Lía, la hija de un Beta, solo deseaba una cosa: el lazo con su alma gemela, una promesa de pertenencia que la salvaría de la asfixiante soledad, pero el destino, cruel y despiadado, la unió al hombre más temido del clan, el Alfa Aiden, Un lobo de acero y hielo que, sin una pizca de piedad, la rechazó públicamente frente a toda la manada, desgarrando su alma y la Marca en su piel. Destrozada y humillada, Lía huye al corazón de un bosque desconocido, buscando un final a su agonía, pero el destino tiene otros planes, en medio de una sangrienta emboscada, se encuentra con el imponente Alfa Seth, líder de la poderosa Manada Valle de Escarcha, al borde de la muerte, su impulsivo rescate atrae la atención de Ethan, un enigmático guerrero de mirada ardiente y bondad inesperada, que la arrastra a un refugio secreto de lobos libres. Mientras Lía lucha por curar las cicatrices del rechazo y la creciente atracción hacia Ethan, una sombra se cierne sobre el mundo lobuno, ataques misteriosos y rituales prohibidos apuntan a una conspiración antigua contra toda la especie, una que busca despertar a un Alfa Primigenio con un poder destructivo, la clave para detenerlo parece residir en los lazos rotos. Atrapada en un peligroso triángulo amoroso entre el sanador amor de Ethan, la innegable e irritante atracción que resurge hacia su Alfa rechazador, Aiden, y la vida del poderoso Seth que ahora depende de ella, Lía debe enfrentar la verdad: su "debilidad" podría ser su mayor fortaleza. ¿Podrá Lía sobrevivir al juego de poder, los secretos ancestrales y la traición que acecha? ¿Elegirá el amor que la cura o el lazo que la condenó?
Leer másEl bosque de pinos olía a lluvia fresca y a tierra mojada, un aroma que solía calmar los nervios de Lía, pero hoy, el dulce perfume de la naturaleza se sentía asfixiante, sus botas de cuero crujían sobre las agujas caídas mientras se acercaba al claro, el lugar donde su vida, por fin, iba a comenzar… O a terminar.
Lía era una Beta, hija del segundo al mando de la Manada Luna Roja, eso sonaba importante, pero solo significaba una cosa: que su vida no le pertenecía. Perturbada y transparente, no era la loba poderosa y segura que la manada esperaba de ella. Era una joven de veintiún años, con el cabello castaño enredado por la humedad, y unos ojos verdes que siempre estaban buscando un lugar donde esconderse.
Llevaba una década soñando con este día: el momento de la Marca. El día en que el destino le revelaría a su alma gemela, su otra mitad. Estaba convencida de que su lazo de pareja sería su pasaporte para la felicidad, su armadura contra la soledad que la había acompañado desde que su madre, una Omega sin voz en el clan, murió.
El corazón le latía tan fuerte que creyó que el pecho le iba a estallar. Detrás de ella, sintió la presencia cálida y estable de Maya, su mejor amiga, y Caleb, el futuro Alfa de la Manada Luna Roja, ya unidos por un amor tan palpable y seguro que a Lía le dolía. Eran el epítome de lo que ella anhelaba.
"Tranquila, Lía," susurró Maya, poniendo una mano reconfortante en su hombro. Maya, de piel morena y cabello rizado, era la definición de la calma. "Ya sabes lo que dice la leyenda tu alma gemela sentirá tu esencia antes de que tú lo veas, no puedes equivocarte."
Caleb, el Alfa destinado y futuro líder de su propia manada, asintió con una sonrisa suave. "Maya tiene razón. El lazo es instintivo. Es el destino, Lía. No hay margen de error."
"¿Y si me marca con... ya saben?" Lía tragó saliva. No tenía que terminar la frase. El Alfa Aiden.
Un escalofrío recorrió la espalda de Maya. "¡No seas tonta!, el Alfa Aiden tiene casi treinta años y es el Alpha más poderoso en cien kilómetros a la redonda, si su destino fuera una Beta insignificante como tú, la Diosa Luna ya lo habría revelado. Su alma gemela será una Alfa de élite de un territorio vecino, alguien que pueda igualar su poder, No te preocupes por él. Te tocará un Alfa gentil y guapo, alguien que te mime y te haga sentir digna, como mereces."
Lía le dedicó una sonrisa débil, agradecida por el apoyo, aunque no del todo convencida.
El Alfa Aiden.
El solo nombre era suficiente para helarte la sangre, él no era el líder de su manada, pero su Manada Colmillo de Acero era temida, era la imagen del poder: alto, musculoso, con un porte que exigía sumisión, y una mirada de ojos grises tan fríos como el acero que le valió el nombre de su manada, era un hombre lobo que no conocía la palabra piedad y cuya vida entera estaba dedicada al poder.
