hoy fue la audiencia.Hoy es la primera vez que él se enfrenta a Julia en un tribunal desde que volvió a casa, desde que ese accidente me dio el susto más grande de mi vida. Y desde que yo acepté este anillo.Bajo la mirada hacia mi mano izquierda. La piedra granate del an
Los días pasan con la lentitud particular que solo tienen las semanas previas a algo importante. Román se recupera más rápido de lo que los médicos esperan, como si su cuerpo respondiera con terquedad al deseo de volver a su vida y a su trabajo, a veces lo encontraba solo en el porche, con el brazo escayolado apoyado sobre el respaldo del banco, observando el jardín como si se aferrara a cada hoja, cada flor, como si intentara memorizarlo todo por si un día... no estaba.Yo fingía que no lo notaba.Me aferro a los preparativos de la ceremonia como una forma de distraerme. No será una boda grande ni pomposa. Nunca lo hemos querido así. Solo nosotros, Paloma, un puñado de familia cercanos, flores blancas y mucha luz natural. Quiero que todo sea íntimo, cálido, real. Como lo que hemos construido con tanto cuidado a pesar de todo lo que nos ha tocado enfrentar.Es media tarde y estoy sentada en el sofá del salón, con una carpeta abierta sobre el regazo y mi celular en la mano. Estoy revis
El aire huele a algo más que hospital. A miedos antiguos, a palabras que uno no quiere pronunciar. Román y yo habíamos pasado la noche conversando, midiendo palabras entre silencios largos, buscando un punto medio en medio de un campo minado. No fue fácil, pero lo logramos. Al menos eso quiero creer. Él aceptó que Paloma necesita ver a su abuelo. Yo acepté ser quien la traiga, con el pecho apretado y el alma cargada de un presentimiento que no sé explicar. Paloma va en el asiento trasero con su expresión expectante. El cabello recogido en dos trenzas perfectas que le hice esta mañana, y sus ojos tan parecidos a los de Román brillaban con una mezcla de ilusión y temor. La niña sabe que algo pasa, por más que intentáramos disimularlo. —¿Tú crees que el abuelo se acuerde de mí? —me pregunta, mientras subimos por el ascensor hacia el cuarto piso. —Claro que sí, mi amor —le dije con una sonrisa que se me quebró en la garganta. Sé por Roman que hace un tiempo que los padres de Julia no
Subo las escaleras intentando que mis pasos no resuenen con fuerza, aunque por dentro todo mi cuerpo aún vibra con la adrenalina del enfrentamiento. Cuando llego al pasillo superior, camino en dirección a la habitación de Paloma, y me detengo frente a la puerta del baño que está entreabierta, y desde dentro llega el suave chapoteo del agua mezclado con el murmullo de la voz de Paloma que cantaba bajito. Una melodía sin letra, solo notas inocentes, como quien inventa la música para calmarse.Golpeó suavemente con los nudillos.—¿Puedo pasar?—Sí —responde con voz ahogada, como si intentara sonar más alegre de lo que realmente estaba.Entro despacio. El vapor se arremolina en el aire, empañando el espejo y trayendo consigo el olor cálido del jabón de lavanda. Paloma está sentada en la tina, con el cabello cubriéndole la cara y los ojos más apagados de lo que me gustaría ver en una niña que debería estar pensando en colores y juegos, no en madres que rechazan abrazos.—¿Espero que sea el
Último capítulo