El sol apenas se filtraba entre las cortinas cuando Brooke abrió los ojos. La habitación estaba en silencio, salvo por el leve zumbido del mundo exterior despertando lentamente. Todo parecía igual, pero dentro de ella nada lo era.
La noche anterior aún la envolvía como una segunda piel: el miedo, la tensión, la imagen de Aleksei con un arma en la mano y una amenaza en los labios. Su cuerpo aún temblaba, no por el frío, sino por la mezcla de emociones que no sabía cómo ordenar.
Se levantó con lentitud, se vistió sin pensar demasiado en lo que elegía y bajó a la cocina. Su madre, por suerte, aún no había regresado. El silencio era su único aliado.
Pero no duró mucho.
Tocaron a la puerta.
Al abrir, se encontró con Aleksei. Iba vestido con ropa casual, pero su presencia llenaba el umbral como si fuera una tormenta a punto de estallar. Ella no dijo nada. Él tampoco.
—Puedo entrar?—preguntó al fin.
Brooke asintió y se hizo a un lado.
Ambos caminaron hasta su habitación, donde el silencio vo