El silencio que envolvía la habitación no era incómodo, sino denso. Intenso. Cargado de todas las emociones que no habían dicho en voz alta. Aleksei mantenía a Brooke entre sus brazos, ambos aún recostados sobre la cama, con las respiraciones entrecortadas y los cuerpos envueltos en el calor de lo no dicho. La miraba como si verla no fuera suficiente. Como si necesitara memorizar cada pestañeo, cada línea de su rostro.
—No puedo fingir que esto no pasó, Brooke —dijo él al fin, con la voz grave, apenas un susurro contra su sien—. No después de haberte tenido así. De saber cómo sabe tu boca, cómo tiembla tu cuerpo cuando te beso.
Ella tragó saliva. Sentía que su corazón latía tan fuerte que cualquiera podría oírlo.
—No sé si estoy lista… —murmuró—. Tu mundo me da miedo, Aleksei. No lo entiendo. Y cada vez que lo intento, siento que me pierdo más.
Él se separó apenas para mirarla a los ojos. La sujetó por la barbilla, suave pero firme.
—No tienes que entenderlo todo ahora. Solo… no me al