Aleksi entró al lugar y se quedó helado al ver a su hermana desnuda, atada dentro de un extraño círculo con forma de estrella. Su corazón, siempre frío como el hielo, se sintió oprimido. Miró a su alrededor con desesperación; una energía maligna bloqueaba la entrada y no le permitía avanzar.
Al ver la escena, Vasilik sintió un dolor profundo: ¿cómo era posible que la pequeña Alexa, la mujer a la que Aleksi había amado en silencio durante tanto tiempo, estuviera exhibida como un trofeo? Nadie entendía las intenciones de aquel hombre que la mantenía así.
Sabían, sin embargo, que el plan del hechicero era sencillo y terrible: abrir un portal para ir a otro lugar —un mundo o universo que ninguno de ellos terminaba de comprender—. Habían oído tantas versiones sobre esas aberturas, pero seguían sin creer del todo que algo así pudiera ocurrir en la paz del mundo humano.
Aleksi apretó los puños, con una sonrisa tensa. Su ira amenazaba con estallar en cualquier momento. Comenzó a golpear con