Valentina ha vivido una vida de abusos y maltrato al lado de sus padres, pero cuando es abandonada por ellos descubre que en realidad no era su hija y que fue intercambiada al nacer, y cuando es rechazada dolorosamente también por sus padres biológicos, a su vida llega el misterioso Gael Belmonte que le ofrece la venganza que tanto anhela su corazón. Su misión principal: enamorar a Caleb, el prometido de la que ocupa su lugar en su prestigiosa familia biológica, los Vadell. Cuando indudablemente los sentimientos comienzan a aparecer, Valentina dudará de cada decisión, ¿El gusto extraño y culposo por Caleb o la fuerza erótica de Gael? Muchas preguntas, pero una duda asalta su cabeza: ¿Vale la pena perder todo por vengarse o la satisfacción de ver pagar a los que le hicieron daño valdrá el sacrificio de perder el amor? Solo tiene una cosa muy clara, sabe quién es y tomará el lugar que le corresponde con fuego y sangre...
Ler mais19 años antes.
La tormenta azotó la ciudad con una violencia brutal, dentro del hospital, las paredes temblaron amenazando con ceder ante la ventisca y el ruido del techo se mezclaba con los gritos de ambas mujeres en la sala de parto.
Cuando Eva sintió que el cuerpo de su pequeña hija salió de su cuerpo lanzó un último grito de dolor y luego dejó caer la cabeza.
Las luces del hospital titilaron con un fuerte relámpago y ella miró a su bebé.
— ¿Cómo está? — preguntó con la respiración agitada y el doctor la miró, lucía pálido.
— La bebé tiene un problema, la llevaremos a la sala de neonatos.
— ¡Espere! — gritó Eva —. Déjeme verla — la enfermera la mostró, era muy pequeña, del cabello oscuro. Luego se la llevaron.
Las luces titilaron de nuevo, la tormenta en vez de mermar aumentaba cada minuto.
Eva se puso de pie, casi no tenía fuerzas, pero se vistió lo mejor que pudo y se puso de pie. A su lado, y sólo separada por una cortina otra mujer dio un último grito antes de que su bebé llorara fuerte y saludable y Eva la miró por entre la cortina.
El esposo estaba con ella, se veía como un hombre alto y millonario de traje fino hecho a medida. La enfermera sostuvo a la bebé, Eva vio su brillante cabello rubio.
— Lo siento, con esta tormenta deberé llevarme a la bebé — dijo y salió con la otra bebé y la mujer la llamó, pero no contestó.
Cuando Eva salió al pasillo, se encontró con el doctor que la miró asustado.
— Señora, debe descansar.
— ¿Qué tiene mi bebé? — le preguntó ella y el doctor la tomó por los hombres.
— Es un problema cardiaco, pero deberá ser operada cuanto antes si desea que sobreviva — Eva se sintió morir. Su esposo no estaba, de seguro, atrapado en el tráfico de la tormenta.
— Pero, no tengo dinero para pagar una cirugía de ese calibre.
— Tiene que encontrar el dinero, hay que operar hoy mismo y si todo sale bien cuando la niña tenga diez años de nuevo — a Eva no le importó la cirugía en diez años, le importaba la de ahora, ¿qué podía hacer? Su hija moriría, no tenían el dinero para pagar tal operación.
El doctor la dejó en la camilla y salió. Eva escuchó llorar a la mujer del millonario al lado.
— No me dejaron verla siquiera — le decía a su esposo.
— Tampoco la vi, pero tenían que ponerla a salvo de la tormenta — un fuerte rayo cortó la electricidad del hospital y todo se tornó oscuridad.
Eva se puso de pie y encendió una vela que encontró a su lado y salió de la habitación.
Todo era un caos, las personas corrían de un lado para otro, el viento quitó parte del techo y ella aprovechó la confusión para entrar a la sala de neonatos.
Solo había dos bebés, su hija y la hija de los millonarios.
Abrió la incubadora y la observó, su hija tenía la piel muy pálida y se veía enferma. No podía dejarla morir, no podía hacerlo.
Le dio un último beso de despedida y la cargó hasta la incubadora de la otra niña y con cuidado cambió el costoso trajecito de la niña millonaria y se lo puso a la suya, luego cambió las etiquetas con los nombres.
— Lo siento — le dijo a su hija con lágrimas en los ojos —. Lo siento, pero es la única forma, ellos podrán pagar la cirugía y vivirás — luego miró a la otra bebé.
Tenía que criar a esa niña como suya para que su hija pudiera vivir, pero no pudo ver más que un trozo de carne rubio y desagradable.
La tomó con asco y la dejó en la incubadora que antes era de su hija.
Eva salió de la habitación con el corazón roto, pero había salvado la vida de su hija.