Si el destino era tan cruel como para unirla a él, Lía sabía que su vida pasaría de ser solitaria a ser miserable, él la destruiría.
Llegaron a la cueva; no era una cueva en sí, sino una formación rocosa en el corazón del bosque que actuaba como un amplificador mágico, canalizando la energía de la luna para el ritual de emparejamiento, el aire vibraba con una electricidad palpable, y el olor a jazmín y sándalo, inciensos rituales, le picó la nariz.
Cientos de miembros de la manada, de varias aldeas, estaban reunidos, formando un amplio círculo, todos buscaban a su alma gemela o esperaban presenciar el gran momento de los demás. En el centro, en una plataforma natural, se encontraba el Alfa Darian, el líder de su manada (Luna Roja), junto a su esposa.
El Alfa Darian levantó la mano, pidiendo silencio, la multitud enmudeció.
"¡Bienvenidos, hijos e hijas de la Luna!" resonó la voz de Darian. "Una vez más, la Diosa nos bendice con este sagrado encuentro, que el destino, tejido por la sangre de nuestros ancestros, revele vuestros lazos."
La ceremonia comenzó, lenta y majestuosa, uno a uno, los lobos solteros se acercaban, exponiendo su cuello en señal de vulnerabilidad y una a una, sus posibles almas gemelas eran reveladas, gritos de alegría, lágrimas de alivio y besos apasionados resonaban en el Claro. La felicidad era tan densa que casi se podía tocar.
Lía se mordió el labio inferior, las palmas de las manos sudorosas, solo quedaban unos pocos lobos sin pareja y en el extremo más alejado del claro, justo al borde de la sombra de los pinos, estaba él, El alfa Aiden.
Estaba hablando con un grupo de guerreros de su manada, con las manos cruzadas sobre su pecho esculpido, totalmente ajeno a la atmósfera de romance y esperanza, su presencia era un agujero negro que absorbía toda la luz, no estaba allí para el ritual; solo estaba allí para la política. Lía se dijo a sí misma que, por favor, no mirara en su dirección.
Pero el destino, al parecer, no era su amigo.
De repente, un aullido de dolor y sorpresa rompió el aire, una joven Beta, a la que Lía conocía, se desplomó sollozando. Su alma gemela revelado era un lobo Omega conocido por su cobardía y su falta de posición, el desprecio en la mirada de la Beta era un puñal, el destino no siempre era un regalo, a veces, era una cruel burla.
Esa escena aumentó el pánico de Lía. ¿Y si su lobo era alguien así? ¿O peor aún, y si no tenía alguno?
"Lía de Luna Roja," llamó la voz resonante del Alpha Darian.
Era su turno.
El mundo se detuvo.
Las piernas le temblaban, Maya le dio un apretón final en la mano antes de soltarla. Lía respiró hondo, se enderezó, y caminó hacia la plataforma, cada paso se sentía como una milla, el silencio de la manada se hizo opresivo.
Subió los dos escalones de piedra y se arrodilló, inclinando la cabeza ante su Alpha, Darian, cerró los ojos, sintiendo la energía del lugar vibrar en sus huesos.
"Diosa Luna," murmuró Darian, sus manos flotando sobre su cuello. "Revela la pareja de Lía, hija del Beta Marcus. Únela a quien su alma reconozca como propio."
Lía se preparó para el choque de la conexión. Esperaba una calidez suave, una explosión de alegría, un toque gentil, esperaba a su futuro, un hombre que la vería, de verdad, por primera vez.
Lo que sintió no fue la calidez de la Luna, sino la furia ardiente del sol.
Un rayo de fuego blanco la golpeó.
No fue un lazo, fue una posesión, el aire alrededor de ella se sintió como si estuviera hirviendo, y un grito mudo quedó atrapado en su garganta, mo era el tacto de un alma gemela; era el apretón de un conquistador. Poder, Oscuro, abrumador y arrogante poder. Un rugido silencioso resonó en su mente, no de bienvenida, sino de propiedad, su cuerpo tembló bajo la intensidad de la Marca, que brilló, no con una luz plateada de la Luna, sino con un rojo carmesí en su piel, justo en la base de su cuello.
"¡El lazo está completo!" declaró el Alpha Darian, su voz llena de asombro.
Lía abrió los ojos, su corazón latiendo una cacofonía de miedo y éxtasis, su lazo. ¿Quién era su pareja destinada?
Mientras miraba, la multitud se dividió, abriéndose como las olas del mar ante un buque de guerra, todos, sin excepción, miraban hacia el borde de la arboleda, donde él, el hombre que no creía en el destino, acababa de girar la cabeza.
