Natasha aún se encontraba en estado de shock, sin saber qué pensar tras descubrir la verdad sobre su identidad. Era descendiente directa de las hadas florianas. Su madre, Moyana, había sido una gran guerrera que protegió el paraíso de las hadas, hasta caer en la guerra ocurrida más 100 años atrás.
No sabía si estaba viviendo una pesadilla al estilo de una película de misterio o una de terror, pero lo que sí tenía claro era que aquello era real. Debía aceptar su verdadera esencia… aunque no tenía idea de cómo enfrentarse a esos seres poseídos por espíritus malignos, ni mucho menos cómo podría alzar su mano contra el hombre con el que ahora estaba unida por la eternidad.
Miles de pensamientos se agolpaban en su mente, y ninguno ofrecía respuestas.
—Debes reaccionar, Natasha —exclamó Tasha con firmeza, al ver a su nieta perdida en otra dimensión, intentando asimilar lo que ocurría—. Tu destino estaba sellado desde el vientre de tu madre.
Natasha levantó lentamente la mirada. Sus ojos, an