Peligrosa:

Oscar:

Ante la expresión curiosa de Chiara, no tuve más remedio que ofrecer una explicación.

—Este es mi hijo. Su nombre es Dominic.

Ella contempló al niño con el ceño fruncido, como si le fuese imposible comprender lo que yo acababa de contarle.

—Es un pequeño hermoso.- comentó. – ¿y su madre?

—¿Yo también lo soy, no crees, querido?- Murmuró Monique altaneramente, entrelazando su brazo a mi codo mientras yo acomodaba a mi hijo, sobre mi hombro, porque ya  comenzaba a cabecear.

El rostro de Chiara se convirtió en una máscara de falsedad, nos recorrió a los tres con la mirada, y sonrió tan lentamente, que más me pareció su sonrisa a cuando una cobra muestra los colmillos que a una sonrisa genuina.

—Sin lugar a dudas, ustedes son una familia feliz…y unida.

Luego de eso, ella se disculpó.Anunciando que a la mañana siguiente tenía unas reuniones importantes a las que asistir y que si yo quería concretar el préstamo, que mi secretario agendara una junta con ella en su empresa, lo más pronto posible.

Tomó su bolso, y se marchó.

Dejándome aún más curioso de lo que estuve antes.

—Vamos campeón.- murmuré, besando la frente de mi hijo, ya completamente dormido.- es hora de llevarte a la cama.

Chiara:

Esta noche fue interesante.

Sabía que volverlo a ver me causaría muchas dudas, sin embargo no esperé la reacción violenta que ocasionó en mi cuerpo.

Mientras bailábamos, recordé todas las veces que habíamos hecho eso mientras viví en su apartamento. Él sabía cuánto me gusta bailar, e inclusive, escogí mi vestido de esta noche con mucha cautela.

Él siempre insistía en que vistiese de rojo durante nuestras citas y cenas románticas.

De aquello ha llovido mucho y puede que yo haya olvidado algún que otro detalle, pero hay cosas que jamás se borran de mi memoria.

“¡Maldita zorra! ¿ No te ha bastado con todo lo que he hecho por ti, también quieres arruinar mi futuro? ¡Me juraste que tomabas píldoras anticonceptivas! ¡No quiero un mocoso justo ahora, tengo otros planes!”

Salí de la ducha hace un rato.

Estaba necesitando quitarme de encima el nauseante aroma de su colonia.

Me contemplo al espejo en lo que cepillo mi lustroso, largo y bien cuidado cabello negro.

¡El muy cabrón!

Obvio que él no quería un hijo, no conmigo al menos.

Pero por la estatura de ese pequeño, su hijo debe tener como  mínimo cuatro años de nacido.

Me pongo en pie. Presa de la furia, lanzando el cepillo contra el espejo de la coqueta.

La rabia me corroe.

Sonrío, al notar que el espejo está destrozado y mi reflejo de parte en cientos de pedazos diferentes.

—Oh, disfruta a tu pequeña familia feliz, Oscar. Porque he venido a destruirla.

Oscar:

La fiesta concluyó hace unos minutos, y mi secretario me felicitó.

Parte de la estrategia de esta noche, era conseguir que la prensa me fotografiara junto con la Señora Fierro.El simple hecho de que otros inversionistas crean que ella podría estar interesada en nuestro proyecto, nos abrirá muchas puertas.

Me quito los zapatos, dejando caer el pantalón y me recuesto en la cama.

Esa mujer es peligrosa.

No sé por qué, pero todo en ella grita "peligro".

Hacía años que no me sentía tan atraído por una mujer como lo estuve esta noche.

Desde lo de Cinthia he tenido mis amantes.

Siempre con discreción, para no avergonzar a Monique. Pero es cierto que mi matrimonio no es uno feliz.

Me casé con ella por despecho.

Principalmente por la traición de aquella chiquilla que me enamoró y luego me desechó para regresar con su familia.

Casi un año  después de mi boda,  supe cuan trágicamente ella había muerto y  nunca me he repuesto del todo de aquello.

Sin embargo, cuando recibí a Dominic en mis brazos, me sentí aliviado.

Cinthia...

Aún recuerdo cómo olía su largo y rojo cabello, lo hermosa que se veía, sonriéndome y lo feliz que la hacía cada vez que salíamos a bailar.

Cinthia...

