La prueba temblaba entre sus dedos.
Brooke había ido a la farmacia en cuanto terminó su turno. No había querido esperar más. No podía seguir engañándose, no con su cuerpo enviándole señales cada día.
Ahora estaba en el baño, la puerta cerrada, sentada en el borde de la bañera, mirando el pequeño dispositivo blanco con el corazón desbocado.
Dos líneas.
Clarísimas.
Positivo.
Sintió que el aire se le escapaba. Por un segundo, la mente se quedó en blanco, como si el mundo se hubiera detenido.
Luego… el nudo en la garganta. Las lágrimas. El miedo.
Porque sí, lo había deseado. Porque amaba a Aleksei. Porque después de todo lo que habían vivido… una parte de ella anhelaba una nueva vida, una nueva oportunidad.
Pero había otra parte —más grande, más oscura— que temblaba solo de pensarlo. Porque ya había pasado por esto. Y la última vez… no había acabado bien.
Golpearon suavemente la puerta.
—Brooke… ¿puedo pasar? —era Lía, su voz suave, paciente.
Brooke respiró hondo.
—Sí… pasa.
Lía entró des