El Alfa Aiden.
Había dejado de hablar, su postura, antes relajada, se había congelado, sus ojos grises, duros como diamantes, se posaron en Lía, no había ternura, ni deseo, ni reconocimiento, solo pura e incontestable ira.
El silencio era tan denso que Lía podía escuchar su propia respiración entrecortada, el Alfa Aiden, el lobo más temido, el líder de la manada más fuerte, el hombre que nunca se arrodillaría ante nadie, era su pareja destinada.
Y él la miraba como si fuera un parásito.
Él dio un paso, luego otro, cruzando el claro con una zancada lenta y deliberada, no caminaba, avanzaba, cada pisada era una declaración de poder, sus guerreros se encogieron, susurraban, pero él los ignoró, su atención se centraba en Lía, la insignificante Beta que acababa de manchar su destino con una Marca no deseada.
Lía se puso de pie en el templete, sintiéndose increíblemente expuesta, quería desaparecer, quería que el suelo se abriera y la tragara, La Marca en su cuello le ardía, no con amor, sino con el dolor de su rechazo inminente.
Aiden se detuvo frente a la plataforma, su sombra la cubría por completo, una torre de músculo y furia contenida, su olor a menta fría y humo de pólvora llenó su nariz, y por un instante fugaz, su loba interior gimió con una necesidad primaria.
Él no extendió la mano, no la tocó, solo la miró fijamente.
"¿Tú?" Su voz no era un rugido, era un susurro letal que resonó en el silencio, resonando en la mente de Lía a través del lazo recién forjado. Estaba impregnado de incredulidad y desprecio.
La ira en sus ojos era un incendio.
"Esto es una burla," declaró Aiden, su voz elevándose de repente, dirigiéndose no a Lía, sino a la multitud, al Alfa Darian, a la misma Diosa Luna. "La Diosa se ha equivocado, una Beta, no hay forma de que esta debilucha pueda ser la Luna de la Manada Colmillo de Acero, mi linaje no será mancillado por una loba sin poder."
Las palabras no fueron cuchillos; fueron un martillazo directo a su corazón. El aire que tanto necesitaba le fue arrebatado.
El Alfa Darian intentó intervenir, con una expresión de pánico. "Alfa Aiden, el lazo es irrevocable, es la ley de la naturaleza, debes aceptarla."
Aiden ni siquiera desvió la mirada. Sus ojos, ahora un torbellino gris, regresaron a Lía, vio el temblor de su labio, las lágrimas que se acumulaban en sus ojos verdes, vio su humillación, y no le importó, de hecho, parecía deleitarse en ella.
Lía sintió la necesidad de defenderse, de gritar, pero su voz no salía. Solo un susurro ahogado: "No te atrevas..."
Él esbozó una sonrisa que no alcanzó sus ojos, una expresión de crueldad fría.
Y entonces, hizo lo impensable, lo que ningún Alpha debería hacer, lo que rompía las leyes sagradas del destino.
"Te rechazo."
La palabra, cruda y violenta, resonó en el claro.
No fue un rechazo, fue una ejecución.
El Refugio de la Terraza y el Silencio CompartidoEl anochecer cayó sobre la manada reformada, la Sala del Consejo estaba vacía, los murmullos de la Asamblea de Alfas se habían disuelto en el miedo a la Eficacia de Seth, en la base, el Nivel Cero de Aiden yacía tranquilo bajo el anclaje psíquico de Lía, el nuevo orden se había impuesto.Lía encontró a Ethan en la terraza más alta de la antigua fortaleza, el mismo lugar donde una vez habían entrenado en secreto, y donde ella había llorado la ruptura de su lazo, ahora, el aire era limpio, libre de la pesada autoridad Primigenia.Ethan estaba de pie, mirando el horizonte, su aura era una presencia constante, pero no demandante, era la calma desarmada que había forjado en su juventud solitaria, Lía se acercó, y él giró levemente la cabeza, reconociendo su presencia sin invadir su espacio, era el respeto supremo que él ofrecía: el respeto por la libertad absoluta del otro."Seth ya ha exiliado a tres Alfas más," informó Lía, con un tono ne
La Habitación del Nivel Cero: La Sentencia del Destino RotoDespués de sentar las bases de la Reforma de la Jerarquía y delegar la autoridad de la Eficacia a Seth y la Moralidad a Ethan, la última decisión pendiente para Lía no era política ni militar: era existencial, se trataba del hombre que una vez fue el centro de su universo, el espejo de su propio Destino Roto: Aiden.La habitación donde Aiden descansaba era la misma sala de curación utilizada para los casos psíquicos más graves, ahora convertida en un mausoleo silencioso, él yacía en una camilla de mármol, su cuerpo impecable, sin heridas físicas de la confrontación final, solo su aura, que una vez fue una tormenta de Agonía Nivel Siete, era ahora un vacío perfecto, un Nivel Cero que absorbía la luz y el sonido, su conciencia había sido borrada en la aniquilación del Maestro; solo quedaba el cascarón del Alfa Primigenio.Lía entró sola, detrás de la puerta, Seth y Ethan esperaban, habían acordado respetar la autoridad final de
