Mundo ficciónIniciar sesiónTres años de amor. Una traición devastadora. Y una oscuridad que lo consumirá todo. Callie huyó de su pasado en busca de amor... solo para descubrir que el amor era una mentira. Traicionada, humillada y arrojada al mundo sombrío del Rey Licántropo, se ve obligada a la servidumbre, despojada de su identidad y atrapada bajo la mirada vigilante y castigadora de un hombre cuyo poder es absoluto. En un palacio donde la lujuria, el dominio y la crueldad se entrelazan, cada mirada, cada roce, cada orden es una prueba... de lealtad, deseo y supervivencia. Mientras la traición, la obsesión y la tensión erótica la llevan al límite, Callie debe navegar por un mundo de monstruos... tanto humanos como lobos... y descubrir si el precio de la supervivencia es su alma o su libertad.
Leer másCallie había pasado tres horas preparándolo todo perfecto.
La mesa estaba puesta para dos. La suave luz de las velas se reflejaba en las paredes de piedra. El aroma a cordero especiado flotaba desde la cocina como una promesa. Afuera, los lobos aullaban en la noche... pero dentro de su pequeña cabaña, se suponía que el tiempo se ralentizaría. Era su aniversario. Tres años. Tres años desde que huyó de todo por Vander. Desde que dejó atrás su nombre, su hogar, su orgullo... solo para estar con un hombre que aún no la había marcado. Pero Vander no estaba en casa. Todavía no. Callie caminaba descalza por el suelo de madera, mirando la puerta cada pocos segundos. Su teléfono vibró de nuevo. Un mensaje. Ronan. No viene, Callie. Te lo dije... está con Freya otra vez. Callie tensó la mandíbula. Su pulgar se posó sobre la respuesta... y luego lo bajó. No quería creerlo. No podía. Esta noche no. Vander la amaba. Tenía que amarla. Quizás solo llegaba tarde. Callie susurró la mentira como si fuera una plegaria: "Solo llega tarde". Todo había empezado hacía meses... Vander llegando tarde a casa, oliendo a un perfume extraño. El aroma de Freya. Su lápiz labial, una vez corrido, presumido y tenue, en el cuello de su abrigo. Callie le había preguntado con voz temblorosa. Vander se lo había tomado a risa. "Estás siendo paranoica". Pero Callie no. Y le había contado todo a Ronan... porque alguien tenía que saberlo. Ronan le había rogado que se fuera. "Él no te ve. Te estás desperdiciando con alguien que nunca te amará en voz alta". Pero Callie se quedó. Porque la esperanza era más fuerte que la razón. Porque irse la haría quedar como una tonta... como la chica que huyó por un amor que nunca la quiso de vuelta. Y el orgullo... el orgullo no la dejaría ser tan patética. La puerta finalmente se abrió. Vander entró, radiante de risa y viento. Olía a cuero, a lluvia... y a algo floral. El corazón de Callie dio un vuelco. "Ya estás en casa." Vander parpadeó al ver el ambiente... velas, vino, cena... y frunció el ceño. "¿Qué es todo esto?" Callie forzó una sonrisa. "Es nuestro aniversario." El rostro de Vander se quedó en blanco. "Oh." Oh. Callie tragó saliva, con la garganta seca. "Lo olvidaste." Vander se encogió de hombros, aflojándose la camisa. "He tenido un día largo." "He preparado la cena." "No tengo hambre." Ya pasaba junto a ella. Más allá de las velas. Más allá de los tres años. La voz de Callie se quebró. "Vandy, espera..." Pero sonó el teléfono de Vander. Lo contestó inmediatamente. Una voz suave salió del altavoz... familiar, melosa... dulce. "Vandy, estoy afuera." Freya. El apodo golpeó el pecho de Callie como un puñetazo. La habitación se volvió afilada como una navaja. Vander se giró, sonriendo. Una sonrisa de verdad… de esas que no le había dedicado a Callie en meses. "Tengo que irme." Y se fue. Sin beso. Sin disculpas. Solo el clic de la puerta al cerrarse. Los dedos de Callie se clavaron en la mesa de madera. Llorar lo haría real. Y no podía permitirse el lujo de ser real. No lloró. Todavía no. Pero tampoco comió. El mensaje llegó a la mañana siguiente. Freya. Nos vemos. Cafetería en el Puente Este. Mediodía. Callie podría haberlo ignorado. Debería haberlo hecho. Pero el orgullo, otra vez… un orgullo feo y desesperado… se negaba a dejarla parecer la amante asustada y silenciosa que se esconde en las sombras de alguien más. Así que se vistió de negro. Y se fue. Freya ya estaba allí, bebiendo de una taza de porcelana como si fuera la dueña del mundo. Era hermosa, fría y refinada. Rizos delicados. Labios pálidos. Una bufanda alrededor de su cuello como si fuera un accesorio... no una necesidad. Callie estaba de pie frente a ella. "¿Por qué me llamaste?" Sonrió como si supiera algo que Callie desconocía. "Siéntate." Lo hizo. Golpeó su taza con dedos suaves y deliberados. "Estoy embarazada."Su pulso se detuvo.