Tan joven y llena de vida. Tan alegre siempre, excepto la última vez que la vi.

Recordar las lágrimas que puse en sus ojos con mis estupideces aún me resulta doloroso.

Antes de caer dormido, mi mente razona, que es extraño.

Que el color de cabello no es el mismo.

Que incluso el rostro no guarda relación…y sin embargo, los ojos, y la sonrisa de Cinthia se parecen mucho a los de la Señora Fierro.

***

—No te lo permitiré, ¡¿me oyes?!- masculla Monique a la siguiente mañana, durante el desayuno.

—No sé a qué te refieres.- murmuro, bebiendo mi café, y mirando de reojo las noticias de los diarios.

—He soportado tus infidelidades todos estos años, Oscar, ¡pero ya es suficiente!

 Dejo el diario de lado, y concentro mi atención en mi esposa.

—He sido tu compañera todos estos años. Cuando tu padre y tu madrastra  murieron en aquel accidente de avión, yo estuve a tu lado. Cuando las acciones de la metalúrgica se desplomaron, yo estuve a tu lado. He criado a tu hijo como si fuese mío. ¡Es por ello que merezco un mínimo de tu respeto!

—Y lo tienes, Monique. La única razón por la que no salgo en público con ninguna de mis amantes, es porque te respeto. Sí, estuviste a mi lado durante los tiempos difíciles, y sí has criado a mi hijo…pero no porque me ames, sino porque te gusta mi estatus social, y mi dinero.

—¡Eso no es cierto!

—Por supuesto que lo es. Desde el principio  fui honesto contigo. Te advertí que este sería un matrimonio solo por conveniencia. Entre nosotros no hay nada. Ni el más mínimo afecto. Y perdóname, pero dejar a Dominic al cuidado de su nana todo el día, no es la manera en que una madre cría a un niño.

—¡Te advierto que no permitiré que me avergüences con esa zorra italiana! ¡Si yo noté como la muy perra filtreaba contigo, más de la mitad de los invitados a la fiesta también lo hicieron!

—Lo que piense ese nido de víboras me da igual. Solo te digo que estás viendo fantasmas donde no los hay. Entre la Señora Fierro y yo, solo existe una relación de negocios.

Miro mi Rolex, y suelto un gruñido.

—Me tengo que ir. Ya llego tarde a una reunión.

Monique:

Mi familia siempre fue de las más ricas del país. Mi apellido francés, y mi ascendencia, me han asegurado un lugar entre las socialités y las gentes de dinero desde mi nacimiento.

Sin embargo, un buen apellido no lo es todo, y la fortuna de mi familia comenzó a menguar cuando mi padre realizó varias inversiones que resultaron ser fracasos rotundos.

Sin embargo, mi difunto suegro, era un hombre que se abrió camino viniendo desde abajo, y sabía que para abrirse puertas importantes hay que buscarse aliados fuertes.

Es por eso que concertó el compromiso entre Oscar y yo.

Nuestra relación ha estado plagada de zorras oportunistas, deseosas de tomar mi lugar.

Primero aquella perra pelirroja, que tuvo su merecido final, por atreverse a poner sus garras en mi hombre, y luego ese  desfile de queridas que no parecía acabar nunca.

Sin embargo, desde la muerte de su padre, Oscar estaba más centrado en el trabajo. La metalúrgica y sus nuevos proyectos no le dejaban tiempo para queridas, pero ahora ha aparecido esta italiana.

Ella no me engaña.

Ninguna mujer de negocios seria, se viste como lo hizo ella.

Esa mujer está buscando un hombre que le rasque la picazón, es evidente.

Todo apunta a que ha fijado sus sucias intenciones en mi marido.

Ahora con las reuniones y almuerzos de negocios tendrá las excusas perfectas para poco a poco intentar metérsele por los ojos.

Pero no lo permitiré.

He llegado muy lejos con tal de aferrarme a todo lo que he conseguido hasta aquí y no permitiré que venga una mujerzuela con ínfulas de empresaria a robarme lo que me ha costado tanto mantener.

Pero es cierto que tengo miedo.

Con todas las demás, la relación que sostenía Oscar era puramente sexual. Sin embargo, anoche lo vi mirar con verdadera admiración a una mujer por primera vez en años.

Y eso hace a esta nueva rival la más peligrosa de todas las que he enfrentado.

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