La Primera Aurora y el Mármol RotoLa luz de la primera aurora que se filtró por las ventanas de la antigua Sala del Consejo no tenía el mismo brillo opresivo de los días de Aiden y el Maestro, era una luz fría, clara y sin sombras, reflejando el nuevo orden que Lía había impuesto, la Asamblea de Alfas, humillada y neutralizada por el Contrato de Poder y el respaldo táctico de Seth y Ethan, se había dispersado, la amenaza de una revuelta se había disuelto en el miedo a la ineficacia y el respeto a la estabilidad.Lía se encontraba sola en la Sala de Estrategia, convertida ahora en el Cuartel General de la Reforma, el viejo mapa de territorios, donde las líneas de linaje se superponían en jerarquías rígidas, había sido reemplazado por un vasto diagrama de flujos que Seth había dibujado: un mapa de capacidad y mérito.El trabajo de la Comandante en Jefe no era la batalla, sino la creación de un sistema que hiciera innecesario que las futuras generaciones tuvieran que luchar contra el De
El Consejo de los Ancestros y el Silencio ExpectanteLa sala del Consejo, el corazón político de la manada de Aiden, era un espacio de ébano pulido y mármol gris, diseñado para intimidar, las paredes estaban adornadas con las estatuas de los Alfas Primigenios caídos, y el aire olía a incienso rancio y a la soberbia del linaje, sentados en semicírculo, en los asientos destinados a los Ancianos y los Alfas de Mayor Rango, se encontraba la Asamblea de Alfas, eran los guardianes de la tradición, los que habían gobernado con la inercia del Destino mientras los jóvenes luchaban en el Laberinto, sus rostros eran máscaras de desconfianza, resentimiento y, lo más peligroso de todo, oportunismo.Sabían que el Maestro había sido vencido, sabían que Aiden no había regresado como un líder funcional, sentían el vacío de poder como un frío insoportable en sus auras, cada Anciano Alfa, cada guerrero de alto rango, estaba calculando en ese momento si este era su momento de reclamar el Cetro basado en
El Retorno y la Sala de la SentenciaEl viaje de regreso desde el Santuario Interior fue silencioso, cargado del peso de la victoria y la pérdida, Lía, Seth, y Ethan se movían con la lentitud de los supervivientes, habían dejado a Aiden en la sala de curación más aislada de la antigua base de entrenamiento, bajo la vigilancia constante y silenciosa de la Voluntad Pura de Ethan, quien había cedido temporalmente el mando físico a Seth para garantizar la estabilidad psíquica del Primigenio en Nivel Cero.Ahora, el equipo se encontraba en una pequeña sala de reuniones improvisada, la atmósfera era austera, con Tiber, el traidor, encadenado al centro, sus ojos, aunque aún ardían con resentimiento, mostraban un terror latente que su arrogancia no podía ocultar, los otros Alfas habían sido dispersados y acuartelados por Seth, bajo el pretexto de un “despliegue táctico post-misión”. La verdad sobre el Maestro era demasiado volátil para ser revelada de golpe.Lía se sentó a la cabecera de la m
El Silencio del Santuario InteriorEl silencio era una tortura, después de la extinción cataclísmica del Viejo Alfa, el Santuario Interior quedó suspendido en una quietud antinatural, un vacío de poder psíquico que resultaba más ensordecedor que cualquier grito de agonía, el aire ya no vibraba con la Autoridad Ancestral, sino que pesaba con el costo de la victoria.Lía estaba arrodillada sobre la obsidiana, con la mano posada sobre el pecho inmóvil de Aiden, la Agonía Nivel Nueve había caído al Nivel Cero: El Silencio Post-Batalla. Ya no había dolor, no había miedo, no había lazo.Aiden no estaba muerto, su pulso era regular, su respiración superficial, pero sus ojos estaban abiertos, fijos en el techo de cuarzo roto con una vacuidad total, el proceso de Transferencia había sido interrumpido a tiempo, pero la limpieza del alma orquestada por el Maestro había borrado la Voluntad Primigenia.Era un cascarón perfecto, un cuerpo Alfa sin el Destino ni la conciencia que lo había atormentad
Último capítulo