Ladeó la cabeza, con voz despreocupada. "Es de Vander". Por supuesto que sí. Incluso sentada, sintió que se caía. El café se movió bajo sus pies. El suelo no estaba allí. Logró susurrar: "Felicidades". Sonrió levemente. "El médico dijo que no es... viable". Casual. Clínica. Callie no podía hablar. Apenas podía respirar. "Siempre ha querido tener un hijo", continuó, con los ojos brillantes. "Es curioso, ¿verdad? Vives con alguien durante tres años, y aun así... no eres lo suficientemente buena para llevar su nombre. Ni su hijo". Callie se estremeció. Entonces algo peor se le ocurrió. La miró... realmente la miró. La inclinación de su nariz. Su figura. Su boca. Se parecía a ella. Siempre se había parecido a ella. No era la original. Solo un sustituto. Una sustituta. Por la mujer que Vander amaba de verdad. "Lo siento", dijo con rigidez. Con la voz temblorosa. "Pero no voy a quedarme aquí sentada escuchando esto". Freya se inclinó hacia delante, con la respiración como el invierno. "Siempre fuiste la suplente, Callie. No te hagas la santa ahora". Su loba guardó silencio. Ni siquiera un gruñido. Simplemente... desapareció. Callie se levantó para irse. El café se inclinó. Su pecho se agitó. Se giró, y Freya jadeó. Se agarró el estómago. Se desplomó, tirando su té. Un charco de sangre se extendió por el suelo. "¿Freya?" Callie se quedó paralizada. La gente gritaba. Las sillas chirriaban. El pánico estalló a su alrededor. Cayó de rodillas. Extendió los brazos hacia ella. "Freya..." Pero la miró y sonrió. Una sonrisa lenta y calculada. —Veamos a quién le cree —susurró.Die Privatgemächer des Lykanerkönigs wirkten auf Callie immer zu groß, zu still, zu sehr auf sie bedacht. Egal wie viele Morgen sie hier verbracht hatte, die Luft blieb schwer von derselben beunruhigenden Wahrheit: Seine Präsenz wohnte in diesen Mauern, sickerte in den Stein, beobachtete sie, selbst wenn er nicht im Raum war.Sie schluckte schwer, als sie seine persönlichen Gegenstände auf dem geschnitzten Obsidianregal ordnete. Alles, was ihm gehörte, war scharf, kalt, teuer – Waffen, getarnt als Alltagsgegenstände. Silberbesetzte Handschuhe. Ein Dolch, mit dem er Dokumente unterzeichnete. Ringe, die alte, gefährliche Magie bargen.Ihre Hände zitterten, als sie seinen Umhang zum Zusammenlegen anhob.Ein Geräusch hinter ihr – kaum mehr als ein Atemzug, eher wie ein Luftzug – ließ sie erstarren.Sie brauchte sich nicht umzudrehen.Sie wusste, dass er da war.Darian.Ihr Puls pochte schmerzhaft gegen ihre Kehle. Ihr ganzer Körper spannte sich vor Bewusstsein an, wie gespannte Saiten in
Der Palast war selten still. Selbst in den frühen Morgenstunden vibrierte die Luft von Flüstern, Schritten, dem Rascheln von Seide und Rüstungen. Callie hatte gelernt, sich darin wie ein Schatten zu bewegen – klein, lautlos, unsichtbar.Doch heute war die Spannung anders.Die Diener wirkten angespannter. Die Wachen patrouillierten mit schärferen Bewegungen. Und immer wieder hörte Callie Gemurmel, das sie nicht richtig verstehen konnte und das abrupt verstummte, sobald sie sich näherte.Etwas nagte an ihrer Brust, etwas Vertrautes und zugleich Unwillkommenes.Sie verbergen etwas.Etwas über den Palast … über ihre Schwester …Der Gedanke ließ sie nicht los.Callie trug einen Wäschekorb durch den östlichen Korridor. Ihre Gedanken schweiften ab – nicht zu Darian, nicht zu seinem durchdringenden Blick von gestern, nicht zu der Hitze, die noch immer in ihr nachhallte –, sondern zu dem letzten Gerücht, das sie vor Tagen aufgegriffen hatte:Ein Mädchen … von außerhalb der Grenzen … im unteren