Muchas gracias por llegar hasta aquí, de verdad, no saben todo lo que significa para nosotros cada comentario y reacción por parte de las maravillosas lectoras de esta app. Me han seguido en un camino muy largo. Como saben, todas mis historias están conectadas, y esta no tendrá exepción, a continuación seguirá la novela de Itsac, nuestro sexy y solitario mexicano. La protagonista de esta historia será otro personaje secundario de mis anteriores historias, comenzó en los rostros del CEO como la hermana del protagonista, luego apareció en EL CEO vagabundo y la hija mimada del millonario donde acabó en el altar... muchas la conocen como la gemela buena, y es la guapa Helene Back. No es necesario que hayan leído las anteriores historias para entenderla, pero mientras se estrena podrían ir a leerlas. jejeje La nueva historia se llamará Vuelo de amor con el CEO, y como imaginan, allá aparecerá nuevamente Toro y Keira, Ana leticia y también un par de personajes de el CEO Vagabundo. es
Val sintió un fuerte mareo cuando el auto se detuvo chocando de costado contra el edificio, los vidrios se rompieron y le cortaron la piel. Se quedó un segundo ahí, magullada y dolorida, mareada, hasta que sintió que unas manos fuertes la agarraron por el brazo y la sacaron con fuerza del auto. Los pies de Val se arrastraron por el suelo, pero una fuerza abrumadora la levantó. Cuando levantó la mirada se encontró con la de Alexander, le sangraba la cara y tenía los ojos abiertos en una expresión de profundo miedo, entonces Val lo entendió. Alexander no era nada, no era nadie, solo era un hombre con traumas y dinero que quería más y más dinero, sin moral y ruin, pero un hombre, al fin y al cabo. Ahora sin los hombres que compraba su dinero estaba asustado y perdido, desesperado. Val entendió que, aunque no podía subestimarlo, había pasado todos esos años sobreestimándolo y aquello era igual de peligroso. Ya estaba caído, ya no había marcha atrás y él lo sabía. Un hombre que no ten
Caleb se puso de pie y se limpió la sangre que le salía de la nariz, Jhon no era su padre, ni de sangre ni de alma, lo dejaría ahí a morir y eso le pareció la cosa más cruel del mundo, pero él tenía un as bajo la manga. Miró las llaves que le había quitado a Alexander y esperó un tiempo prudencial, pero como no regresaban imaginó que no se dio cuenta. Lo primero que intentó fue abrir la celda hacia el elevador, pero no funcionó, irremediablemente estaba atrapado. Con las llaves abrió la otra puerta que daba a la caja fuerte y estas sí abrieron. La caja tenía una contraseña con una perilla que giraba y Caleb recostó la frente en el frío metal de la caja.«Ahora sí estoy perdido» se dijo, pero luego las palabras de el mismo Alexander llegaron a su mente: “Mi memoria ya no es la de antes” había dicho el hombre y Caleb miró la perilla. — ¿Sería tan idiota? — se preguntó y movió la perilla poco a poco… uno… dos… seis… dos… era la contraseña del elevador y soltó una carcajada enorme cuan
Val vio como Itsac corrió en todas direcciones, presionando varias combinaciones de números en los teclados y pasando de una pantalla a la otra con la cara pálida y los labios apretados. — ¡Toro! — lo llamó, pero el radio solo envió estática del otro lado.Val no imaginó la desesperación que debía tener Itsac, Toro era casi como un padre para él y Val pensó que nadie debería perder dos padres en una sola vida. La pantalla estaba naranja, la explosión había dejado una mancha de calor tan grande que cubría toda la pantalla y los puntitos que indicaban dónde estaban las personas se perdían. — ¿Qué haremos? — preguntó Keira, la mujer también estaba pálida — ya sé que hacer — dio la vuelta y corrió dentro de una de las habitaciones. Itsac estaba pálido y Val avanzó hacia él. — Ya verás que todo estará bien, ellos están dentro de la bodega, solo tienen que resistir el ataque de los que vienen de afuera — pero Itsac negó. — Alexander es capaz hasta de bombardear la bodega para no deja
Gael detuvo el auto en una casa a las afueras de la ciudad y Val se preguntó qué tenían todos con las afueras, luego de que bajó del auto y vio a los guardias forrados en trajes con chalecos anti balas y un arsenal de armas lo entendió. — Cada vez pienso que esto está mal — le dijo Gael y Val asintió, luego se aferró a su brazo y caminaron juntos hacia la entrada. Pasaron al lado de varios hombres, pero ninguno los detuvo, de seguro los conocían. — para ser exactos, la mayoría fue la que te rescató, así que nos conocen — le contó Gael. Cuando llegaron a la puerta tocaron un par de veces hasta que esta se abrió y Keira salió. Se veía muy bien, fuerte y atractiva a pesar de sus ya casi cincuenta años. Val había notado que desde que se alejó de Alexander la mujer se había recompuesto. — Qué bien tenerlos aquí — dijo la mujer y los abrazó a ambos — estamos planeando la incursión a la bodega hoy, será complicado. ¿Quieren chocolate caliente? — Val asintió y Gael negó. Una empleada traj
El resto del entierro sucedió en un silencio abrumador, cada quien perdido en sus propios pensamientos, observando cómo los hombres paraban la tierra hasta que el ataúd quedó completamente cubierto. Eva dejó una corona de flores sobre el montículo de tierra y los pocos visitantes comenzaron a alejarse poco a poco. — Entonces nos veremos cuanto antes — le dijo Salma a Val. — Haremos la prueba de ADN esta misma semana — la mujer se fue y Val logró ver en la pareja una especie de luz, un brillo en sus expresiones. No solo habían encontrado a su hijo, si no que supieron que había tenido una buena vida… al menos una llena de comodidad y privilegio. Ana Leticia y Eva no se apartaron en todo el rato y Val las vio hablar bastante, mucho, de hecho. Intercambiaron números de teléfono y se dieron un fuerte abrazo como despedida. Val también la abrazó y la mujer fue la última en quedar junto a la tumba de su esposo. Cuando subieron al auto, Val notó como el gesto de Ana Leticia era más calmad
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