Aleksi llevaba horas buscando a su hermana. Cuando finalmente llegó al departamento, el aroma de Alexa aún permanecía intacto, suspendido en el aire. Sin embargo, algo en el ambiente era distinto, había talismanes colgados en las paredes y un extraño polvo esparcido por el suelo. El olor era repugnante, casi sobrenatural. En ese instante, Aleksi comprendió que algo terrible había sucedido.
Vasilik, que se encontraba a su lado, frunció el ceño y asintió con gravedad.
—Aquí estuvo un hechicero —murmuró—. Y me temo que se llevó a tu hermana.
—¿De qué estás hablando? —gritó Aleksi, fuera de sí.
Pero antes de que pudiera decir más, Vasilik levantó la mano y cerró los ojos. El aire comenzó a temblar, y de su palma emanó una energía azulada que reveló los rastros del conjuro. Era un hechizo oscuro, uno invocado por un gran hechicero, aquel ser que seguramente fue enviado por Lukan.
—Debemos contactar de inmediato a tu padre—dijo Vasilik con voz tensa.
—¿Dónde crees que se la llevaron? —pregu