Callie se levantó antes del amanecer, con los músculos aún doloridos por los castigos del día anterior. El frío suelo de piedra le rozaba los pies, y aun así se movía en silencio, casi instintivamente, recogiendo cepillos, paños y pulimento. La tarea de hoy le había sido asignada personalmente por Darian: las habitaciones privadas, habitaciones destinadas solo para él. Un escalofrío le recorrió la espalda, a partes iguales de miedo y anticipación, al darse cuenta de que estaría sola, aunque no realmente sola. Él la estaría observando, siempre, el hilo invisible de su mirada atando sus movimientos.El pasillo que conducía a las habitaciones privadas era estrecho, forrado con gruesos tapices que representaban siglos del legado del reino. Las manos de Callie temblaban al caminar, con los cepillos en precario equilibrio sobre sus brazos. Su mente no dejaba de remontarse al pequeño y oculto espacio donde había vislumbrado una carta de su hermana, abandonada en el caos de su captura. Una pu
Apenas la luz de la mañana había rozado los pasillos negros y dorados del palacio cuando Callie ya tenía los nervios a flor de piel. Se movía en silencio por las habitaciones de Darian, puliendo plata, alisando telas, quitando el polvo de los estantes. Su cuerpo aún vibraba por el día anterior: cada mirada por encima del hombro, cada par de ojos imaginarios sobre ella, le aceleraba el pulso. Los días anteriores la habían dejado exhausta, pero despierta de una forma que la aterrorizaba. Sabía que estaba bajo constante escrutinio, y no podía contener el calor que se acumulaba en su vientre cada vez que imaginaba que él la observaba.Sucedió casi inevitablemente. Un jarrón, una delicada pieza de cristal tallado que brillaba tenuemente bajo el sol de la mañana, se le escapó de las manos. Se tambaleó, giró y se estrelló contra el suelo de mármol. El sonido rompió el silencio, un eco agudo y mordaz que pareció resonar en sus huesos.Callie se quedó paralizada, con el pecho apretado. El cora
Callie se despertó antes del amanecer. El frío suelo de piedra se le clavaba en los pies descalzos, agudo e inflexible, haciendo eco del dolor muscular del día anterior. Cada fibra de su cuerpo clamaba por descanso, por calor, por un pequeño respiro, pero el palacio no le ofrecía nada. Las paredes solo contenían piedra, sombras y el peso de la autoridad que se cernía sobre ella desde cada rincón. Se abrazó un momento, saboreando el frescor del aire matutino, antes de levantarse y recoger los productos de limpieza.Le temblaban las manos mientras equilibraba el pulimento, los paños y los cepillos, consciente, como siempre, de los ojos invisibles que la seguían. Los pasillos parecían interminables, y cada paso traía consigo el recuerdo de su último encuentro con Darian, cada escalofrío de miedo y deseo aún vivo. Intentó convencerse de que solo estaba limpiando, que el día no tenía importancia, pero el aroma a madera de cedro, cuero y algo más oscuro se aferraba a su ropa como una correa
La oficina era una catedral… silenciosa, revestida de altísimas estanterías y madera de obsidiana lacada. La luz del sol se filtraba por las vidrieras, proyectando extrañas sombras sagradas sobre el suelo de mármol. Los dedos de Callie temblaban ligeramente mientras limpiaba el borde del escritorio de obsidiana del Rey Licántropo… el aroma a cedro, cuero y algo más oscuro impregnaba la habitación como una advertencia.No debería estar allí.No sola.No tan cerca del mundo del Rey.Pero el Rey Lucano… no, Darian… lo había ordenado. Su voz fría. Absolutamente.Limpia su oficina. Que nadie más entre.Los ojos de Callie se dirigieron al gran escudo grabado en el suelo… el sello de la Casa Valtor. Latía con legado, con poder, con algo antiguo, frío y afilado como una cuchilla presionada contra la garganta. No sabía qué buscaba... tal vez alguna pista sobre su hermana, algún rastro de ella... cualquier cosa que demostrara que seguía allí, viva, en el corazón de Darian. Pero no había nada. S
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